Las expectativas sobre el cambio de rumbo en la política monetaria de la Fed y la caída del precio de las materias primas han generado una importante repercusión en el mercado de divisas a nivel mundial, impactando principalmente en las economías emergentes productoras de materias primas.
En este contexto, el real no ha sido la excepción. De hecho, el tipo de cambio dólar/real ha caído desde mediados de 2014 hasta alcanzar u$s 0,32 por real, el mínimo desde abril de 2003.
El deterioro responde a múltiples causas, entre ellas, la caída en la balanza comercial
-impulsada por la baja en los precios del petróleo y la soja-, las tensiones políticas (Petrobras) y las presiones inflacionarias.
Así, la depreciación del real (efecto cachaça) se presenta como una respuesta a la salida de divisas del vecino país. Esto provoca presiones inflacionarias. De hecho, los precios al consumidor subieron en mayo de este año a 8,76%, excediendo el límite superior de rango meta de 4,5%, por más menos dos puntos porcentuales, por primera vez desde 2003.
Dado este contexto, la suba en la tasa de interés de referencia (Selic) también se suma al ajuste monetario/cambiario que lleva adelante Brasil. Esta medida complica aún más la salida del escenario recesivo del país vecino. El incremento de la tasa de interés -que pasó de su mínimo histórico en 7,25% en abril de 2013 a 13,25% en junio- busca disminuir la tasa de inflación, pero penaliza a la actividad económica.
Según las previsiones del Banco Central de Brasil, se confirmaría el escenario pesimista para 2015. Brasil cerraría con una contracción económica de 1,2%, la peor desde 1990, y la inflación crecería 8,3%, la más alta desde 2003.
Sin embargo, el agresivo endurecimiento fiscal, monetario y cambiario, se consideran que serán claves para recuperar la confianza de los mercados, bajar la inflación y reactivar la actividad en 2016.
El impacto de esta nueva coyuntura en Brasil sobre nuestra economía es considerable. La actual depreciación del real se produce mientras en la Argentina el peso se aprecia en términos reales. De hecho, la devaluación del real acumula un 39% desde julio de 2014, comparado con un 10% del peso en ese mismo periodo. Si a ello se le añade el efecto de la inflación en Brasil del 7% anual contra una del 27% anual en la Argentina, el escenario pone en evidencia la difícil situación de las exportaciones locales, que profundiza la pérdida de competitividad frente al país vecino. Como se aprecia en el gráfico, el tipo de cambio real bilateral alcanzó su nivel más bajo en catorce años. Es vital disminuir la tasa de inflación argentina dentro de un programa económico consistente. Una devaluación aislada solo puede sumar complicaciones. Continuar devaluando el peso por debajo de la inflación seguirá deteriorando nuestro tipo de cambio real y con ello complicando aun más nuestras exportaciones.
Claramente, el rumbo de nuestro principal socio comercial condiciona y acota nuestras perspectivas, complicando (aún más) nuestro ya complejo panorama en materia de competitividad cambiaria.