Hasta hace poco, la economía se aceleró hasta el 10% al año. Eso ya acabó. Esto se debe en parte a que los datos demográficos han cambiado. La fuerza laboral ha comenzado a contraerse y la avalancha de migrantes internos se ha ralentizado. Conforme suben los salarios, se fortalece el renminbi y se detiene la demanda internacional, la industria manufacturera se vuelve cada vez menos importante para la economía. En la nueva China, las exportaciones netas ya no contribuyen en absolutamente nada al producto interno bruto.
Los tecnócratas lo saben. Están tratando de guiar el crecimiento ligeramente hacia abajo, limitando el crédito cuando pueden, y abriendo la llave cuando se empiezan a preocupar. El año pasado, el crecimiento probablemente estuvo por debajo del 7.5%, su ritmo más lento en 25 años. Este año, podría bajar aún más. En pocos años, China probablemente estará creciendo a 6.5% y eso es si no ocurre algún tipo de crisis sistémica.
Una segunda característica de la nueva normalidad es la deflación, o más bien una inflación muy baja. Después de años de preocupaciones por el aumento de precios, las autoridades chinas ahora tienen los mismos problemas deflacionarios que padecen todos los demás. El año pasado, la inflación de precios al consumidor cayó muy por debajo del 2% Ésa fue una de las razones por las que en noviembre el banco central actuó enérgicamente y recortó las tasas.
La debilidad de los precios se debe en parte a los bajos precios de las materias primas, incluyendo el petróleo. Sin embargo, eso es un argumento un tanto circular ya que los precios mundiales de las materias primas han caído en respuesta al debilitamiento de la demanda china. De igual importancia es la sobrecapacidad crónica de gran parte de la economía china, especialmente del sector estatal. Muchas empresas de propiedad estatal se mantienen artificialmente con vida. Así que las plantas siderúrgicas producen acero que nadie quiere y las fundiciones producen cobre que nadie puede usar. También hay un exceso de capacidad en el sector de la vivienda, razón por la cual los precios se desvanecieron el año pasado.
Una tercera novedad es el cambio en el equilibrio entre las diferentes partes de la economía. Mientras que el sector estatal es un freno para el crecimiento, el sector privado es un acelerador. A gran parte del sector privado le cuesta trabajo obtener crédito. La deuda, sin embargo, todavía está creciendo más rápidamente que el PIB ya que el crédito lo absorben los rincones menos productivos de la economía estatal.
Al mismo tiempo, hay señales de un reequilibrio ya muy esperado. En el año 2013 los servicios representaron por primera vez una mayor proporción de la producción que la manufactura.
El truco para las autoridades chinas será transferir recursos del sector público al sector privado. Más empresas como Alibaba, menos chimeneas. "El crecimiento económico ya no sólo se trata de construir cosas. Se trata de la eficiencia", dice Arthur Kroeber, director de GaveKal Dragonomics en Beijing. Suena fácil, pero significa dislocación y reformas dolorosas. La nueva normalidad china es un viaje desde aquí hasta allá.
