

La primera escuela sustentable de la Argentina fue construida con unas 25 toneladas de residuos y tiene la capacidad de autoabastecerse con energía solar y agua de lluvia. Sin estufas ni aires acondicionados, los alumnos de esta institución educativa de Mar Chiquita van a estudiar durante todo el año en un ambiente con una temperatura de entre 18° y 25°, y trabajar en una huerta orgánica, regada por las aguas grises que se generan en el mismo edificio.
Ubicada a 25 kilómetros de Mar del Plata, la escuela N°12 de Mar Chiquita solía funcionar en un predio tradicional, ladrillo a la vista con un asta al frente, sobre la ruta provincial 11. Pero, desde el pasado 17 de abril, la comunidad educativa se mudó a un edificio de unos 300 metros cuadrados cercano al mar, definido como "Earthship" o "Nave Tierra", concepto que ideó el estadounidense pionero en construcción sustentable Michael Reynolds, director de Earth Biotecture.
Reynolds pasó por la Argentina a supervisar cuando comenzó este proyecto. El impulso y la gestión local la dio Tagma, una ONG uruguaya que busca crear una red de escuelas sustentables en América latina y, en 2016, ya había inaugurado la primera de su tipo en la región, en Jaureguiberry, un pueblo situado en Canelones, Uruguay.
El concepto arquitectónico de Reynolds se basa en la utilización de materiales reciclados, abastecimiento con energía solar, acondicionamiento térmico pasivo, cosecha y reutilización de agua de lluvia y producción orgánica de alimentos. Construido en 45 días por 400 voluntarios de todo el mundo, en este edificio vivo estudian ahora unos 70 alumnos de primaria con la modalidad del "multigrado" y, dentro del plan curricular de la escuela, se trabajan contenidos sobre ecología para que ellos mismos comprendan y expliquen cómo funciona su particular colegio.
Utilización de materiales recicladosLa escuela fue construida con 2.000 cubiertas de autos usadas, 10.000 botellas de vidrio y de plástico, 14.000 latas de aluminio y 200 metros cuadrados de cartón que los propios alumnos juntaron durante los últimos dos años. En total, se trata de unas 25 toneladas de basura, que representan el 60% de los materiales utilizados en el proceso. El 40% restante fueron cemento y madera.Fuente solar
La escuela tiene un sistema energético fotovoltáico con 18 paneles solares de 250 watts cada uno, emplazados en todo el frente. Estos podrán reciclarse para fabricar nuevos al término de su vida útil, que dura entre 25 y 40 años.
Por otro lado, la orientación norte y la inclinación están pensadas para aprovechar al máximo la luz solar, incluso y sobre todo durante las vacaciones de verano, cuando el edificio recibe la mayor cantidad de energía del sol.
Cuentan también con un banco de cuatro baterías para dar dos días de soporte a la escuela en caso de cortes de energía.
A diferencia de la escuela sustentable de Uruguay, que tiene completa autonomía respecto de la red eléctrica nacional, la argentina sí está conectada y tiene un inversor de ida y vuelta. Desde Tagma, cuentan que esto se debe gracias a la Ley de Generación Distribuida promulgada recientemente en el país, que habilita la microgeneración, es decir, que el edificio pueda volcar energía excedente a la red y, en caso de necesitar, se tome energía también, pero generando un equilibrio entre el consumo y lo que proporciona la red.
"Es una decisión estar conectados y tiene que ver con equilibrar, dando y tomando energía para no siempre depender de baterías, que tienen una vida útil corta", explica Martín Espósito, coordinador General de Tagma y fundador del proyecto "Una Escuela Sustentable". Y añade: "En Uruguay, hace un año estamos pidiendo que se den las condiciones (legales) porque queremos que pase lo mismo".
La iluminación de la escuela es LED y, en el plan curricular, se trabaja para aprovechar y cuidar los recursos al máximo.
Acondicionamiento térmico pasivo
A través de este sistema, se busca que el edificio se refrigere sin necesidad de ventiladores o aires acondicionados y tenga una temperatura constante de entre 18° y 25° durante todo el año.
"Esto también se logra con orientación norte casi completa", cuenta Espósito, y detalla que el frente está vidriado con DVH dobles de una pulgada de espesor con cámara de aire en el medio, que aíslan el edificio y evitan la pérdida de temperatura. La escuela recibe el calor del sol y lo retiene desde su frente. Todo el aire caliente tiende a concentrarse en el invernadero que, en su parte superior, cuenta con tres compuertas y por convección, el aire caliente sube y deja lugar para que el frío entre al edificio.
Del otro lado, la cara sur está cubierta por un terraplén. Los vientos más fríos entran por ahí, la masa de tierra baja unos 10° la temperatura ambiente y el aire entra fresco al edificio a través de tres tubos de ventilación dispuestos en las aulas, que se abren o cierran para regular el clima del interior.
Cosecha y reutilización del agua de lluvia
Sobre el terraplén, bajo techo, 10 tanques recolectan agua de lluvia, con capacidad de almacenamiento total de 28.000 litros.
El agua de lluvia entra a un sistema organizador con tres filtros de partículas, y después va a uno cerámico. El resultado de este proceso se divide para diferentes usos: consumo humano, lavado de manos (hay tres lavados), ino-doros y riego de la huerta.
La bomba que hace circular el agua por baños y riego está potenciada por la energía que captan los paneles solares.
En cada baño, se potabiliza una canilla. Las aguas grises van a unas piletas, pasan por celdas de recepción con piedras que toman los restos sólidos suspendidos y se dirigen al invernadero, donde circulan 15 minutos por hora para oxigenar la huerta y donar nutrientes a las plantas.
Por otra parte, cuando el ino-doro bombea, mueve unas celdas y se lleva el agua a unas cámaras sépticas, en las que la materia sólida queda en el fondo y la líquida sube y va a humedales contenidos que tienen plantas purificadoras, donde termina el proceso de limpiado.
En cuanto a su infraestructura, la escuela cuenta con tres salones grandes, un invernadero y un baño (con tres lavabos y tres inodoros). Dentro de los próximos meses, se va a construir una biblioteca, una cocina y un salón de usos múltiples para complementar al edificio, continuando con la premisa de lograr un equilibrio energético que tienda al ahorro.
Respecto de los costos, Espósito comenta que el valor del metro cuadrado oscila entre u$s 1.500 y 1.700, teniendo en cuenta todo el proyecto. Dirigido por Tagma, con el apoyo de la ONG local Amartya y bajo la supervisión del mismísimo Reynolds, el proyecto fue financiado por sectores tanto públicos como privados. Unilever, Direct TV y Disney son algunas de las empresas que apoyaron la iniciativa.
"El terreno lo puso la Gobernación y no hay una monetización exacta, porque hubo muchas donaciones, pero esto hubiera tenido un costo de unos u$s 450.000. El 40% de los aportes vinieron del sector público y el 60%, del privado, dentro del cual, el 55% lo puso Unilever a través de la marca Ala", explica Karen Vizental, vicepresidente de Comunicaciones Corporativas y Sustentabilidad de Unilever Latinoamérica y Cono Sur.
"La escuela tiene que ver con fomentar el crecimiento y la interacción dentro de la comunidad, porque, tanto en Uruguay como acá, gran parte de quienes viven en estos lugares colaboraron", cuenta la representante de la empresa, que ya había sponsoreado a la escuela sustentable en la otra orilla del Río de la Plata.
Con la mirada puesta en ampliar la red eco-educativa, desde Tagma cuentan que ya están trabajando en las próximas escuelas sustentables del continente.
"El objetivo es que haya una escuela pública de este tipo en cada país de América latina, que el programa crezca, que las escuelas se vinculen entre sí y, a partir de eso, poder trabajar en políticas publicas", afirma Espósito, y adelanta que los próximos proyectos apuntan a construcciones en Bolivia, Chile, Brasil y Puerto Rico.










