El cooperativismo agrario surgió en las décadas de los 30/40 (etapa de los pioneros, fase laboriosísima de los primeros cultivadores) pero recién tuvo su florecimiento o edad de oro en las décadas de los 50/60 ofreciéndonos su impronta en una extraordinaria transformación sociocultural rural la que fue tan admirablemente inclusiva como redignificatoria del hombre de campo (Vg., consumo, crédito, seguros agrícolas, electrificación rural, etc.).

En los 70 el sector cooperativo agrario ingresa en una gradual y paulatina crisis fundamentalmente a partir de intromisiones dictatoriales propias de la época, desapareciendo en los 90 muchas de ellas y en gran medida por un arrebato de gerentismos, incipiente corporativizarían cooperativa la que hoy ha alcanzado en el sector una inaceptable preponderancia en términos de asociados y consejeros al gobierno, gerentes y asesores al poder, algo que se explica y predice a partir de la escasa o nula presencia de los asociados en la organización y funcionamiento de los órganos cooperativos como por su ausencia en las instancias de participación e irresponsables excesos de confianza con sus gerentes.

Como dijimos, la década de los 90 fue el tiro de gracia para el cooperativismo agrario con la sobreactuación de un neoliberalismo vernáculo.

Hablar del futuro del cooperativismo agrario implica arriesgarse a predecir entre: a) el futuro devenir de la política agraria común europea (PAC), las relaciones entre los EE.UU. y la OMC en el postobamanismo, el futuro del bloque de Brasil, Rusia, India y China (BRIC) del cual, China, según un reciente informe ralentizado por su gobierno, revela que sus tierras en general están contaminadas en un 20% de las cuales, aquellas arables casi llegan a un 17% de dicho porcentaje a raíz de un irrestricto plan de industrialización a partir de los 70, el abuso de substancias químicas en el laboreo agrícola territorial y la ausencia de políticas ambientales apropiadas y, b) entre nosotros, la suerte del Mercosur y de la Mesa de Enlace, etc.; todo lo cual torna más osado y temerario ingresar en el terreno de predicciones o arriesgarse a predecir los futuros derroteros agrícolas argentinos.

Preconclusivamente, cuando el mayor sojero nacional indirecto y ambientalmente irresponsable resulta el propio gobierno nacional con cuestionadas retenciones del 35% (no coparticipadas), cuando los productores denuncian que el margen o brecha entre el precio al productor y el precio al consumidor es muy alto, en casos, escandaloso; cuando los injustificados incrementos en los gastos de insumos, producción, transformación, comercialización y exportación de sus productos reduce o anula la viabilidad de múltiples y diversas explotaciones agrarias, tradicional y complementariamente sustentables, resurge entonces una enorme ventana de oportunidad para un renovado y auténtico cooperativismo agrario.

Finalmente esto es así en razón de que las finalidades cooperativas, excluyen la intermediación y el lucro y, simultáneamente, pueden articular escalas de envergadura más que considerables para que los beneficios sean capitalizados privilegiadamente por los productores y los consumidores cooperativizados mediante su máxima proximidad e interactuación relacional con la plena utilización de los últimos recursos en materias de tecnificación y conocimiento para que el desarrollo humano recupere gradual y paulatinamente tanto el valor de las injustas e impropias retenciones aludidas como también, y desde el campo, toda su esperanza, promisoriedad, comunidad, atracción y bienestar en la misma medida que les fueran arrebatadas por extraños recurrentes de la argentinidad.