En esta noticia

Uno de los aportes de Keynes a la economía es la diferencia entre riesgo e incertidumbre. Mientras que el riesgo permite asignar probabilidades a eventos futuros, la incertidumbre es el territorio donde la matemática deja de servir para predecir. ¿Cuál era la posibilidad de que el plan macroeconómico de LLA fuera rescatado por EE.UU.? ¿Cuál era la probabilidad, en 2021, de que Milei fuera electo presidente? ¿Cuál era la chance de que al “ajuste más grande en la historia de la humanidad” no le siguiera el caos social?

Asignar probabilidades a estos hechos con el diario del lunes sería hacerse trampa al solitario. Este escenario no es exclusivo de la Argentina: ocurre a escala global.

En 2021, dando una conferencia para inversores en una Nueva York que recién se normalizaba tras la pandemia, tuve una conversación previa con el dueño de un hedge fund. Le respondí —equivocadamente— que Milei no tenía chances de llegar a la presidencia por el bipartidismo y por el sesgo estatista de la sociedad argentina. Su respuesta fue tajante: después de invertir en 80 países, pensaba que todos los cisnes eran negros.

Su historia pasaba por el Brexit, Trump, Bolsonaro y otros “outsiders” que lo hicieron perder mucho dinero. Siempre que preguntó, los especialistas dijimos que la probabilidad de esos eventos era prácticamente nula. No entendimos que estábamos ante incertidumbre, no riesgo. Por eso, cuando me preguntaron sobre la probabilidad de que Milei fuera presidente dos años después, respondí: “esa probabilidad no es nula”.

Un programa inconsistente

¿Existe hoy la posibilidad de que Milei dolarice la economía con apoyo de EE.UU.? La tentación sería repetir que no es nula, pero nuevamente estaríamos confundiendo incertidumbre con riesgo.

A esta altura está claro que el programa macroeconómico de Milei fue inconsistente. Milei puede justificar la falta de acumulación de reservas con teorías monetarias exóticas, pero es difícil no pensar que esa negativa tuvo el objetivo de bajar presión sobre el tipo de cambio y, con ello, moderar la inflación: la única variable que mejoró en términos electorales desde 2015.

Es cierto que el riesgo país reaccionó al revés del 7 de septiembre, ante una oposición con agenda negativa para los mercados. Pero también es cierto que, usando el ratio de adecuación de reservas del FMI, Argentina está anteúltima entre los principales nueve países de la región, solo superando a Ecuador, que no necesita reservas porque está dolarizado.

La incertidumbre es mortal para la inversión. Los empresarios no pueden estimar probabilidades de éxito ni siquiera “a ojo”. Con ajuste fiscal y un tipo de cambio que daña la competitividad exportadora, la incertidumbre apaga el único motor de crecimiento posible bajo el esquema de LLA: la inversión privada, especialmente la extranjera.

Aunque el Gobierno asegura que la Argentina tiene por delante un flujo de inversiones y exportaciones para sostener un dólar barato, una simulación del aporte de la minería, el litio, la energía, el campo, el petróleo y el gas —considerando a la vez vencimientos de deuda, déficit turístico y demanda de divisas de los ahorristas— indica que la Argentina recién podría financiar su nivel actual de importaciones en 2028. Estamos desayunándonos la cena.

Una oportunidad de corrección

La victoria de LLA en la elección de medio término, el apoyo de EE.UU. y el rally del mercado le devuelven al Gobierno una oportunidad para corregir el programa macroeconómico. El superávit fiscal se consiguió con una distribución muy ineficiente, pero contó con respaldo electoral.

Para normalizar la política económica, falta acumular reservas y que el BCRA fije la tasa de interés por encima de la inflación. En materia cambiaria, se necesita un esquema de flotación administrada, con una paridad que permita acumular al menos u$s 1000 millones por mes.

Para reducir la incertidumbre y volver a un país meramente riesgoso, el Gobierno debería despejar las dudas sobre su programa macro y, especialmente, sobre las contradicciones entre Milei y el BCRA respecto a la acumulación de reservas. Despejar la dolarización del horizonte no es incompatible con volver al mercado internacional de capitales con apoyo estadounidense.

Si en vez de acumular reservas el Gobierno aprovechara el rally para endeudarse, el riesgo país volvería a subir, porque el BCRA seguiría mostrando una vulnerabilidad externa máxima. Y esto se agravará rumbo a 2027, en un contexto político de polarización extrema tras el fracaso de las opciones de centro.

Superávit fiscal más acumulación de reservas, anunciado y ejecutado con precisión, sería un primer paso para transformar incertidumbre en riesgo.

El dilema final: ¿de qué van a trabajar los argentinos?

Una vez hecho eso, habrá que responder la pregunta clave del programa de LLA: ¿de qué van a trabajar los argentinos si el plan es exitoso? ¿En la industria? ¿En los servicios? ¿O seguirá creciendo el empleo en segmentos de refugio?

Desde que LLA está en el poder, el empleo privado registrado cayó en 128.000 puestos. De las 24 jurisdicciones, solo cinco crecieron: Corrientes, Río Negro, Tucumán, Mendoza y Neuquén (esta última con apenas 5100 empleos creados). Los principales perdedores fueron Buenos Aires (-38.100), CABA (-23.500) y Córdoba (-10.100).

LLA necesita construir un modelo de crecimiento que genere empleo de calidad, bien remunerado y distribuido federalmente. Un tipo de cambio competitivo es condición necesaria, pero no suficiente. Confiar en que una reforma laboral o impositiva permitirá competir con salarios asiáticos —diez veces menores— es, sencillamente, ilusorio.