Debo destruir a este hombre?", dice a la cámara con expresión sombría Frank Underwood, presidente de los Estados Unidos. Voltea luego hacia el juez Jacobs y apela a un último intento de disuasión. "Usted ha estado en funciones en la Corte por más de veinte años. ¿Y si se filtrara una noticia sobre su enfermedad? Cada decisión que haya firmado se pondrá en tela de juicio. Y el trabajo de toda una vida se desvanecerá en un minuto. No permita que las cosas se descontrolen".

A Jacobs se le ha declarado Alzheimer y Underwood encontró al fin el momento útil y oportuno para aceptar su salida del máximo tribunal, tal como el mismo juez le había ofrecido meses atrás. El presidente ya tiene resuelto quién será su reemplazante: la procuradora Heather Dunbar, una eventual rival para su proyecto de reelección. Pero sucede que Jacobs ha cambiado de opinión y su deseo es ahora continuar en la Corte mientras su razón le permita hacerlo.

La escena aparece en la tercera temporada de House of Cards, la exitosa serie protagonizada y producida por Kevin Spacey. Y salvo por detalles laterales la cordialidad que impera en medio de una despiadada lucha por los espacios de poder no es uno menor, la ficción guarda una vez más un asombroso parecido con la realidad de la Argentina.

Igual que con el trabajo que completó con Nisman, el Gobierno retomó esta semana su impiadosa tarea de demolición de la imagen del juez Carlos Fayt, de 97 años de edad e integrante de la Corte Suprema de Justicia desde 1983, con el indisimulado objetivo de obtener una nueva vacante, la segunda, después del alejamiento de Raúl Zaffaroni, en el máximo tribunal.

El avance contra Fayt se enmarca en una más amplia y consecuente iniciativa de desgaste de la figura del presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, tarea que ha conducido a un grado máximo de tensión las relaciones entre los dos poderes.

Un artículo del periodista Horacio Verbitsky aparecido el domingo en Página 12 reveló que el juez Fayt no estuvo presente en la acordada del martes 21 de abril que reeligió en forma anticipada a Lorenzetti para el período 2016-2019 al frente del tribunal. Y que la resolución fue enviada al juez para su firma a su domicilio de Recoleta. El artículo afirma: Dado su deterioro cognitivo, Fayt no está en condiciones de estudiar ningún expediente, tarea que delega en sus colaboradores.

El lunes, con notable ausencia de los miembros por la oposición, el oficialismo convocó a la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, designó presidenta a la diputada Anabel Fernández Agasti y pidió el tratamiento del caso Fayt con carácter prioritario. La flamante presidenta, enrolada en La Cámpora, dijo que de comprobarse que Fayt no firmó la resolución en la Sala de Acuerdos de la Corte, sería una "cuestión institucional de gravedad" y que se estaría ante un caso de mal desempeño".

Además el jefe de gabinete Aníbal Fernández desafió a Fayt a "salir a la puerta de su casa para despejar dudas sobre su situación". Durante su mandato en el Senado, Aníbal F, había pedido un investigación para evaluar la capacidad psicofísica de Fayt, que sería ahora considerada por la comisión.

En la Corte se adivina un estado de perplejidad, la misma que llevó a Lorenzetti a mencionar que no continuaría al frente del tribunal a partir del año próximo. Los jueces también tuvieron que salir también a ratificar, el lunes, su permanencia. La Corte no descarta salir en las próximas horas con un comunicado de respaldo a la figura de Fayt, pero ha cerrado toda información sobre su estado de salud.

Es legítimo y razonable que se despejen las incógnitas sobre la situación del juez. Las versiones en la justicia dicen que tiene problemas de desplazamiento y momentos de extravío. Su situación, además, ha generado diferencias en el seno de su familia.

Un asiento en la Corte moviliza algo de la naturaleza humana. Cuando le preguntaron en enero a la jueza Ruth Bader Ginsburg si estaba pensando en el retiro, esta progresista de 82 años, designada durante la presidencia de Bill Clinton y considerada casi una rock star en EE.UU. respondió: "Resulta que ahora soy la más vieja, pero John Paul Stevens no se bajó hasta que cumplió los 90". Se debate hoy en Washington sobre el futuro de la jueza: Obama dejará el cargo en enero de 2017.

La iniciativa de Rodolfo Terragno por un compromiso de gobernabilidad entre los principales candidatos a presidente podría encontrar a partir de la situación de Fayt un buen primer paso con la cuestión de la independencia de la Corte Suprema. Una sucesión razonable en cualquier lugar contemplaría un acuerdo.
Mientras tanto, Frank Underwood estaría sin duda complacido frente al espectáculo de destripamiento de la Corte, viejo orgullo kirchnerista: "Así es como se devora una ballena diría el presidente de ficción. Un mordisco a la vez".