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Los cantos de las ballenas azules ya no llenan como antes los mares frente a California. Lo que escuchan los científicos hoy es un silencio que no solo inquieta por la ausencia de sonido, sino porque podría ser la primera señal visible de un colapso en la red alimentaria marina.

Investigadores han usado micrófonos submarinos para vigilar sonidos durante seis años y han encontrado cambios grandes y sostenidos. Estas observaciones obligan a preguntarse si lo que dejamos de oír es la antesala de una crisis mayor en el océano.

No es un rumor: la cifra que confirmó el pánico

Los científicos midieron cuánto cantaban las ballenas entre 2015 y 2021. El resultado fue contundente: las detecciones de canto de las ballenas azules cayeron hasta un 40% en algunos años, según el análisis publicado en PLOS One. Esa caída no fue aleatoria; coincidió con años de alteraciones fuertes en las condiciones del mar.

Un evento de calentamiento prolongado del océano conocido como "La Mancha" elevó la temperatura superficial por varios grados. Ese calor favoreció floraciones tóxicas y redujo la disponibilidad de krill, el alimento principal de las ballenas azules. Con menos comida, los animales dedican más tiempo a buscar alimento y menos a cantar.

La verdad detrás del silencio: ¿Qué significa para las ballenas?

El canto en las ballenas tiene funciones vitales: comunicación a larga distancia, localización y, en algunos casos, cortejo. Cuando los animales están hambrientos o dispersos buscan alimento en áreas más amplias.

Eso reduce la probabilidad de encuentros sociales y, por ende, las oportunidades reproductivas. Los autores del estudio advierten que menos canto puede traducirse en menos reproducción y, con el tiempo, en poblaciones más pequeñas.

Lo que está cambiando en la cadena: quién resiste y quién no

Las ballenas jorobadas se alimentan de una gama más amplia de peces. Cuando el krill escasea, ellas pueden recurrir a anchovetas o sardinas y mantienen su presencia acústica. Esa flexibilidad dietaria les dio ventaja durante y después de la ola de calor.

Los científicos subrayan que este patrón no es solo una curiosidad natural. A mayor escala, la reducción en la detección de canto indica cambios en la productividad del mar y en la disponibilidad de recursos. Si las olas de calor marinas se vuelven más frecuentes como muestran registros históricos y recientes, el impacto sobre especies especializadas puede amplificarse.

¿Qué pueden hacer la ciencia y las autoridades? Lo que piden los expertos

Investigadores piden mantener y ampliar las redes de hidrófonos para usar el sonido como alarma temprana. Escuchar, dicen, permite detectar cambios antes de que sean visibles por conteos de animales. Además recomiendan proteger áreas claves de alimentación y reducir presiones humanas como la sobrepesca y la contaminación que agravan la escasez de recursos.

Al mismo tiempo, la comunidad científica insiste en vincular estas observaciones acústicas con estudios del alimento disponible en el mar. Solo así se podrá saber si el silencio obedece a desplazamientos temporales, a pérdida de individuos o a un cambio profundo en la productividad oceánica.