Las encuestas no retumbarán. Esta semana, será el momento en el que el electorado empezará a mirar a su entorno para resolver si cumple con la obligación de votar en las PASO, y resuelve en esta instancia la elección que hará en octubre.

Pero asoma un riesgo nuevo en esta instancia, planeado desde el Frente de Todos: la posibilidad de que haya un manejo del escrutinio de las PASO, para informar más temprano los resultados que favorecen al Gobierno, y dar la sensación de que pueden conseguir un triunfo en los pliegues del nuevo sistema de transmisión de los telegramas.

Si hay una razón por la cual el kirchnerismo dispuso montar un centro paralelo de recuento, es porque saben que no hay sistema perfecto si existe la voluntad política de torcerlo. La larga noche de la elección de octubre de 2015 es la muestra más contundente de lo que puede suceder en instancias críticas, en las que la pelea por el poder puede trasvasar cualquier límite.

La votación había sido organizada por el Ministerio de Justicia, a cargo de Julio Alak, que recibió la misión cuando Florencio Randazzo todavía aspiraba a ser el delfín de Cristina. El comicio transcurrió en un clima de tensa calma, que se agigantó cuando eran más de las 23 y el gobierno seguía negándose a habilitar la difusión de los datos. Recién minutos antes de la medianoche (seis horas después del cierre) en el sitio web oficial aparecieron las cifras de casi 80% de los sufragios emitidos, que estaban cargados pero no publicados. Los números finales dieron lugar a un ballottage entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, y sembraron la sensación de que el kirchnerismo estaba cerca de dejar el poder. Esa percepción fue la que causó el apagón informativo, que se desbloqueó con amenazas de renuncias de los funcionarios que no estaban dispuestos a sostener ni un minuto más la orden de la jefa del Ejecutivo.

El resultado político fue más fuerte que la entretela de ese escrutinio, cuya historia secreta todavía merece ser revelada. Pero mostró que el sistema electoral argentino necesitaba ser modificado para alejarse de las sospechas.

El peronismo y buena parte de la oposición se negó, ya con Macri en el poder, a introducir un cambio más radical, con la adopción del voto electrónico (que ya se usó en Capital Federal y en Salta, y que aplica Brasil con mucha menos controversia). Se prefirió mantener la tradicional boleta de papel, cuya fragilidad es pública y conocida. Su robo alteró la voluntad popular en muchísimas ocasiones.

El nuevo sistema de transmisión de telegramas solo busca darle más agilidad y transparencia al proceso. Pero la comunidad técnica debería ayudar a reforzarlo en lugar de habilitar el retroceso a fórmulas falibles. La metáfora de "más vale malo conocido" no puede ser eterna.