Ayer comenzó la XLII Cumbre de Presidentes del Mercosur, en Montevideo. Y dado el contexto que se ha planteado en los últimos días, habrá dos palabras que sonarán con fuerza en la mesa de reunión de los mandatarios: proteccionismo y reclamo.
Pero para entender el escenario actual, es necesario recordar lo que sucedía años atrás con el bloque entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Luego del "argentinazo" en diciembre de 2001, pensar en una integración subregional era casi utópico. Por ese tiempo, el Mercosur, se mostraba desgastado económicamente y las sucesivas crisis de sus principales socios , Argentina y Brasil, obscurecían aún más el panorama.
Hasta que a fines del 2002, un nuevo camino político comenzaba a dibujarse. Sería con la inminente llegada al poder de Lula Da Silva en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina que el bloque iniciaría un posible proceso de fortalecimiento y profundización. Al menos, eso prometían.
Además, la política de ambos gobiernos se enrumbó decididamente en las arenas de la política internacional, interregional y global, buscando trazar una vía entre el TLCAN-ALCA y la UE.
Así, esta nueva perspectiva comenzaba a sumar adeptos con la llegada de Evo Morales en Bolivia, José Mujica en Uruguay y Fernando Lugo en Paraguay. Y con el apoyo por fuera del bloque de Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador.
Las cumbres del Mercosur eran tema principal en la agenda de los mandatarios y noticia fresca para las portadas de los diarios.
En el caso de Kirchner, el bloque se transformó en un caballito de batalla infalible para su gestión. Más tarde vendría la conformación de la Unasur y la "integración entre vecinos" sería una herencia fundamental para su sucesora, Cristina Kirchner.
Pero hoy, el mapa político-económico del bloque presenta otra realidad. Y por lo que se ha visto en los últimos años, las reuniones de este “órgano superior”, compuesto por cancilleres, ministros de Economía e Industria y presidentes de bancos centrales, no han sido todo lo productivas ni prósperas que al momento de la fundación del bloque, y con posterioridad, se esperaba.
Un golpe de timón
La crisis financiera internacional hizo reajustar la agenda doméstica de cada miembro. La debilidad del mercado estadounidense y europeo hizo que el flujo comercial entre algunos miembros del Mercosur se acrecentara, pero en el medio, aparecieron otros factores que comenzaron a amenazar el ideal de integración.
El protagonismo de Brasil y su expansión económica, la lucha por contener el real, el continuo incremento en el déficit de la balanza comercial con Argentina. A esto se le suma el desembarco de China como uno de los principales inversores en la región y la necesidad bipolar de llamar su atención pero articulando mecanismos de protección para impedir la invasión del "made in Taiwán".
En el caso de Paraguay, el país vecino tiene sobrados motivos para dudar de la validez del Mercosur. Tal como cita el diario uruguayo El País, a las restricciones a las exportaciones que regularmente debe enfrentar Uruguay, se sumaron en los últimos meses los bloqueos en los puertos argentinos a cargas de mercancías que tienen como destino final el Paraguay. Además, el tránsito de energía paraguaya con destino a Uruguay a través de territorio argentino sigue demorándose debido a las exigencias del Gobierno de Cristina, a varios meses de iniciadas las negociaciones.
Por su lado, Brasil viene aplicando sucesivos operativos militares en la zona de frontera que hacen agonizar el comercio en las ciudades paraguayas de la zona. Y del ingreso de productos industrializados paraguayos a los mercados brasileño y argentino ni se hable.
Con estos fundamentos, no sería ilógico aceptar los dichos del vicepresidente uruguayo Danilo Astori, quien días atrás afirmó que el Mercosur atraviesa su “peor momento” y que por ello los socios menores del bloque deben asociarse con terceros para suavizar las consecuencias del proteccionismo de los socios grandes.
Así, el Tratado de Asunción firmado el 26 de marzo de 1991 parece quedar cada vez más en el olvido. El mismo señala que sus Estados Partes decidieron constituir un Mercado Común que implica principalmente la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países miembros del bloque.
En este marco, los Presidentes que conforman el bloque se encontrarán hoy una vez más. Y, según adelantó el Cronista Comercial, el escenario es poco alentador.
De puertas hacia adentro, la política proteccionista de los dos grandes protagonistas del bloque serán temas centrales. Brasil anunció ayer la suba del Impuesto al Producto Industrializado (IPI) correspondiente al sector textil, en una medida que podría afectar a la Argentina. Y desde el sábado rige el incremento del IPI que el país vecino había dispuesto para restringir el ingreso de automóviles asiáticos.
En el caso de Argentina, el Gobierno redoblará las trabas a las importaciones vía Licencias No Automáticas (LNA) y acuerdos con los sectores empresarios para que exporten un dólar por cada divisa importada. Esas restricciones comerciales son vistas con recelo por Uruguay y Paraguay.
Pero de puertas hacia afuera, sólo se hablará de las promesas de fortalecimiento y vínculo bilateral, con la foto de los mandatarios como broche de oro. Así, la unidad regional seguirá siendo una pantalla conveniente, un latiguillo recurrente para los actores del bloque.