Uno de los aspectos más notables del Gobierno en los últimos tiempos es su capacidad para generarse frentes de conflicto innecesarios mientras arrecian las dificultades en el universo de la economía real. Ayer alumbró el insólito pedido de 32 datos para los argentinos que quieran viajar al exterior.
Como si no bastaran las restricciones para comprar los dólares necesarios para cualquier viaje, ahora se agregan algunas perlas burocráticas como el millaje de los pasajeros, la cantidad de veces que perdieron un vuelo o las valijas que planean llevar en el trayecto.
La novedad de la AFIP, comunicada sin anuncio previo a través del boletín oficial, le sumó fastidio a buena parte de una sociedad lo suficientemente agobiada por la suba permanente de los precios, el freno del consumo y por la caída del empleo. Además, agrega otra dosis de control asfixiante llamado a repetir un esquema económico cada vez más burocrático y menos eficiente.
El tiempo del Gobierno se consume en maniatar las fuerzas del aparato productivo. Controles, planillas, castigos. Allí están las razones que le dan cuerpo a la crisis recesiva que vive la Argentina, mucho más por errores propios que por conspiraciones ajenas.