"Que no me vengan a decir que no se puede". La frase, perteneciente a Javier Milei, se recordó en las huestes libertarias cuando desde el Indec se daba a conocer el dato del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de julio. En definitiva, supone un logro para la estrategia oficialista el haber quedado por debajo del 2% luego de un mes en el que el dólar oficial subió 13% y, en plena carrera electoral, registrar el menor nivel del IPC núcleo desde enero 2018 con el 1,5%. Sin embargo, las palabras se remontan exactamente dos años atrás, cuando subido al escenario montado en el Hotel Libertador, el líder libertario celebraba alborozado la victoria en las elecciones primarias que, luego de otros dos pasos por las urnas, lo llevarían a la Presidencia de la Nación. Por entonces, Milei apuntó contra la casta y las deficiencias de modelos que, enumeró, provocaban déficit fiscal, crisis de endeudamiento, defaults, emisión, hiperinflaciones, suba de impuestos y mayor pobreza, entre otros males. Y tomó la bandera de la lucha contra la inflación como un mandato social, al que subordina todas las decisiones del plan económico que lleva adelante Luis Caputo, inclusive las de la evolución de la actividad y el empleo. Dos años pasaron y la inflación, que por entonces aceleró su marcha hasta cerrar el año con un 25,5% mensual, marcó ahora un 1,9%. Todo mientras el dólar, que para aquel 13 de agosto se vendía a $ 1340 en el mercado paralelo, hoy se consigue en los bancos al mismo o menor precio. Pero el lunes, el Tesoro tendrá que desembolsar $ 6 billones para atender el vencimiento de títulos públicos que no logró renovar en la última licitación, pese a ofrecer tasas que alcanzaron hasta el 69%. Aunque ya el director del BCRA, Federico Furiase, anticipó que ese día habrá una nueva licitación del Tesoro para absorber los pesos vía aumento de encajes remunerados. Y en dos semanas deberá afrontar otro desafío similar, cuando venzan otros $ 13,8 billones. Una situación que abre la posibilidad de una mayor presión sobre el tipo de cambio, más allá de la necesidad de liquidez y los pesos que terminen en los encajes bancarios. Pero, sobre todo, que amenaza con extender un escenario de alta volatilidad en las tasas, que complica el acceso al crédito y, por ende, la evolución económica. Sin embargo, la estrategia está definida para este año y el Gobierno prefiere pagar el costo de un enfriamiento de la actividad antes que tentar una suba de precios mientras pasa por las urnas. Y es que sabe que sin un buen resultado electoral, la segunda etapa de la gestión no será posible. Pronto deberá dejar atrás el tiempo la recuperación para atender la demanda social de crecimiento económico. Y en su hoja de ruta, ello requiere de avanzar en las reformas estructurales que atraigan la inversión y activen la generación de empleo. Hace dos años, Milei ganó las primarias pero la falta de candidatos fuertes en todo el país lo dejó luego sin la chance de sumar mayor poder en el Congreso. Hoy tiene una fuerza nacional y el desafío de refrendar en el voto su intento de domar a la economía con una deuda que pesa.