Se venía sosteniendo que la corrupción en gran escala era patrimonio de países pobres o de mediano crecimiento o con carencias de financiamiento. Pero los hechos demuestran que la realidad no se corresponde con aquel supuesto. No hay fronteras, no hay límites . En Corea del Sur, onceava potencia económica mundial y cuarta en el Asia, un león en el comercio mundial,se ha condenado a 5 años de prisión al millonario heredero del conglomerado industrial Samsung, Lec Jac-yong. Así las cosas, una estructura de poder político que favorecía el fortalecimiento de los grandes conglomerados industriales del país, se deshilacha.
¿Cuál fue el delito? El empresario sobornó a la mano derecha de la ex-presidenta Park Geun-hye para que el Estado aprobara la fusión de dos filiales de Samsung. La Justicia actuó pronta y fríamente y encarceló a la ex-presidenta, a su colaboradora cercana y a otros funcionarios de primer nivel. ¿Cómo el hombre de Samsung tentó al máximo poder? Pagando casi u$s 6 millones debajo de la mesa para financiar la formación de una hija de las involucradas para formarla y consagrarla como una gran jinete, lujo excesivamente caro en Corea. Pero los regalos totales en negro del conglomerado para conseguir sus distintos objetivos llegaron, en realidad, a los u$s 36 millones, en la administración política castigada.
La Justicia actuó con lentitud hasta que fue presionada por manifestaciones populares. La encabezaban dirigentes juveniles cuyo argumento se basa en el cansancio por estas prácticas ilegales donde el Estado siempre actuó en defensa de los grandes grupos económicos a quienes perdonó serias ilegalidades. La bandera de lucha fue basta de trampas a espaldas de las cuentas claras. Una bofetada a un Estado que venía negando maniobras sucias e innumerables mentiras.
Las marchas fueron frecuentes y ardorosas como para hacer temblar la estantería económica del país. Porque, como se sabe, el ritmo de los negocios de las más grandes empresas de Corea (Hyundai, Samsung, LG y grupo SK y todas sus divisiones y subdivisiones) es superior al 45% por ciento del Producto Bruto Interno del país.
Esta historia, que es paralela a la brasileña Obredecht que pagó coimas para conseguir trabajos importantes en América Latina y sobornó a diestra y siniestra, afecta de lleno un esquema económico-productivo que se estructuró después de la empecinada guerra entre el Sur y el Norte de esa península entre 1950 y 1953.
Aquel fue el primer gran enfrentamiento de la Guerra Fría. El Sur con ayuda de Estados Unidos y las Naciones Unidas, el Norte, comunista, con el respaldo humano y bélico de la China de Mao y el Kremlin moscovita.
Fue tal la irrupción gigantesca de los comunistas que el jefe estadounidense, Douglas Mac Arthur, desesperado, pidió autorización para tirar bombas atómicas, igual o más poderosas de las que habían arrojado en Hiroshima y Nagasaki.
Washington lo destituyó de inmediato y con el tiempo los contendientes trazaron un límite que vienen respetando. Hoy, Corea del Norte, nación pobre y dependiente de Pekin está en manos de un caprichoso y envalentonado usuario de peligrosa cohetería. Su nombre: Kim-Jong-un.
La milenaria Corea tuvo, desde el Norte hasta el Sur, una historia trágica a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Fue ocupada por Japón desde 1910 hasta finales de la Segunda Guerra. Ofició de proveedora de alimentos, carbón y otros minerales y, especialmente, de mano de obra esclava. Este esquema llevó también a utilizar a las mujeres coreanas como esclavas sexuales para cumplir su cometido en los campamentos militares nipones en toda el Asia durante el conflicto bélico contra Estados Unidos. Japón siempre consideró a los coreanos de segunda clase y nunca otorgó credenciales ciudadanas a los que llevó al archipiélago como trabajadores sin paga a lo largo de las décadas.
Cuando llegó la paz, en 1953, poco a poco Corea del Sur le dio importancia especial al estudio y a la formación de cuadros técnicos, se puso especial énfasis en la solidaridad social, la búsqueda de orden social y político y la población adoptó a pié juntillas los viejos preceptos asiáticos de Confucio: esfuerzo y respeto a las jerarquías. Base esencial para crear empresas y ofrecer trabajo. En Occidente no hubiera sido fácil trasladar este encuadre de vida porque los principios son otros. Los cimbronazos financieros de fines del siglo XX dañaron mucho los cimientos de ese modo de vida en la península.
Al mismo tiempo que Japón ingresaba en la década del 50 a la producción intensiva que le permitiría erigirse en potencia, Corea adoptó con apoyo político y financiero del Estado el esquema del Chaebol. Fue un modelo proteccionista basado en grandes conglomerados industriales y familiares que lograron un amplio desarrollo tecnológico, en la siderurgia, en la industria naval y automotriz, en la electrónica. Más la expropiación de negocios extranjeros.
Hubo, sin duda, paralelamente a un crecimiento económico y un mejoramiento en la calidad de vida admirable una correlación o una complicidad con el poder político. Hubo, entre ellos, un puente directo, sin intermediarios. A tal punto que muchos destacados ejecutivos recalaron en la presidencia de la Nación. Hubo, sin embargo, dos importantes intervenciones militares en esas décadas. Una de ellas se prolongó 18 años.
Pero los chaebol, a fin del siglo XX se endeudaron más de la cuenta. En la crisis financiera de 1997 KIA automotores quebró y el grupo Daewoo declaró su final. Hyundai se hizo cargo de KIA pero los conglomerados comenzaron a achicarse, a desinvertir, a vender filiales.
Ya entonces el periodismo, más el enojo social puso en evidencia actos condenables de corrupción.
Así, la sentencia de Lee-Jae-yong, heredero del emporio Samsung bien pudo ser un final previsto hace tiempo.