Al igual que miles de trabajadores londinenses, Simon Bird, de 47 años, se mantiene sano yendo en bicicleta a la oficina. En su caso, el trayecto ida y vuelta es de 112 km porque reside en Buckinghamshire y trabaja en la ciudad.
El director operativo de City Index, una firma de apuestas, forma parte de una ola de entusiasmo por la bicicleta que se está viviendo en Londres. Se convirtió en el deporte que eligen los machos y hembras alfa de la ciudad, que disfrutan la combinación de ethos competitivo, estrictos niveles de estado físico y la posibilidad de gastar una pequeña fortuna en aparatos tecnológicos.
"Cuando éramos más chicos andábamos en bicicleta todo el día", explicó Bird. "La idea es volver a eso, sólo que gastamos un poco más de dinero en eso".
Las bicicleterías brotan por toda la ciudad y el uso de este medio de transporte creció 81% desde 2000, según cifras oficiales. Las grandes instituciones, como HSBC, están ampliando los espacios destinados al estacionamiento de bicicletas.
El deporte emplea materiales de avanzada y ayudas aerodinámicas. Una bicicleta de alta gama de fabricantes como Parlee de Estados Unidos o Pinarello de Italia puede costar más de u$s 15.000.
También es atractivo a nivel social. El belga Wim Dejonghe, miembro del estudio jurídico Allen & Overy, pasará este verano cinco días pedaleando en la Toscana con otros 15 socios. "Hace tres o cuatro años éramos 4.000 en la carrera amateur de Flanders. Ahora somos 20.000", celebró.
