Situémonos en noviembre de 2022. Los jóvenes que acaban de recibirse en la universidad en alguna carrera vinculada al mundo IT ven, en vivo y en directo, la explosión de ChatGPT: una tecnología que lo cambiará todo en los siguientes meses.
Más allá de cuánto hayan estudiado y de qué tan esforzada haya sido su preparación, la sensación es que están estrenándose en el mercado laboral siguiendo la lógica socrática del “sólo sé que no sé nada”, en un mundo que en nada se parece al de 2017 o 2018, cuando rindieron las primeras materias.
Si bien es un ejemplo puntual y toma como referencia una de las apariciones más disruptivas de la historia, como fue la IA generativa, es también un síntoma: la tecnología avanza a una gran velocidad y los claustros de estudio no siempre pueden seguirle el ritmo.
“Si quisiéramos escribir un libro sobre una nueva tecnología, es muy probable que, para cuando el texto haya sido redactado, revisado, editado, impreso y distribuido, esa tecnología ya haya sido actualizada: ocurre algo similar en el ámbito universitario. Las instituciones académicas deben seguir planes de estudio aprobados por los ministerios o departamentos de educación, según cada país y este proceso burocrático demanda tiempo, y muchas veces, cuando el contenido llega al aula, ya no refleja las últimas tendencias del mercado”, expone Natalia Zuca, directora general de ingresos del eCommerce Institute, que propone múltiples programas de capacitación ejecutiva.
“Eso no implica que la universidad haya perdido relevancia: sigue siendo un espacio fundamental para el desarrollo del pensamiento crítico, la capacidad analítica y la resiliencia, competencias que trascienden el conocimiento técnico”, advierte.
Burocracia mata agilidad
“La velocidad del cambio tecnológico supera muchas veces la capacidad de adaptación de la educación tradicional, embebida en procesos burocráticos y de aprobaciones en su mayoría necesarios para asegurar calidad, pero que hacen lenta la propuesta de nuevas ofertas de valor”, coincide Santiago Blanco, cofundador y director ejecutivo de talento y tecnología de la consultora Ingenia.
“Las empresas necesitamos perfiles que dominen habilidades técnicas actualizadas, pero también competencias como pensamiento crítico, colaboración y entendimiento del negocio”, dice.
El ejecutivo ve una migración desde planes de estudio rígidos hacia modelos más ágiles, con contenidos pensados como bloques relacionados, con mayor participación de la industria y experiencias prácticas. “La brecha es importante: la realidad del trabajo con IA, cloud, seguridad o data evoluciona trimestralmente, mientras que un plan académico suele revisarse cada varios años”, afirma.
“Las carreras de tecnología en América latina siguen enfocadas en formar profesionales para el presente en lugar de para el futuro: aunque avanzaron en la incorporación de contenidos digitales, la velocidad de cambio del ecosistema tecnológico exige una actualización constante que las estructuras académicas tradicionales no siempre logran acompañar”, aporta Pablo Cabona Suárez, de Seed Latam, una comunidad dedicada a la tecnología blockchain y Web3 que funciona como un ecosistema para aprender y conectar.
“Para reducir esa brecha, facilitamos conexiones entre universidades, docentes y comunidades tecnológicas y generamos programas de formación, becas y capacitaciones que acercan a estudiantes y profesionales al universo blockchain desde una mirada práctica y colaborativa”, dice.
“La brecha entre la formación universitaria en IT y las habilidades que demanda el mercado actual se amplía a medida que la tecnología evoluciona más rápido que los planes de estudio, asegura Diego García Francés, director en Educabot.
“Muchas carreras siguen centradas en contenidos conceptuales o desactualizados y dejan de lado herramientas, metodologías ágiles y hábitos de aprendizaje continuo que son esenciales para desenvolverse en un entorno laboral digital, dinámico y competitivo”, agrega. ¿Se puede revertir esta situación?
Para García Francés hace falta “rediseñar la experiencia educativa con foco en la práctica, la motivación y la personalización del aprendizaje”. Educabot desarrolla plataformas que acompañan el proceso de estudio diario, brindan feedback en tiempo real y apuntan a fortalecer las habilidades técnicas y la autoconfianza, a partir de principios de aprendizaje adaptativo impulsado por IA, que permite ajustar los contenidos y desafíos al ritmo y nivel de cada estudiante.
En la Argentina, sólo el sector de software emplea unas 160.000 personas, según el último informe del Observatorio Permanente de la Industria de Software y Servicios Informáticos de la República Argentina (OPSSI). El 60% de las empresas planea incorporar más personal en el futuro inmediato.
Todo este talento que el mercado necesita incorporar se encuentra, en simultáneo, en ebullición. Según el informe The future of the jobs que prepara anualmente el World Economic Forum, los empleadores estiman que el 39% de los empleados necesitará nuevas habilidades para 2030. Entre los conocimientos cuya demanda se está acelerando destacan AI y big data en primer lugar (con 87% de incremento esperado en el período 2025-2030), seguido por redes y ciberseguridad (70%) y alfabetización tecnológica (68%). Es decir, el podio completo está ocupado por habilidades digitales.
La importancia de saber cambiar
“Ya no alcanza con saber: hay que poder cambiar”, dice Sergio Roitberg, fundador y CEO de la consultora Newlink y autor del libro Somos otros. “El talento de esta era no se mide por títulos, sino por flexibilidad, empatía y curiosidad… Estamos en la era del unknown, y del fondo de la incertidumbre no saldremos iguales: cada cambio nos obliga a repensarnos y a aprender de nuevo, no hay manuales ni certezas, solo la posibilidad de seguir adaptándonos mientras todo se mueve y esa es la verdadera forma de aprender hoy: cambiar con lo que cambia”, aporta.
Luciano D’Amico, CEO y fundador de Nucba, edtech que ofrece formación online en áreas como programación y diseño UX/U, repite una frase que se escucha a menudo de líderes empresariales: “Contratamos gente, pero al tiempo nos damos cuenta de que no sabe hacer bien las cosas”. El obstáculo, asegura, no es sólo técnico: se vincula con cómo se enfrentan los problemas, cómo entienden al usuario, cómo gestionan los tiempos y cómo se comprometen con el proceso de mejora.
“Hoy las carreras se actualizan más rápido que antes, pero seguimos teniendo una deuda enorme en el sistema educativo: la capacidad de enseñar a las personas, desde edades tempranas, a adaptarse con agilidad a los cambios que trae la tecnología”, afirma D’Amico. “También falta trabajar más en procesos de frustración, adaptación y habilidades blandas, que son clave para que los equipos puedan hacer las cosas mejor”, agrega. “Las carreras en tecnología forman para lo que hoy se demanda, como IA, producto, infraestructura, experiencia de usuario, pero al mismo tiempo no para lo que el mercado realmente necesita: profesionales que sepan adaptarse, colaborar y sostener procesos de mejora continua”, concluye.
No siempre se trata de falta de actualización. “El mercado pide tres cosas que no siempre aparecen juntas en la misma persona: una buena base técnica sólida, incluyendo la capacidad de evaluar críticamente la tecnología, una capacidad de adaptación y aprendizaje continuo y un criterio ético y social, es decir, que el profesional sepa preguntar ‘¿deberíamos?’ además de ‘¿podemos?’”, describe Ricardo Di Pasquale, director de la Licenciatura en Ciencia de Datos y de Ingeniería en Inteligencia Artificial de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Trabajo de campus
Las universidades se hacen eco de este fenómeno y trabajan en diversas estrategias para acercar lo máximo posible aquello que se ve en las aulas con lo que demandará el mercado laboral.
“Buscamos formar profesionales con aptitudes técnica de excelencia pero, especialmente, graduar personas que piensen con capacidad analítica y propósito, capaces de dialogar y trabajar juntos para innovar con distintas disciplinas, liderar equipos y comprender cómo la tecnología crea, o destruye, valor en la sociedad”, asevera Ernesto San Gil, director de estrategia de Universidad de San Andrés (UdeSA).
La universidad revisa cada año (a menudo cada semestre) los programas, para incorporar nuevas herramientas y, al mismo tiempo, fortalecer la formación en pensamiento crítico, filosofía y ética aplicada. “Los contenidos cambian, pero la verdadera actualización ocurre cuando la institución aprende a renovarse sin perder su esencia: debe moverse al ritmo de la innovación tecnológica, sin renunciar a su rol de guía intelectual”, explica San Gil.
Con un enfoque integral, se combinan proyectos interdisciplinarios, colaboración con empresas nacionales e internacionales y espacios de innovación aplicada. “Los estudiantes trabajan en desafíos reales, analizan casos recientes y relevantes, emprenden sus propias iniciativas y aprenden a reflexionar críticamente sobre el impacto de sus decisiones”, explica San Gil.
“Nuestras carreras vinculadas a IT se adaptan a la demanda a través de un proceso continuo de revisión curricular y flexibilidad en la oferta: integramos módulos y especializaciones que reflejan las tendencias emergentes, a partir de un ciclo de retroalimentación con la industria, graduados y estudiantes para asegurar que nuestros cursos se mantienen relevantes”, relata Rodrigo Fernández Díaz, director del Departamento de Sistemas Digitales y Datos del ITBA. Una importante fracción de sus planes de las ingenierías fueron rediseñados en 2022 y puestos en funcionamiento en 2023. “Hoy estamos trabajando en una serie de reformas que den cuenta de los avances de los últimos años”, dice Díaz.
Para evitar la obsolescencia de los contenidos, ITBA cuenta con comités de expertos de la industria que revisan y actualizan los planes de estudio. “Además, fomentamos que nuestros profesores se mantengan activos en investigación y desarrollo profesional, a través de la participación en conferencias, foros y formaciones”, indica Díaz, quien agrega que, además, se desarrollaron programas con una estructura modular que permite incorporar nuevas asignaturas o actualizar contenidos existentes sin necesidad de rediseñar completamente la carrera. “Nos aseguramos de que la formación se base en principios teóricos y metodológicos perennes”, indica.
Para Díaz, en los próximos años “la carrera de IT deberá ser altamente interdisciplinaria, integrando conocimientos de diversas áreas como humanidades digitales, ética de la IA, biología computacional, finanzas tecnológicas, entre otras”. Además, observa, “deberá estar centrada en el ser humano y la ética, con un fuerte componente en el impacto social de la tecnología, la privacidad, la seguridad y el uso ético de los datos y la IA”.
Un plan de adaptación continua
“Nuestro Consejo Académico Social analiza los cambios necesarios con el sector privado, graduados, prácticas profesionales en empresas, participación en organismos sectoriales (CESSI, RedUNCI) y relaciones con universidades del exterior con las que tenemos convenios de intercambio y doble titulación”, describe Sergio Omar Aguilera, director de carreras de Informática de la Facultad de Ingeniería y Tecnología Informática de la Universidad de Belgrano.
La entidad implementó un plan de trabajo con adaptación continua y estratificada en tres partes: inmediata (actualización temática y de competencias y adopción de nuevas herramientas tecnológicas para las asignaturas), táctica (revisión de competencias, perfiles y alcances de los títulos) y estructural (modificaciones originadas en decisiones ministeriales).
“Siempre estamos observando las variaciones y tendencias del mercado laboral y los cambios científicos y tecnológicos y por esto sabemos que el 87% consiguen trabajo en su área profesional informática a los seis meses de estar graduados y que el 92% de nuestros informáticos están satisfechos con la formación recibida”, enumera Aguilera.
De cara al futuro, Aguilera visualiza carreras con mayor profundidad académica, una observación constante del mercado, currículas personalizadas según las características de cada estudiante, foco en el “hacer” y en casos reales, formación en ciencias básicas y resolución de problemas y un mayor contacto con otras disciplinas, todo con una sólida preparación ética y de conciencia social.
“Trabajamos con una lógica de actualización continua”, dice Di Pasquale. “Las tres carreras que conforman nuestro track digital, Ingeniería Informática, Licenciatura en Ciencias de Datos e Ingeniería en Inteligencia Artificial, se gestionan de manera coordinada, lo que nos permite alinear los planes de estudio con las necesidades reales del mercado en plazos breves, sin esperar reformas curriculares cada muchos años”.
Según explica, el proceso tiene tres pilares. El primero consiste en sistemáticas de los programas de las materias para incorporar a tiempo contenidos emergentes, como computación en la nube, ciencia de datos aplicada, inteligencia artificial responsable, AI/MLOps o gobierno de modelos “No tratamos el plan de estudios como un documento estático, sino como un marco vivo dentro de los reglamentos vigentes”, explica Di Pasquale. El segundo, un laboratorio que articula investigación académica, docencia y proyectos de transferencia tecnológica tanto con áreas internas de la universidad como con organizaciones externas. “Este esquema hace que nuestros estudiantes conecten con los problemas reales del sector productivo y social durante su formación y acelera la adecuación entre perfil de egreso y requerimientos del mercado”, agrega.
Por último, la formación capacidades transversales como pensamiento computacional, análisis crítico, comunicación técnica y responsabilidad ética en el uso de datos y de IA, para que “el graduado no solo sea empleable hoy, sino que pueda acompañar y liderar las transiciones tecnológicas que vendrán”.
¿Curso mata universidad?
Uno de los fenómenos que resalta de esta brecha entre la velocidad del mercado y la de la universidad es la explosión de oferta de cursos de capacitación intensivos y puntuales: desde certificaciones de los grandes proveedores tecnológicos hasta propuestas específicas de cámaras y agrupaciones del sector, pasando por la aparición de proveedores puntuales de este tipo de formación. ¿Competencia o complemento? Las opiniones están divididas.
“Nuestros profesores no se limitan a enseñar transformación digital a partir de textos teóricos: comparten los desafíos reales del día a día y las estrategias que utilizan para resolverlos, porque son ejecutivos activos del ecosistema digital”, dice. “Aprender con quienes viven y lideran la transformación del mercado es, sin duda, una de las experiencias más valiosas”, señala Zuca, y asegura que muchas universidades están comprendiendo la necesidad de adaptarse a esta nueva dinámica: el eCommerce Institute tiene un convenio de cooperación con la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Este tipo de colaboración entre instituciones académicas y entidades especializadas es esencial para reducir la brecha entre educación y mercado”, aporta.
“Trabajamos para fortalecer el puente entre la academia y la industria a través de alianzas con universidades e instituciones, como el ITBA, con la que desarrollamos en conjunto la Certificación Avanzada en Fintech para brindar herramientas que permitan comprender, analizar y liderar proyectos en un entorno en constante evolución”, relata Alejandro Tejeros Vaca, de la Cámara Argentina Fintech. La cámara prepara un Programa de Formación Integral en Medios de Pago, iniciativa que reúne a los principales referentes del ecosistema para formar talento con una mirada completa de la industria. “Fue armado colaborativamente con empresas, expertos y docentes”, dice Tejeros Vaca.
Era de colaboración
“La universidad cumple otra función que ninguna certificación cubre por sí sola: formar pensamiento computacional, pensamiento estadístico, capacidad de modelar problemas complejos, de trabajar en equipo multidisciplinario, de entender restricciones legales, sociales y éticas, de comunicar resultados y de aprender: eso no se reemplaza con un curso intensivo de 40 horas”, declara Di Pasquale. Y agrega: “Nuestro modelo no es ‘universidad o certificación’ sino ‘universidad y certificación’: trabajamos con AWS, Google, Oracle y otros partners para integrar contenidos y prácticas que ayuden al alumno a rendir esas certificaciones dentro del marco de la carrera, sin perder el anclaje conceptual y ético”.
“Las certificaciones técnicas validan habilidades puntuales, pero las universidades aportan contexto, sentido y capacidad de integración”, detalla San Gil. “En el futuro podría avanzarse hacia modelos colaborativos”, advierte. “No son competencia: son complementos válidos y necesarios, para mejorar la operatividad del estudiante”, sostiene a su vez Aguilera. “La certificación te da empleabilidad inmediata y la carrera universitaria te da empleabilidad sostenible a 30 años”, sintetiza Di Pasquale.
