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Todo, absolutamente todo, cambiará rápidamente bajo la presión de un mercado y de consumidores que exigen eficiencia, precio y calidad.

La reforma laboral, en el contexto de tecnologías exponenciales y de la Inteligencia Artificial Generativa, marca el rumbo de los cambios que demanda el mercado.

Las aplicaciones informáticas, el home banking en lugar de la sucursal, la presencialidad reemplazada por el teletrabajo, el trabajo manual sustituido por la robótica y la automatización, y la inteligencia humana ayudada o reemplazada por la IA generativa, son fenómenos cotidianos.

En ese contexto, la Ley de Contrato de Trabajo (LCT, 1975) —inspirada en paradigmas de posguerra— es un fósil normativo para un mundo donde ya no existe el teléfono fijo como referencia ni el fax como innovación.

Una normativa desfasada y un mundo transformado

Aquella norma buscó unificar derechos dispersos en un “código laboral”. Pero más del 70% de la LCT hoy está alejada de la realidad o es inaplicable.

Se produjo un desacople profundo entre la realidad económica y tecnológica y las normas laborales, así como el anacronismo de muchas sentencias judiciales.

En función de esta evidencia, no solo es imprescindible una reforma integral, sino que además requiere un nuevo enfoque: “promover el empleo en el nuevo mundo de las nuevas tecnologías”.

Eso debe hacerse sin conculcar derechos fundamentales, que deberán actualizarse, pero no retroceder en un contexto volátil donde la innovación avanza a un ritmo acelerado.

Ejes centrales de una reforma laboral integral

Los temas clave para una transformación profunda incluyen:

  1. Informatización total de la registración laboral: simplificar el sistema, cancelar deudas pasadas e incorporar trabajadores informales a costo cero.
  2. Modernización de principios generales y mecanismos legales: mantener principios y presunciones, pero adecuarlos a una realidad líquida y cambiante.
  3. Reformulación de relaciones laborales según requerimientos tecnológicos: IA, cibernética y sistemas neuronales reemplazan tareas humanas; el modelo laboral debe adaptarse.
  4. Adecuación de jornada y descansos: banco de horas, compensaciones automáticas, vacaciones fraccionadas y nuevas formas de organización.
  5. Variabilización de la remuneración según productividad y desempeño: abandonar la cultura inflacionaria y pasar a una cultura de productividad.
  6. Beneficios sociales no remuneratorios: guardería, comedores, capacitación, herramientas de trabajo y soluciones tecnológicas.
  7. Prestaciones que no integran salario: participación en utilidades y derechos accionarios.
  8. Indemnizaciones laborales adaptadas al escenario tecnológico: fondo de cese en reemplazo del pago directo de indemnizaciones.
  9. Prevención como eje central de la salud laboral: anticipación al riesgo como principio rector.
  10. Protección del medio ambiente dentro y fuera del trabajo: enfoque interactivo e integral.
  11. Interacción tecnológica y gestión de transiciones: puentes y etapas para la adaptación.
  12. Educación orientada a vocaciones tecnológicas: reingeniería total del sistema educativo.
  13. Reformulación de convenios colectivos y rol sindical: prevalencia de convenios de empresa sobre los generales.
  14. Reforma fiscal y previsional alineada con la laboral: sin un reordenamiento integral de cargas e impuestos al trabajo, no habrá promoción del empleo ni nuevas oportunidades.

La oportunidad de un nuevo contrato laboral

La reforma laboral es clave para que el empleo humano evolucione en sintonía con las exigencias del futuro, que ya impone cambios en tiempo real.

La Argentina enfrenta una oportunidad histórica. No aprovecharla sería perder otra década.