Durante el período en que enfrentó la acción conjunta de los opositores para debilitar y finalmente derrocar al gobierno de Dilma Rousseff, el PT vio crearse en su contra un ambiente político-social de catástrofe inminente, catalizada al final por los hallazgos de la Operación Lava Jato, que sumado a la recesión del 2015-2016 logro desarticular cualquier posibilidad de vuelta al poder del partido fundado por Lula.
Pero la idea principal de muchos de los liderazgos políticos históricos de Brasil, y principalmente de los múltiplos "partidos fisiológicos de centro-derecha", que repitieron incansablemente un latiguillo que rezaba "cualquier cosa menos el PT", terminó por no beneficiar a sus creadores.
El conteo de votos de 2018 trajo a Jair Bolsonaro a la presidencia, un liderazgo político "outsider" de las esferas políticas tradicionales de Brasilia, y no a algún candidato más representativo de la amplia alianza que apoyo el juicio político a Dilma en el año 2016. De hecho, el núcleo político del gobierno de Michel Temer (PMDB-PSDB) salió debilitado de las urnas en el 2018 luego de haber llevado adelante una serie de medidas políticas y económicas vitales para la recuperación brasileña pero que en muchos casos fueron impopulares frente a la sociedad.
Sin embargo, ahora, el clima político en Brasil es similar. Pero, de nuevo, quienes más agitan fantasmas en el ámbito "psicosocial brasileño", lo que los militares llaman "guerra psicológica adversa", no parecen estar en condiciones de cosechar los frutos, ya que el PT, liderando un movimiento de olas de opinión pública en contra de Bolsonaro es solo relativo. Quien, hasta ahora, ha recogido los dividendos de "todo menos Bolsonaro" es Luiz Inácio Lula da Silva, pero esto no significa que el partido y hasta su líder vaya a poder facturar esta ganancia.
La razón es obvia. Lula es la antípoda de Bolsonaro, este último fue elegido en la marea para "evitar el regreso del lulo-petismo a Brasilia" hace 3 años. Y si hoy, según dicen las encuestas, Bolsonaro no empieza bien parado este año electoral crucial para su futuro político, ¿dónde mirará el votante de centro en primer lugar? En el vaivén del péndulo, al otro producto conocido, el principal competidor, que le disputa las grandes tajadas de mercado...Lula sería la respuesta.
Recordemos que en 1984, cuando ocurrió la derrota en el Congreso en Brasilia del movimiento por la vuelta a la democracia "Diretas Ja", el paso siguiente del movimiento político que buscaba acabar con el régimen militar confluyó naturalmente en el PMDB, que se erigió como la opción democrática frente al Gobierno Militar y al ARENA, siendo un espacio político más cercano al régimen. Y así nació la Alianza Democrática de Tancredo Neves y José Sarney, en un marco pendular hacia un proceso de aceleración de la apertura democrática, negociando la entrada de liderazgos conservadores regionales y sin romper con el marco de transición política pactado con el régimen militar a través de un proceso de elecciones indirectas.
De ahí que muchos, al analizar los pasos que Lula viene dando desde su libertad el año pasado, lo ven empeñado en evitar sorpresas, intentando construir una "operación-Tancredo" para lograr salir ungido dentro de una amplia alianza política anti-Bolsonaro. Su discurso busca consolidar frente a la política brasileña la idea de que solo él es capaz de liderar una especie de Alianza Democrática 2.0, siempre partiendo de la premisa que la política brasileña actual es pendular al extremo y que frente a un producto político de derecha como Bolsonaro, solo podría vencer una amplia alianza con Lula como el extremo opuesto del péndulo político.
Pero no todo son rosas dentro del PT frente a esta amplia alianza, ya que fuertes interrogantes se suscitan al interior del Partido de los Trabajadores con respecto al posible programa de gobierno para los próximos 4 años y las fuertes restricciones que impone la construcción de una alianza tan amplia como la que se está intentando construir para octubre.
Lo que se observa en términos discursivos con relación al primer punto, es que el PT cree que no necesitará retroceder en sus ideas socialdemócratas de izquierda, siempre y cuando la evolución del 2022 muestre una profundización del rechazo a Bolsonaro.
Sin embargo, lo que también muestran las encuestas en Brasil, es que pese a la caída de la imagen del presidente y principalmente de su liderazgo frente a la pandemia, la sociedad muestra una significativa aceptación a las ideas que fueron claves en las elecciones de 2018.
Por otro lado, al analizar la lógica histórica de construcción de alianzas políticas nacionales, el PT tiene una mentalidad hegemónica, comprensible por su tamaño y sus resultados electorales en los últimos 20 años, y eso puede ser una debilidad más que fortaleza a la hora de encarar el proceso electoral.
Esa misma visión sesgada y construida a partir de las glorias pasadas es lo que ha llevado en los últimos años al PSDB de Fernando Henrique a diluir sus capacidades electorales y no lograr adaptarse a la nueva realidad política de Brasil. Por su lado, Lula es hiper-flexible cuando se habla de alianzas, pero siempre que sea el comandante. Y es refractario a las alianzas en las que tiene que ceder el mando en favor de un objetivo mayor.
Octubre próximo en este marco nos presenta un escenario fuertemente polarizado hasta el momento, donde Bolsonaro lucha por reconstruir su imagen frente al votante de centro brasileño y maniobrar con una economía que en el primer semestre no debería darle buenas noticias.
Sin embargo, aunque Lula busca construir una amplia alianza anti-Bolsonaro y ser ungido como la respuesta frente a otros cuatro años mas de gobierno Bolsonaro, se encuentra con una sociedad brasileña que sigue reivindicando muchas de las banderas que estuvieron presentes en las últimas elecciones presidenciales y una potencial tercera vía que podría transformarse en una amenaza real si Bolsonaro en los próximos meses deja de ser una opción para la segunda vuelta electoral en Brasil.
Octubre está muy lejos y el péndulo político en Brasil aun esta lejos de definir su posición.