
No hablan de retiro. "Retirarse quedó obsoleto", dice uno de ellos. Es más bien la "mitad de camino", agrega otro. Sin embargo, todos dividen sus historias en un antes y un después de la vida corporativa en algunos casos, o de la venta de la última empresa que crearon, en otros. Algunos, los menos, siguen trabajando en un proyecto propio. Pero todos tienen algo en común: eligen -palabra clave- su propio portafolio de riesgo apostando parte de su patrimonio a ideas de nuevos emprendedores.
Se los llaman inversores ángeles y, en muchos casos, son verdaderos ángeles de la guarda de jóvenes -y no tan jóvenes-, apasionados emprendedores que con un incipiente plan de negocios buscan poner en funcionamiento o hacer crecer sus propias empresas.
En muchos casos, fueron justamente ellos los que estuvieron atrás de los primeros pasos de los unicornios argentinos como Mercado Libre, Globant, Ualá, Tiendanube, Despegar, quienes, en su mayoría, hoy a su vez tiene su propio brazo financiero para ayudar a nuevos emprendedores. Sin embargo, el aporte de los ángeles va más allá de lo económico y, en este caso sí hay una relación con la etapa de la vida que están viviendo. En su gran mayoría, los ángeles tienen canas. Los inversores les dedican a las empresas invertidas tiempo, mucho tiempo, ya sea como mentores o desde el advisory board, pero también les abren su red de contactos y por supuesto les ahorran dolores de cabeza con atajos aprendidos a base de experiencia.
Los últimos datos que hay en la Argentina sobre la inversión ángel son de 2020 y confirman el riesgo que asumen los inversores. Mientras el 57 por ciento de ellos logró al menos un retorno positivo, el 43 por ciento sólo obtuvo resultados negativos. En palabra de los mismos ángeles consultados por la revista APERTURA, de 10 proyectos -el número promedio ideal para bajar el riesgo de la inversión- tres fracasan, cinco salen empatados y dos, con suerte, son las que pueden hacer la diferencia.
De ahí que los exejecutivos no inviertan un gran porcentaje de su patrimonio líquido. Por lo general, dedican un 5 por ciento, aunque en varios casos llegan al 10 y lo superan. "Si lo pierdo todo no me cambia mi estilo de vida", es la premisa que tienen en mente a la hora de planificar sus inversiones en startups. Lo hacen con tickets chicos de, en promedio, US$ 10.000.
Así, varios de estos ellos han entrado en firmas que hoy ya tienen renombre como Satellogic, la empresa de nano satélites fundada por Emiliano Kagierman que salió a oferta pública en 2022; Frizata, la compañía de alimentos congelados creada por el rosarino Adolfo Rouillón; o el último unicornio local, Technisys, fundado en 1995 por Miguel Santos, Adrián Iglesias y Germán Pugliese-Bassi y que en 2022 se vendió a SoFi Technologies por US$ 1.100 millones.

Una inversión sin due dilligence
Invertir en un startup es una inversión de alto riesgo, mucho más cuando se entra en etapa semilla, en la primera ronda de financiación. En proyectos con poca historia es imposible hacer un due dilligence y, además, en muchos casos, las iniciativas son pioneras en sus propuestas, justamente lo que las hace atractivas para la entrada de capital, pero también más riesgosas. A pesar del alto riesgo a largo plazo, Silvia Torres Carbonell, fundadora del club de ángeles del IAE y experta en el tema asegura: "No es filantropía, en cada inversión se busca un retorno".
En palabras de un inversor suena así. "Son inversiones que aspiran a retornos significativos. Hay una expectativa de home run que subyace en el modelo", indica Jorge Grad, quien lideró el área de Servicios e IT de IBM para la región, además de haber pasado por PwC y Pasa Petroquímica. "Evito que mis inversiones sean percibidas como si se trataran de mecenazgo desinteresado", deja en claro.
A pesar de todos los ‘contra', estos inversores prefieren entrar en la inversión directa versus invertir en fondos de venture capital. Algunos diversifican, pero buscan que un porcentaje de su inversión sea en proyectos que ellos mismos elijan, ideas que los atrapen, que los desafíen y que los diviertan, concepto que muchos usaron para definir esa relación.
Sin embargo, como hombres de negocios que son no entran sin mirar los números y analizar las oportunidades. Con ojos de expertos hacen su propia ‘diligencia debida' sopesando pro y contras del sector donde opera el proyecto, qué tan regulado está, la escalabilidad de la iniciativa y, por supuesto, al equipo de fundadores.
Justamente, por el hecho de que no haya un tercero independiente que pueda auditar la actividad del proyecto elegido es que muchos ángeles prefieren trabajar en equipo y ser parte de un ecosistema que permita bajar el riesgo. Esa es la función de los clubes de inversores ángeles, como el primero que existió en la Argentina, el que fundó Silvia Torres Carbonell hace 20 años en el IAE y que hoy tiene 70 miembros activos que, en los últimos 18 meses, han invertido en seis compañías casi US$ 1 millón. "Si bien cada uno invierte a título personal el modelo es asociativos y el análisis de riesgo se hace entre todos. Es un vehículo sindicado. Con US$ 150.000, por ejemplo, se emite una serie pero los inversores entran con un mínimo de US$ 5.000", explica la experta y también inversora ángel que tiene 15 firmas en su portafolio, cinco de la última etapa. La recomendación es, por supuesto, diversificar y, si bien los tickets son chicos, en promedio rondan los US$ 10.000.
Este sistema, a su vez, permite un mercado secundario. Si un inversor quiere salir puede ofrecer su parte a otro en la misma serie.

El Club tiene un consejo ejecutivo que es quien hace la curaduría de proyectos y presentan a sus socios tres por mes. "Hay una lista de espera de 30 startups en etapa seed, es decir que ya tienen una validación. No estamos en etapa idea", detalla Torres Carbonell, que agrega: "Cada tres meses el startup hace un reporte de cómo va y pide ayuda si necesitan un contacto, por ejemplo".
El ecosistema Endeavor tiene la misma función. En sus reconocidos programas ponen en contacto a emprendedores e inversores lo que hace posible que ambos se conozcan más allá de un pitch de negocios. "El smart money tienen motivaciones más grandes que el retorno económico. Buscan tener una relación con el emprendedor, buscan ser sus socios estratégicos. Valoran la calidad del vínculo con alguien que le transmite pasión", señala la directora Ejecutiva de Endeavor, Julia Bearzi.
Ese fue el caso de Alfredo Poli, hoy inversor ángel a tiempo completo. Con experiencia tanto en la empresa familiar como emprendedor, Poli dejó la vida corporativa en 2011, cuando se retiró como CEO de Pluspetrol, la empresa de petróleo y gas fundada por su padre, Héctor y por Luis Rey, con operaciones en la Argentina y en Perú, donde estuvo a cargo de la operación de Camisea, la única planta de procesamiento de gas licuado natural (GNL) de Sudamérica, como la que quiere instalar YPF en Río Negro. En 2024, la familia Poli vendió su parte -30 por ciento- a sus socios, los Rey.
Tiempo antes, en 1999, había vendido a una multinacional su propia compañía de herramientas sofisticadas para corte de acero, Project Corporation. La habían fundado 12 años antes en Brasil con un compañero con el que había estudiado en los Estados Unidos. Y justamente cuando se alejó de la función ejecutiva de Pluspetrol se acercó a Endeavor para ver que oportunidades surgían. Así, se convirtió en mentor de pequeñas y no tan pequeñas iniciativas y a partir de fines de 2024 en parte del directorio. "No estaba para seguir emprendiendo, pero sí para ayudar a empresas a hacer realidad su proyecto y a otras a crecer", cuenta Poli a APERTURA.
El empresario se define como fanático de la capacitación. "Es como la caja de herramientas de James Bond -asegura el ingeniero mecánico con un MBA y máster en petróleo-. Es importante adquirirlas y conocerlas para saber cuál tenés que usar cuando no tenés tiempo de aprenderlas".
A pesar de ser experto en riesgo -"Vengo del petróleo, estoy acostumbrado", asegura el exdueño y CEO de Pluspetrol-, a los 40 Poli se capacitó aún más en el tema. "Tenía más tiempo y comencé a volar en planeadores en montaña como un ejercicio personal de manejo de riesgo", cuenta. "Para mí era interesantísimo el tema de prueba y error en este tipo de situaciones más o menos bien controladas", explica.
Poli se siente cómodo con el modelo de smart money. "Prefiero tomar el riesgo de forma directa, no delegar la toma de decisiones", explica comparando con la posibilidad de poner su plata en un fondo de venture capital.
Marcelo Piancenza comparte la idea. Como miembro del Business Angel Club (BAC) del IAE, asegura que la inversión en conjunto les cierre a los inversores que invierten menos por proyecto y pueden bajar el riego y también a los emprendedores que logran conseguir el monto buscado. El ejecutivo que vivió en Londres y Milán como directivo de Honeywell luego de trabajar en Techint volvió a la Argentina por la familia y tras hacerse cargo de la operación de Carrier Midea se retiró del mundo corporativo en 2018.
"Me hubiese gustado formar parte de un club cuando comencé a invertir en 2020", señala, por su lado, Gonzalo Ramírez Martiarena, quien se retiró como CEO mundial de la cerealera Dreyfus y fundó Swiss Pampa, su propia firma inversión con un enfoque en nuevas empresas de producción de alimentos y agricultura sostenibles.
Uno de los métodos que utiliza para evaluar su participación más allá del análisis de los números y del sector tiene que ver justamente con el equipo emprendedor. "Es muy importante creer en el fundador o en ellos si son varios. En mi caso miro si es generoso, si pide ayuda. Por eso, me interesan los proyectos que tienen un advasory board y miro cómo está compuesto. Si ese emprendedor fue capaz de convocar a gente súper potente que también son los inversores iniciales que lo van a acompañar", explica el inversor hoy radicado en Suiza. "Soy muy amigo de las alianzas estratégicas. Tenés que ser una mega crack para trabajar solo", suma.
En la mayoría de los casos tienen lo que llaman una hipótesis de inversión, para acotar el universo de startups donde podrían invertir, por un lado, y, por otro, para tener una especie de protocolo de inversión que les da la base para hacer la evaluación del proyecto que, por lo general, está en etapa semilla. Este es el caso de Dragones Venture Partners, un fondo creado por siete exejecutivos con mucha trayectoria en diferentes sectores como telcos, retail, finanzas, incluso en otros países en grandes empresas, que antes de unirse tuvieron muy malas experiencias como inversores. "Dejamos nuestras carreras corporativas en 2017/2018. No teníamos ganas de retirarnos, pero en las empresas donde estábamos el empuje de los más jóvenes se notaba", cuenta Darío Fainguersch, ex Movistar. Sin embargo, explica que el ecosistema emprendedor en la Argentina aún no está a la altura de los países desarrollados, todavía hay mucho por desarrollar. "Cuando querés invertir es más fácil ir a un fondo que tiene una tesis de inversión, pero es mucho más aburrido. Es casi como comprar acciones. Pero, más importante, es muy ineficiente", señala Andrés Pérez, otro de los socios de Dragones y dueño de Panam, la empresa de moda y calzado de México.
Fue así que crearon Dragones hace ocho años, un fondo que lleva invertidos entre US$ 8 y US$ 10 millones con un método específico de inversión y que hace seguimiento a las empresas invertidas en diferentes verticales. Para ello visitaron Silicon Valley e Israel para entender la Startup Nation. Hoy tienen 75 coinversores. "Tenemos un modelo híbrido. No somos un fondo de VC, pero cuando vamos a buscar a los inversores se sienten más cómodos porque saben dónde ponen su plata. Somos siete inversores calificados analizando los proyectos a los que podemos agregar valor y que, además, ponemos primero nuestra plata individualmente", detallan. "No es un friend and family", sintetizan los fundadores que invierten en empresas argentinas, pero también de Israel o de los Estados Unidos.
Dragones, además, se ocupa del seguimiento de las iniciativas. Dos o tres veces por año les hacen un reporte a los inversores. "Las empresas reciben un coaching directo, uno a uno, generalmente no necesitan ayuda en la solución tecnológica que usan, pero sí en el modelo de negocios y, además, en cómo levantar plata lo que para ellos implica invertir mucho tiempo", detalla Fainguersch.

Los fundadores de Dragones explican otra característica que los diferencia de los fondos tradicionales de VC: "Nosotros no dejamos caer a ninguna empresa. Las defendemos a muerte. Y tampoco estamos necesitados de una 100x. En un fondo se mueren seis o siete de cada 10, pero lo que los salva es que tienen más de 100 compañías", dice Pérez.
Hoy -aseguran los Dragones- el mundo toma poco riesgo. "Es importante que los inversores se sientan cómodos sin sentir que lo pueden perder todo", suman.
Eso es lo que siente Ernesto Mendizábal, socio en DeRemate y fundador de Motormax, empresa que formó OLX y que volvió a arrancar tras la salida de OLX de la Argentina. Aún en actividad y con poco tiempo, el emprendedor prefiere invertir su patrimonio en fondos. "Me sirve mucho invertir en fondos que a su vez diversifica en 100 compañías", explica Mendizábal que ya entró en NXTP, en Teamcubation, el fondo de Mariano Wechsler, cofundador Digital House.
"Los emprendimientos deben ser regionales o globales así atomizás el riesgo. Como me enseñó un conocido inversor, no hay que asumir dos riesgos a la vez. El modelo de un startup, un modelo nuevo en un país inestable", cuenta.
El caso de Facundo Garretóntiene similitudes y es otro de los inversores a los que le gusta invertir con una hipótesis de inversión. Garretón comenzó su carrera de ángel luego de vender, en 2018, su propia compañía, InvertirOnline, al banco Supervielle por $ 1.300 millones. Un año después se instaló en Punta del Este donde creó Terraflos, un grupo de empresas de biotecnología y ciencias de la vida e integradas en una cadena de valor productivo. De ahí, que es un híbrido entre compañía y fondo. A la vez que Garretón tiene un doble papel, inversor e invertido. Entre los ángeles que apostaron por su visión en Terraflos se encuentra el CEO de Microsoft Argentina, Fernando López Iervasi; Marcelo Zimet, CEO de L'Oreal Brasil, Javier Goñi, ex CEO de Ledesma, entre otros, además de Alfredo Poli y Gonzalo Ramírez Martiarena.
Si bien, el emprendedor tiene algunas inversiones personales por fuera de Terraflos, y también invierte en fondos de VC, hoy concentra sus apuestas en firmas que puedan traer valor agregado al grupo. "Un fondo en años buenos tiene una rentabilidad anual de 28,45 por ciento. Tu portafolio personal, en algún caso, se puede multiplicar por 500x aunque en papelitos, acciones", compara.
Al igual que Garretón, Santiago Pinto Escalier vendió su empresa Bumeran.com en 2007, cuando tenía 41 años. "Podía seguir emprendiendo o trabajar para alguien, pero elegí invertir", dice el hoy inversor ángel que, a la vez asegura que no está retirado del emprendedurismo, está en una pausa. Sin embargo, hace 15 años el emprendedor armó su planificación financiera invirtiendo en diferentes empresas, entre ellas, Satellogic. "Entré en 2010 y soy fanático. Creo en Emiliano, en el sector y en la oportunidad que hay allá arriba. Tranquilamente puede hacer de 10x a 20x y si bien tengo la posibilidad de hacer liquidez, creo que todavía tiene mucho por hacer", detalla Pinto, quien cree que hoy está 5x arriba en la empresa de satélites.
Sin embargo, Pinto reconoce que las chances de ganar con un proyecto son escasas. "Si invertís en 10 empresas, mínimo en cinco perdés hasta las ojotas; en tres salís empatado y sacas tasitas, un 50 por ciento, pero que por el riesgo que tomaste y los 7 o 10 años que tenés que esperar no garpan. En una o dos, si tuviste suerte y elegiste bien podés tener 10x acumulada", hace números Pinto Escalier, uno de los inversores que más sabe de inversión ángel, según cuentan en el ecosistema.
Es que tras hace su planificación hace 20 años que viene estudiando, entre otras cosas, planificación financiera. "Estudiando entendí por qué me quedé corto con la liquidez. Me hubiese gustado ser más activo. Pero, si bien en América del Norte las inversiones ángel son a 7-10 años, en América latina por el nivel de liquidez ese tiempo se extiende a 10-15 años", reconoce Pinto que diversificó su patrimonio y también pone plata en fondos de Venture Capital.
También se capacitó como coach para tener herramientas técnicas para coachear a emprendedores.
A diferencia de muchos de sus colegas, Pinto no tiene una hipótesis de inversión. "Tendría que tener, pero si pifias es un single point of failure. Además, generalmente se invierte en el sector que uno conoce. A mí no me molesta no saber de un área y es una de las razones por las que hago esto", señala y agrega: "Creo que la crosspolinización de distintos sectores es muy buena. Llevas buenas prácticas de un sector a otro".
Juan Martín González Pita también viene del palo emprendedor. Al recibirse de Economía en Di Tella en plena crisis de 2000 asegura que "terminé trabajando de lo que había, en una comercializadora de frutas secas". "No tenía experiencia en comercio exterior, ni en agro, ni en producción", agrega.
Sin embargo, en 2011 decide poner su propia empresa, Salix con sede en los Estados Unidos, justamente de lo que aprendió: comercio exterior de frutas frescas. "Recorrí todo el mundo para conocer el mercado y terminamos comprando en más de 20 países y vendiendo en 50 a 400 clientes de todo el mundo", cuenta González Pita que luego de fundar Salix formó el equipo a quien le fue dando equity. Así terminaron siendo tres socios que vendieron la empresa en 2022 a GrubMarket, "un grupo con una visión tecnológica de la economía real", un Marketplace de frutas.
El emprendedor, que había hecho un MBA en el IAE, se comprometió rápidamente con el ecosistema emprendedor ya sea como mentor, como juez en los premios Naves e, incluso, enseñó a "hacer inversores ángeles".
En su caso comenzó hace 10 años con unos amigos a juntar planta y crearon una pequeña incubadora de US$ 10.000. "Fuimos buscando oportunidades. Entre ellas, pusimos en lo que fue el embrión de Ucrop.it, una plataforma digital para productores que permite registrar la historia de los cultivos", cuenta el exdirector de Operaciones de Salix, quien asegura que se ve más invirtiendo en nuevos proyectos que creando el suyo propio. Hoy lleva invertidas siete empresas, entre ellas, además de Ucrop.it, Libro de Pases, Crecium y Chocorísimo, fundada por Esteban Wolf. "Tu función es ver algo en un proyecto, apoyarlo pero darle la libertad y soporte a medida que lo van pidiendo", detalla su modelo González Pita.
Mucho más que retorno económico
A los 24 años, trabajando en Nidera, Ramírez Martiarena contrató un seguro de vida. Su jefe de ese momento le había dado uno de los grandes consejos: "Planificá tu futuro desde joven" y él le hizo caso. Luego de pasar por el banco australiano de inversión Macquarie y volver al mundo corporativo tradicional en Dreyfus donde llegó a ser el CEO mundial, el hoy fundador de Swiss Pampa asegura que decidió crear su propio negocio como parte de su retiro, aunque sigue pagando mensualmente el seguro.
Sin embargo, el argentino que vive en Suiza explica lo que sintió cuando dejó la vida corporativa joven, a los 54 años: "Se te vacía la vida y cuando me veo a los 65 quiero seguir trabajando", asegura.
En el caso de Poli asegura que a los 64 años ya "chequeó todos los boxes". "Trabajo desde los 24 años, pero hoy ya no existe el retiro", dice categórico.
Mantenerse activos, actualizados, generando nuevas ideas es el propósito de muchos de los ángeles. "Muchos encuentran en el mundo emprendedor la manera de invertir en las próximas generaciones, de generar un efecto multiplicador, de inspirar y contagiar a los más jóvenes transparentando sus historias. Como una cadena da favores", explica muy bien Julia Bearzi, de Endeavor.
La experta que comparte su día a día tanto con emprendedores como con inversores y mentores continúa: "Los ángeles quieren seguir transmitiendo lo que aprendieron a lo largo de su carrera por eso su compromiso con las firmas en las que invierten es emocional. Más allá del retorno financiero quieren dejar un legado, quieren devolver algo de lo que recibieron".
Grad, que en algún momento de su carrera entró en contacto con Endeavor, IAE, Naves y Buenos Aires Emprende, explica que fue descubriendo "la adrenalina de los nuevos emprendimientos, la agilidad en la toma de decisiones propia de esa cultura y la corriente de aire joven y audacia". Así emprendió la otra mitad del camino como inversor ángel. "Fue recuperar la potestad de elegir, recuperar el asombro ante los días que vienen y revitalizar el propósito", lo dice muy poéticamente.
Para Garretón muchos inversores lo hacen por diversión. "Es como comprarse un billete de lotería, pero crees que en el emprendedor podés cambiar algo", asegura.
Así lo explica Piacenza: "Los emprendedores son jóvenes, tienen mucha energía y capacidad. Son muy capaces, dos cosas que a un senior como yo le vienen muy bien. Nos mantienen activos, nos desafían solo hablando y tratando de entender lo que hacen. Me encanta".
Para Pinto Escalier "si en un sector sos nuevo, vas a ser el que menos sabe de la mesa. Pero si sos el que más sabe tu proyecto va a ser más de lo mismo".
El trabajo de ángel
Como amantes del riesgo reconocen que la clave está en diversificar. La recomendación es no apostar a menos de 10 proyectos, aunque la mayoría de los ángeles consultados por APERTURA tiene un portafolios más grande.
Es la cantidad de iniciativas a las que apostó Alfredo Poli no solo económicamente, sino aportando su experiencia en el manejo de negocios. Ese fue el caso de Petroplastic, una empresa de fabricación de tubos de petróleo de fibra de vidrio que estaba en serios problemas financieros causados por un mal management. Cuando entró puso la condición de que la persona que lo convocó sea el CEO y también accionista y se quedara los ocho años del turnaround. De esta manera, la firma pasó de producir 300 toneladas a 2000.
En el caso de Vista Alegre, Poli fue socio inversor de Carlos Enríquez, ex Moño Azul y Salentein Fruits, quien tenía una producción de cerezas y quería exportar. "Alineamos la visión y tres años después logramos mandar un charter con 100 tonelada de cerezas de Neuquén a Miami cosa que nunca se había hecho, aunque yo en el petróleo sí había tenido esta experiencia", cuenta Poli.
Es el caso del emprendedor serial Facundo Garretón. Según cuenta, de las firmas invertidas, salió de cinco y perdió en tres que quebraron. Sin embargo, ya tuvo ganancia en dos. "En una salí 8x y en la otra 14x. En ambos casos se vendió la empresa", cuenta el fundador de Terraflos, quien asegura que tiene más del 10 por ciento de su portafolio de inversión en startups.
Su primera inversión fue Pachama, la empresa que creó el tucumano Diego Sáez-Gil en Silicon Valley -también fundador de Bluesmart-, una empresa de tecnología con la misión de restaurar la naturaleza para detener el cambio climático que fue invertida por los fondos de Bill Gates, Jeff Bezos gracias a Y combinator y también llamó la atención de Marcos Galperin a modo personal, Manu Ginobili -la relación empezó con un like a un Tweet- y Fabrice Grinda, un súper ángel como lo llaman, con más de 200 inversiones en todo el mundo, entre ellas Alibaba Group, Airbnb, Beepi y cofundador de OLX, una plataforma de anuncios clasificados en línea, con Alex Oxenford, hoy embajador argentino en los Estados Unidos.
Los 10 años promedio de una inversión ángel, que Pintos asegura que en América latina son más, requieren de paciencia bien cultivada por inversores con experiencia. "Les dije a mis hijos que esto es para ellos", dice Piacenza entre risas. El ex Techint y Honeywell, que está en seis empresas, aún no tuvo ningún exit. "Mi objetivo es tener entre 10 y 12 compañías en mi portafolio. De mi patrimonio menos del 5 por ciento, entre el 3 y el 5 por ciento", detalla. El exejecutivo apostó por empresas tecnológicas como DeepAgro, Chill It, Silo Real, entre otras.
De ahí que la elección del proyecto sea fundamental, con "criterio propio". "Mi experiencia me dice que el proceso de incorporación de inversores es un proceso de doble vía en el que emprendedores y ángeles se eligen y se potencia mutuamente", señala Jorge Grad, quien lleva invertidas, con capital y experiencia, como él señala, en ocho compañías, tres de las cuales fueron vendidas con éxito a strategic buyers. Ellas son Keepcon, GranData y Technisys, que, además, fue unicornio. Otra hizo un IPO en Nasdaq, que fue el caso de Satellogic. El inversor también entró en Kurú, GuíaLocal, ArchPartner y GeoAgro.
"Si bien siempre miré empresas tecnológicas, ahora estoy mirando algunas áreas claves para nuestra región como la robotización y la logística, además de la agricultura 4.0 que potenciará la revolución de los alimentos", explica detalladamente el inversor que siempre hace la aclaración cuando evalúa: "Estoy evaluando si a mí me interesa el proyecto, no si el proyecto es bueno".
La misma razón que lo llevó a Pinto Escalier a decir que no tres veces a una posible entrevista con un emprendedor minero. "La minería no me divierte, le decía", recuerda. Finalmente, en 2007, conoció a Omar Adra, fundador de UrAmerica, una empresa que en aquel momento se dedicaba al oro y al cobre y luego al uranio. "En ese momento el oro estaba US$ 300 y Adra decía que podía llegar a US$ 2.000. En un mes subió a US$ 400 y dije acá pasa algo. Con los BRICS mucha gente salió de la pobreza y lo primero que hacían era comprar cadenitas de oro", cuenta Pinto.
En el caso de Dragones, el trabajo con cada una de las empresas invertidas es fundamental. "Si bien los ángeles invertimos por curiosidad y para no dejar de estar activos, tampoco queremos perder plata", reconoce Darío Fainguersch. De ahí que Dragones está muy en contacto con las empresas invertidas. "De las 15 startups en las cuales entramos no se nos cayó ninguna. Es más, unas cinco no se cayeron gracias a nosotros", cuenta Pérez, quien se acuerda de un caso en el que Darío debió acudir a su agenda de contactos para conseguir un CEO para una de sus firmas en los Estados Unidos.
"Siempre tratamos de influir y de tener acceso al board, aún cuando la empresa va creciendo y lo profesionaliza. También nos gusta conocer si entran accionista de otros países que pueden tener intenciones distintas", señalan los inversores.
Justamente, uno de los aspectos que menciona Fainguersch son los acuerdos de accionistas que establecen los derechos y obligaciones de cada accionista, así como las reglas para la gestión de la empresa y la resolución de conflictos, según él, siempre debe ser acordado antes.
El fondo ya tuvo una salida exitosa, Caspr, una empresa de biotecnología que fue comprada por Amazon. La firma argentina desarrolló un kit portátil y de fácil uso (similar a los test de embarazo hogareños) para detectar secuencias de ADN/ARN y hacer diagnósticos de enfermedades infecciosas.
Entre sus últimas inversiones se encuentra Xtralit, un startup de desarrollo de tecnología de extracción directa de litio israelí fundada por Simon Litsyn en 2021 que en 2024 anunció su arribo a la Argentina.
Al final, más allá de lograr el home run, la expectativa de cualquier inversor, los ángeles suman un objetivo noble: retirarse con propósito, con una oportunidad efectiva de devolver algo de lo que ellos recibieron.














