La Cumbre de París sobre el Cambio Climático (COP 21) finalmente logró un primer acuerdo de importancia política para empezar a poner un freno multilateral al calentamiento global. Establece el propósito de realizar esfuerzos para limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados centígrados en comparación con la era pre-industrial. El acuerdo, pese a contener un número de ambigüedades, es un hito significativo por ser un instrumento jurídicamente vinculante aunque la excepción sean los objetivos de emisión de gases efecto invernadero. El resultado final, que suma promesas sin acciones concretas en términos de aplicación, es un compromiso diplomático que se puede considerar aceptable dadas las enormes diferencias que enfrentaron a los 195 participantes de las negociaciones.
A diferencia del Protocolo de Kioto que solo fue aceptado por 37 países, el acuerdo de París tendría apoyo universal en particular al contar con la firma de los dos principales emisores, China y Estados Unidos. Ese dato marca de por sí un escenario distinto y transmite una señal importante para enfrentar con mayor responsabilidad la problemática de las emisiones de dióxido de carbono. También es un mensaje a los inversores para que concentren esfuerzos en energía limpias y vayan dejando a tras la producción sobre la base de los combustibles sólidos. Básicamente se plantea en el futuro una economía libre de carbono.
El acuerdo prevé un mecanismos conferencias de examen y revisión cada cinco años para analizar el ritmo de cumplimiento de las emisiones declaradas por los distintos Estados (186 ya las han presentado) y, cuando corresponda, considerar las correcciones que puedan ser necesarias. Asimismo se crea un fondo a partir del 2020 para ayudar a los países en desarrollo a luchar contra el cambio climático. Sin embargo, queda pendiente de decisión los montos que deberían aportar los países emergentes. En este punto, las negociaciones continuarán hasta lograr la constitución del fondo de cien mil millones de dólares.
Otra novedad de impacto político es que el acuerdo de París reconoce las "perdidas y daños" provocados por el cambio climático aunque excluye cualquier reclamación por responsabilidades compensatorias. Ese sinceramiento es una cuestión importante para los países en desarrollo. De alguna forma ha sido una primera fórmula para intentar zanjar las diferencias sobre a quienes corresponde mayor compromiso y aporte financiero para luchar contra el calentamiento global.
Para que el acuerdo entre en vigor deberá ser ratificado por 55 países que representen al menos 55% de las emisiones globales de gases efecto invernadero. Un objetivo que no será fácil de conseguir en el corto plazo y que requerirá de grandes esfuerzos diplomáticos. Es de imaginar que los 37 países que son parte del Protocolo de Kioto lo ratificarán a la brevedad. También es de esperar que Argentina y toda América Latina lo ratifiquen con celeridad y se encuentren a la vanguardia de ese esfuerzo diplomático para que el instrumento sea de pronta aplicación universal.