Nadie puede decir que haya sido una sorpresa. Brasil iba camino a perder el grado de inversión. El mercado lo sabía y el precio de los activos ya reflejaba sin ambivalencias ese riesgo. Pero nadie creyó que fuera a ocurrir ahora. En un informe distribuido ayer JPMorgan -que esperaba el cambio de rating para fines de 2016- mencionaba que desde 1989 Standard & Poors demoró en promedio 6,3 meses en efectivamente rebajar la nota de un país luego de haber colocado su perspectiva en negativa. En el caso de Brasil, eso había ocurrido apenas a comienzos de agosto. Y nunca se está del todo preparado para ciertos golpes.
Ayer el mercado sintió el temblor esperado. Pero hay otra sombra que se cierne hoy sobre Brasil y que puede poner las cosas aún más feas: las llamadas "ventas forzadas". Son una consecuencia técnica e inmediata que se gatillará tan pronto como Moodys o Fitch decidan seguir los pasos de Standard & Poors. Es que cuando los bonos de un país pierden cierto status "se caen" de los índices que replican muchos inversores, que por mandato están obligados a poner su dinero sólo en instrumentos con el sello "grado de inversión", algo que Brasil obtuvo por primera vez en 2008. Para que esto ocurra, no obstante, dos agencias deben despojar al país de la máxima calificación. Cuando así sea, algo que no debería tardar mucho en materializarse, se pondrá en marcha el mecanismo. Ventas que se activan en forman automática de aquellos inversores que necesitan "sacarse de encima" a un Brasil degradado.
En JPMorgan estiman que este fenómeno implicará ventas por u$s 6.200 millones deuda soberana (sobre un total de u$s 32.200 millones de títulos en moneda dura) y u$s 14.000 millones en deuda corporativa (sobre un total de u$s 142.000 millones). Es sólo una fracción pero es el piso de una ola que arrastrará a muchos otros que no deben atenerse a reglamentos pero responderán en sintonía.
Rusia pasó por algo parecido a comienzos de año. En enero fue Standard & Poors y en febrero, Moodys. Sin grado de inversión, estiman que hubo ventas por u$s 4.600 millones. Pero no sólo el monto es menor que en el caso brasileño sino que la demanda de bancos rusos absorbió en buena medida los bonos de los que se deshicieron los inversores internacionales sensibles a los cambios de rating. En Brasil, remarcaban ayer en los bancos de inversión, el golpe se sentirá mucho más ante la ausencia de inversores domésticos que puedan amortiguar el impacto.
Otra es la historia de Petrobras, a la que Moodys ya había retirado el grado de inversión. Con la movida de Standard & Poors, que ayer se extendió a más de 30 empresas, la mega-petrolera estatal ya no califica para los índices que sólo admiten grado de inversión. Se estima que hay en el mercado unos u$s 54.000 millones de títulos de Petrobras.
¿Qué implican en última instancia estos movimientos de cartera? Un real instalado arriba de las 4 unidades por dólar en un Brasil que, según algunos bancos, como Barclays, se contraería 3,2% este año y 1,5% el que viene. Y de paso bosqueja también la moraleja del caído. Hoy Brasil perdió el favor de los mercados que alguna vez compraron rabiosos de entusiasmo.