A un mes de la elección presidencial, Axel Kicillof sostiene como puede un esquema económico que hace agua por todos lados y se convierte en una trampa incendiaria para el próximo presidente. Por si no bastaran los años de recesión, del cepo al dólar, la pobreza sin cifras y la inflación que vuelve a subir, el equipo económico hizo otro ensayo heterodoxo al cotizar los bonos en dólares de los fondos comunes de inversión al valor oficial. Una maniobra que derrumbó a los mercados, que terminó perjudicando a los pequeños ahorristas y obligó a la Comisión Nacional de Valores a dar marcha atrás en chancletas.
La maniobra "pesificadora" de Kicillof tiene la misma lógica del cepo al dólar. La de crear regulaciones extremas que, en vez de calmar a los inversores, los ahoga en un mar de incertidumbre. La sensación con el ministro de economía (un académico respetado en los claustros universitarios) es que a falta de experiencia en la gestión o de trayectoria laboral en el sector privado, completa sus horas de vuelo en el cargo económico más sensible de la Argentina. El problema es que los damnificados de este laboratorio son los ciudadanos del país en decadencia.
No es casualidad que Daniel Scioli haya salido a exhibir a sus economistas Miguel Bein o Mario Blejer. Que Sergio Massa se muestre ahora con Roberto Lavagna y que Mauricio Macri le haya dado protagonismo a Rogelio Frigerio y a Carlos Melconian. La economía necesita respuestas porque ha vuelto a convertirse en la brasa ardiente de los argentinos.