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Nos acercamos al cierre de un año de transición, marcado por la búsqueda de estabilizar la macroeconomía y, al mismo tiempo, por la volatilidad y la sobrerreacción de los mercados frente al proceso electoral de octubre. Fue un período de avances y tensiones: entre los esfuerzos por ordenar las cuentas públicas y reducir la inflación y los impactos negativos generados por la incertidumbre electoral.

El balance deja señales alentadoras, como el sostenimiento del equilibrio fiscal y la baja en el ritmo de los precios, pero también varios desafíos. La prioridad para 2026 será consolidar una estabilización sostenible, impulsar las reformas estructurales —en especial las impositivas y laborales— y avanzar con la agenda de desregulación orientada a reducir trabas para la producción y la inversión.

En este contexto, las empresas podrán enfocarse con más previsibilidad hacia la mejora de su productividad y la búsqueda de competitividad.

Nuestra encuesta de expectativas de ejecutivos, realizada a mediados de año entre más de 250 directivos, reflejó con claridad esas preocupaciones. El 75% de los empresarios consideró que la carga impositiva es el principal obstáculo para el crecimiento. En el 61° Coloquio de IDEA profundizamos sobre este diagnóstico: el sistema tributario actual desalienta la inversión y estimula la informalidad.

Un sistema tributario complejo, costoso y distorsivo

Se caracteriza por una presión fiscal elevada, una estructura compleja y fragmentada, altos niveles de evasión y exenciones, y el impacto negativo de tributos distorsivos sobre la producción.

Según estimaciones de Invecq, para 2025 se proyecta que la presión tributaria efectiva se ubicará en torno al 28% del PBI, un valor superior al promedio de la región por unos 6 puntos porcentuales aproximadamente.

Sin embargo, considerando los altos niveles de evasión de la economía argentina, se estima que la presión tributaria legal se aproxima al 45% del PIB si se suman los tributos nacionales, provinciales y municipales.

Este esquema genera, por un lado, un encarecimiento de bienes y servicios para los consumidores; y por otro, una pérdida de competitividad que limita las exportaciones y desalienta la inversión productiva.

Por eso, uno de los desafíos centrales para el año próximo será definir una hoja de ruta que simplifique el sistema, otorgue previsibilidad y premie a quienes invierten, producen y generan empleo.

Expectativas moderadamente optimistas

Aun en este contexto, las expectativas del sector empresario son moderadamente optimistas. Según nuestra encuesta, el 24% de los directivos proyecta que la situación económica de 2026 será “mucho mejor” y el 58% “moderadamente mejor”.

En cuanto a la situación de sus propias empresas, el 41% prevé un aumento en la rentabilidad, mientras que el 33% estima que incrementará su plantel de empleados, frente a un 42% que planea mantenerlo estable. Estos resultados muestran confianza en una mejora gradual, una vez alcanzado un nuevo equilibrio macroeconómico.

Durante el último Coloquio pusimos el foco en la competitividad y en la necesidad urgente de que Argentina se integre plenamente al mundo. Tenemos todo para hacerlo: recursos naturales, creatividad, talento, emprendedores innovadores. Pero para aprovechar ese potencial necesitamos confianza y reglas claras.

Institucionalidad y previsibilidad: condiciones para el desarrollo

Por eso hablamos de institucionalidad: no hay desarrollo posible sin instituciones sólidas, transparencia y respeto por las normas. La integridad en la gestión pública, la independencia del Poder Judicial, el equilibrio entre poderes y la previsibilidad de las políticas deben sostenerse más allá de cada ciclo político.

Desde hace más de seis décadas, IDEA defiende el rol central del empresariado en el desarrollo del país. Hemos atravesado escenarios de crisis e incertidumbre y aprendimos que los cambios duraderos requieren consensos amplios y políticas de largo plazo. El país necesita más que respuestas coyunturales: requiere estabilidad, instituciones confiables y reformas que promuevan la productividad.

En ese sentido, resulta clave que, luego de dos años sin presupuesto, el país pueda contar con una Ley de Presupuesto 2026 aprobada. Y que el nuevo Congreso actúe con responsabilidad para garantizar la continuidad del equilibrio fiscal, condición indispensable para consolidar la estabilidad.

Un 2026 para invertir, innovar y crear empleo

También será clave la búsqueda de acuerdos que permitan concretar las reformas estructurales y la integración al mundo que necesitamos.

Si logramos mantener el orden fiscal y una inflación en descenso, las empresas estarán en condiciones de enfocarse en su verdadero motor: invertir, innovar y crear empleo, con visión de largo plazo, previsibilidad y reglas claras.

Ese es el desafío y la oportunidad que se abre para 2026.