En una época marcada por la búsqueda constante de libertad personal, la frase “haz lo que quieras” se repite como un mantra casi automático. Sin embargo, para el neurocientífico Mariano Sigman, esta expresión no encierra la independencia que parece prometer; más bien revela las limitaciones internas y biológicas que condicionan cada una de nuestras decisiones.
En su participación en el ciclo Aprendemos Juntos de BBVA, Sigman, físico y doctor en neurociencia con amplia experiencia en la educación y la comunicación humana, ha dedicado buena parte de su trabajo a explorar cómo las palabras moldean nuestra mente y nuestra realidad.
Según él, el modo en que nos hablamos y hablamos a los demás no es accesorio: es constitutivo de nuestra experiencia vital.
La mente y el poder de las palabras
Para Sigman, el lenguaje no es sólo un medio de comunicación, sino una herramienta que estructura el pensamiento, condiciona la memoria, la percepción y hasta la toma de decisiones más íntimas. En un reciente podcast, el científico explicó que las palabras que una persona se dice a sí misma “construyen tu realidad” y que muchas de las narrativas mentales que repetimos se convierten en profecías autoimpuestas.
Desde esta perspectiva, la frase “haz lo que quieras” deja de ser una invitación radical a la libertad para convertirse en un espejo de cómo las personas se engañan sobre sus propias restricciones internas. Si alguien responde con esa frase sin una reflexión profunda, está proyectando una ilusión de autonomía que en realidad está condicionada por miedos, hábitos y creencias arraigadas.
Esta idea conecta con una de las tesis centrales de Sigman: el lenguaje que usamos, internamente y con otros, no sólo describe la realidad, sino que la moldea y limita. El neurocientífico subraya que repetir historias de incapacidad (como “no puedo hacerlo”) no es un simple pensamiento trivial: es una profecía que se implementa en la mente.
Por qué el “haz lo que quieras” no es libertad
Aunque a primera vista suene emancipador, Sigman sostiene que el llamado “haz lo que quieras” no otorga libertad real porque ignora la complejidad del cerebro humano. Según investigaciones en neurociencia cognitiva, nuestras decisiones no emergen de un “libre albedrío” absoluto, sino de un entramado de experiencias, emociones y estructuras neuronales que condicionan cada elección.
En entrevistas y charlas, Sigman ha señalado que el cerebro es capaz de cambiar, pero sólo cuando hay un reconocimiento honesto de nuestras limitaciones internas y una predisposición a transformarlas. Esto implica que la frase “haz lo que quieras” es útil sólo si precede a una reflexión crítica, no como conclusión en sí misma.
De hecho, en el mismo sentido, comenta que aspectos como la disposición para aprender o la autocompasión influyen profundamente en la salud mental y en la calidad de las relaciones humanas, y no pueden resumirse en una libertad sin matices.
Entre conversaciones, narrativas y decisiones
Sigman también destaca con insistencia el papel de la conversación y el diálogo en el pensamiento humano. En su obra y en diversas entrevistas explica que las conversaciones, con otros y con uno mismo, ayudan a aclarar el pensamiento, ya que obligan a poner en palabras lo que, de otra forma, permanece confuso o implícito.
Por ejemplo, el neurocientífico señala que cuando las personas hablan con sinceridad y apertura, no sólo comparten información: crean realidad juntos. En ese sentido, la frase “haz lo que quieras” puede convertirse en una barrera si se utiliza para eludir conversaciones profundas o para justificar una actitud pasiva frente a los propios desafíos.
En otros contextos, Sigman ha explicado que el lenguaje no sólo influye en la autoestima y la percepción personal, sino que puede modificar nuestras relaciones y nuestra salud psicológica. Palabras como “te quiero” no son meras etiquetas afectivas, sino eventos que “construyen la realidad del que escucha y del que habla”.
Qué propone Sigman sobre la libertad
Más que negar la posibilidad de tomar decisiones, Sigman invita a repensar la forma en que se construyen esas decisiones. La verdadera libertad —desde su visión científica y humanista— no es la ausencia de condicionamientos, sino la capacidad de reconocerlos, deliberarlos y transformarlos a través del lenguaje y la reflexión consciente.
Para él, frases como “haz lo que quieras” pueden ser trampas verbales que ocultan la complejidad del pensamiento humano, si no van acompañadas de un compromiso real con la introspección y el diálogo. La libertad no es un grito aislado, es un proceso de autoconocimiento que se construye palabra a palabra.
En definitiva, Sigman propone que las palabras no son decorativas: son acciones que configuran la mente, y entender cómo operan es la clave para acercarse a una libertad más profunda que la que promete la simple expresión “haz lo que quieras”.