Las tensiones internacionales han escalado a niveles que no se veían en décadas, con un escenario geopolítico marcado por amenazas, alianzas en crisis y advertencias sobre el uso de armas de destrucción masiva. En este contexto, los equilibrios que han mantenido a raya los conflictos a gran escala parecen cada vez más frágiles.
En medio de esta situación, dos de las mayores potencias militares del planeta han tomado decisiones que podrían redefinir las reglas de la disuasión y cambiar para siempre la forma en que se libran las guerras modernas. El último movimiento de Rusia y Estados Unidosha generado preocupación mundial y encendió las alarmas sobre el riesgo de un nuevo capítulo en la historia nuclear.
¿Qué decisión tomó Rusia y por qué preocupa a Estados Unidos?
El Kremlin anunció que dejará de cumplir sus compromisos con el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), firmado en 1987 entre la Unión Soviética y Estados Unidos para eliminar misiles balísticos y de crucero con un alcance de entre 500 y 5.500 kilómetros. Este acuerdo había logrado eliminar 2.692 misiles y se consideraba un pilar de la seguridad en Europa.
La decisión se produjo pocos días antes de la fecha límite establecida por Washington para que Moscú aceptara un alto el fuego en la guerra con Ucrania. El INF fue un hito en la reducción de armas durante la Guerra Fría, pero su vigencia ya estaba en entredicho desde 2019, cuando Estados Unidos se retiró formalmente alegando incumplimientos por parte de Rusia.
¿Qué impacto puede tener en la era de las guerras nucleares?
La salida de Rusia del tratado INF deja en entredicho otros acuerdos clave, como el New START, que limita las armas estratégicas desplegadas y vence en 2026. Aunque Moscú dice respetar sus límites centrales, suspendió su participación oficial en 2023 y el clima diplomático dificulta una renovación. Además, no existe ningún pacto que restrinja las armas nucleares tácticas, diseñadas para uso en el campo de batalla.
En paralelo, Estados Unidos impulsa un nuevo sistema defensivo denominado "Golden Dome" con una inversión de 175.000 millones de dólares, similar al fallido "Star Wars" de la era Reagan. Sin embargo, ningún sistema de defensa antimisiles ha demostrado eficacia total en condiciones reales, lo que mantiene la incertidumbre sobre la capacidad de evitar un ataque nuclear y refuerza la preocupación sobre una escalada sin precedentes.