El hombre, de mediana edad, sostiene a su nieta con una mano y un carretel de hilo con la otra, mientras contempla el futuro de su taller textil familiar en Zhili, la capital de la indumentaria infantil en China.
El señor de apellido Song (no quiso dar su nombre) es una víctima inevitable de la maduración de China. Fue granjero, trabajador fabril y propietario de un taller. Pero ahora, debido al avance chino, debe encontrar otra forma de sobrevivir.
La visión del Partido Comunista Chino para la industria manufacturera del país no incluye talleres como ése: los líderes de China quieren que se deje de fabricar baratijas y empezar a inventar cosas. Pero Song, de 46 años, es demasiado viejo, pobre y poco preparado para subir en la cadena de valor que diseñaron los planificadores.
Él y sus vecinos están insertados en la antigua China, donde los márgenes son tan bajos que hasta está en duda su misma supervivencia financiera.
El mes pasado, el gobierno local los presionó demasiado, duplicando el impuesto que deben pagar por cada máquina de coser. Ese gravamen se multiplicó por seis en dos años.
Algunos residentes sospechan que el gobierno quería usar el impuesto para que los talleres familiares dejaran de funcionar porque las fábricas más grandes se están quedando sin mano de obra, y necesitan que los emprendedores locales trabajen para ellas.
Otros piensan que los recaudadores de impuestos habían planeado hacerse de ese aumento, porque se negaban a dar un comprobante de pago. Cualquiera haya sido el motivo, el aumento enfureció tanto a los residentes, que durante días se manifestaron hasta que el gobierno local los apoyó y abandonó la medida.
Se produjeron protestas similares en todo el país debido a que la economía se ha desacelerado, lo que subrayó los problemas económicos que sufre la gente en algunas de esas zonas.
Que en Zhili no haya que pagar ese aumento de impuesto resuelve poco el problema de Song: el precio del alquiler casi se duplicó en dos años. Mientras tanto, cayó la demanda de los abrigos de invierno que él fabrica debido a la inflación, al clima inusualmente templado y a una posible desaceleración económica. Cuando en enero Song vuelva a Henan, su provincia natal, buscará un lugar más barato para su taller. La ciudad creció mucho gracias al creciente comercio interno, lo que atrajo chinos provenientes de la provincia vecina Anhui. Pero con la competencia subieron los alquileres y los costos laborales, lo que provocó una ola de emigración.
Zhang Xiaobo del Instituto Internacional de Investigación de Política Alimenticia, dijo que esa ida y vuelta de residentes forma parte del orden natural de la maduración económica en China. El futuro para esos talleres familiares es mudarse a Anhui, donde el gobierno local está ofreciendo incentivos fiscales y Zhili será el centro de logística, señaló. Mientras tanto, las fábricas más grandes de Zhili subirán de categoría.
Guo Hong cuenta que está invirtiendo en innovación para luego aplicarla a su compañía Huzhou East Knit Dress Co. y subir en la cadena de valor. Hasta ahora copia diseños de revistas de moda europeas o coreanas. Pero los consumidores chinos se volvieron más exigentes, por lo que no le quedó otra opción más que fortalecer el área de investigación y desarrollo. Si los productos son buenos, se venden, comentó
A medida que la economía china madure, necesitará a Song y Guo, pero no en el mismo lugar. China, el taller del mundo, está cambiando, y las tensiones de ese movimiento de personas probablemente se intensifiquen antes de estabilizarse.
