El esfuerzo monetario del Banco Central de la República Argentina (BCRA) no está siendo anti-inflacionario. La dominancia fiscal sobre la política monetaria es excesiva y la igualación de las Lebac y Nobac con las reservas internacionales netas le está dando la bienvenida al déficit cuasi-fiscal, otro nuevo factor de inflación.
No hay que confundirse con la aparente expansión moderada de la base monetaria, que muestra una variación interanual del orden del 20%. Por un lado, la asistencia del BCRA al sector público (sin duda, la emisión más dañina) se triplicó en el primer semestre de 2014, totalizando más de 110.000 millones de pesos durante los últimos 12 meses, que representa el 35% de aumento sobre la base monetaria de un año atrás. Por otro lado, los instrumentos de regulación monetaria (las Letras y Notas del BCRA) crecieron más del 75% el último año y empezaron a superar a las reservas internacionales netas de los depósitos en cuentas corrientes que recibe el BCRA en otras monedas. Por lo tanto, es mucho más realista considerar la variación interanual de los pasivos monetarios (incluyen la base, los pases pasivos, las Lebac y las Nobac) que la de la base monetaria. Esa expansión ronda el 35% anual y es una mejor referencia inflacionaria.La Carta Orgánica: tarea para el próximo gobiernoAlgunos números nos ayudarán a demostrar el desequilibrio monetario alcanzado en el último lustro. Primero, las Letras intransferibles y los Adelantos transitorios (activos de dudosa calidad) subieron nominalmente casi
$ 500.000 millones, desde un stock a mediados de 2009 inferior a los 100.000 millones de igual signo monetario. Acá tuvo mucho que ver el uso y abuso de las reservas internacionales, aplicadas al dudoso desendeudamiento. Segundo, la emisión monetaria más que se triplicó, al pasar los pasivos monetarios desde los
$ 170.000 millones (junio de 2009) a los casi $ 600.000 millones actuales. Tercero, un lustro atrás no existía financiamiento monetario al fisco, en tanto que las proyecciones más optimistas para el presente año llegan a los $ 150.000 millones de expansión monetaria con destino al sector público. Este tren fantasma monetario lo explica inicialmente los desvíos extraordinarios de la anterior Carta Orgánica y después su cambio (incluida la modificación de la Ley Nro. 23.928) que eliminó fórmula alguna para la determinación de las reservas internacionales y que posibilitó hacer operaciones monetarias sin tener que elaborar, publicitar y cumplir un Programa Monetario. También la distribución de utilidades del BCRA es absolutamente discrecional, aunque el Patrimonio económico del ente rector monetario sea negativo. Está claro, que la nueva Carta Orgánica sacrificó reglas por discrecionalidad, con el agravante que nuestro Banco Central transformó su autonomía técnica en una subordinación política peligrosa hacia el poder ejecutivo nacional. Los resultados de la escribanía están a la vista: inflación, cepo cambiario, dólares múltiples con brecha creciente, recesión económica con más inflación y lo peor, cada vez mayor vulnerabilidad social. Será el próximo gobierno el encargado de restituirle la autonomía en el manejo de instrumentos monetarios al BCRA, para que éste pueda coordinar su accionar en el marco de la política económica nacional. Es malo, tanto un Banco Central autista, como otro subordinado. También, será el próximo gobierno el encargado de evaluar si la Argentina está preparada para administrar la discrecionalidad o si necesita reglas que se expliciten en una nueva Carta Orgánica que resguarde a la institución Banco Central.Lo que no puede esperarCuando se practicó la maxi-devaluación en enero de este año, el ajuste fue parcial ya que los $ 8 por dólar era inferior al tipo de cambio real competitivo del modelo de los superávits gemelos. En el primer semestre de 2014, la inflación se aproximó al 20%, mientras que el tipo de cambio oficial fue casi fijo. Otros ratios encienden la luz de alerta cambiaria, como ser la paridad que respalda la base monetaria, superior a los $ 13 por dólar.
Del lado de la tasa de interés pasiva, desde mediados de abril bajó, desde el 26.5 al 22.5%. Hay, sin duda, exceso de liquidez en el sistema financiero y el BCRA poco hace para revertirlo; bajó los tipos de interés de las Lebac en abril y mayo, puso tasas activas máximas y expandió más del 6% la base monetaria, todo en junio.
La inflación de los últimos 12 meses estuvo entre el 35 y el 40% y el registro de todo este año será similar. Luego, el ritmo devaluatorio y las tasas de interés están muy por debajo de lo que se requiere para sostener el escenario de calma cambiaria, más allá del mandato actual. Nadie duda respecto de algunas tareas que el gobierno saliente debiera hacer; si se consiguen dólares frescos tendrían que ir liberando el cepo cambiario y no deberían distribuir las contables utilidades del BCRA, habida cuenta su patrimonio económico negativo. El riesgo de repetir enero/14 no es menor, y si la autoridad nacional pretende, vía endeudamiento, atrasar los tipos de interés y de cambio, le estaría dejando una pesada herencia al próximo gobierno, después de la sana herencia recibida.