
Muchos bancos centrales de todo el mundo siguen de cerca la evolución del dólar estadounidense, a la espera de que recupere impulso y ayude a estimular sus alicaídas economías mediante una poderosa herramienta de estímulo: la depreciación cambiaria.
Más que nunca los países dependen de las monedas débiles para impulsar sus perspectivas de crecimiento en un mundo de tasas de interés globales bajas. Sin embargo, ese mecanismo se vio afectado por el retroceso del dólar, golpeado por los datos económicos débiles que complicaron la definición del momento que elegiría la Reserva Federal estadounidense para la eventual suba de las tasas para préstamos.
Janet Yellen, la presidenta de la Fed, señaló la semana pasada que era "adecuado" subir la tasa. Pero después de las malas cifras económicas, aseguró, la expansión de la economía probablemente sea modesta.
A menos que haya señales de hay un repunte más sostenido de la economía norteamericana, una depreciación de la moneda de reserva del mundo probablemente complique la política de muchos bancos centrales. Si disminuye el estímulo de los tipos de cambio débiles porque cae el dólar, los factores locales podrían impedir que los bancos centrales recorten más las tasas. El dólar subió en los últimos días; trepó 4,2% en siete jornadas bursátiles.
"A muchas economías abiertas les gustaría que el dólar haga parte de su trabajo a través del canal cambiario", contó Matthew Cobon, administrador de fondos en Columbia Threadneedle. "Eso estaba funcionando, pero comenzó a titubear".
Noruega, Canadá, Australia y Nueva Zelanda son algunos de los países cuyos bancos centrales están en el sendero del ablandamiento monetario pero preferirían un dólar norteamericano más fuerte como ayuda para evitar que se desacelere la actividad económica. El Banco Central de Australia recortó su principal tasa de referencia en febrero, y volvió a hacerlo este mes a 2%, mientras que en su minuta señaló que se guardaba el derecho a bajarla de nuevo.
Eso quizás sea bueno para subir el índice de inflación, pero se arriesgan a impulsar su mercado inmobiliario, que ya está recalentado en sus principales ciudades. El Banco de la Reserva de Nueva Zelanda enfrenta un problema similar. "Los mercados de viviendas tienen precios que suben rápido y en forma especulativa", explicó Paul Lambert, director de divisas del fondo Insight Investment, de BNY Mellon. "Un ablandamiento encendería esos mercados".
Australia y Nueva Zelanda, también afectados en sus exportaciones por el impacto de la desaceleración de la economía china, están analizando medidas para contener sus mercados de viviendas. Si lo logran, "estarían libres para actuar en pos de aflojar la política monetaria", señaló Ian Stannard, director de estrategias con tipos de cambio en Morgan Stanley.
La otra opción es entrar en una "guerra de monedas" y hacer bajar sus respectivos dólares. Los acuerdos cambiarios trataron de alinear los intereses de los bancos centrales. El último de esos pactos fue más bien pobre. Los presidentes de las entidades se negaron deliberadamente a apuntar a sus monedas.
Stephen Gallo, director europeo de estrategias con tipos de cambio de la división de mercados de capitales en Bank of Montreal, sostuvo que el Banco de Canadá, que recortó las tasas en enero por primera vez en casi cuatro años, no quiere que se crea que su objetivo es tratar de debilitar el dólar canadiense. "Pero el operador cambiario promedio y el operador de bonos canadiense sabe que tiene una política implícita de evitar que suba," agregó. Canadá, sostuvo Gallo, está "acorralado". Golpeado por los débiles precios del petróleo en los últimos doce meses y con déficit comercial, está tratando de reequilibrar su economía con nuevos mercados de exportación. El Banco de Canadá depende de un rebote en Estados Unidos.














