Desde la sanción de la Ley 21.526 de Entidades Financieras han transcurrido ya 35 años y otros 20 años desde que se reformó la Carta Orgánica del BCRA. En estas décadas el sistema financiero se adaptó en forma completa a estas normas. Sin embargo, es aún relativamente pequeño y poco diversificado. Pese al avance logrado en años recientes, existen numerosas regiones del país y grupos sociales que se encuentran imposibilitados de acceder a los servicios financieros que necesitan para desarrollarse. La escasa oferta de líneas de depósitos y préstamos se vuelve aún más notoria en épocas de crisis, como ocurrió en Argentina en 2001, cuando se anula el acceso a créditos a la mayor parte de las firmas y hogares, agravando así la recesión al reducir aún más la inversión y el consumo.
¿Cómo es la regulación del sistema financiero que avala este comportamiento? Desde 1977, a través de la Ley de Entidades Financieras se tendió a la desregulación del sistema. Las entidades financieras pueden desde entonces definir casi por sí solas qué operaciones realizar y bajo qué formas y condiciones, con qué política de captación y aplicación de fondos prestables, qué hacer con sus ganancias, sus políticas de calidad y atención al cliente, etc. Como en toda empresa, estas decisiones no se toman en aras de potenciar la calidad de vida de los/as trabajadoras/es argentinos/as en el largo plazo; sino con la meta exclusiva de maximizar sus ganancias. Para enmarcar ese objetivo individual de cada entidad financiera con el interés general de la población, debe existir una institución que lo regule: en Argentina, es el BCRA. Sin embargo, desde la reforma de su Carta Orgánica en 1992 el rol del BCRA es el de garante general del sistema, regulándolo en cuestiones generales (de seguridad y de solvencia, por ejemplo) y funcionando como prestamista de última instancia -con marcadas restricciones-. Se eliminó así su rol en la implementación de políticas para el desarrollo socioeconómico del país. No se trató de un error: como demuestra la historia, estos cambios ocurren cuando son necesarios para garantizar la capacidad de las empresas privadas de apropiarse de ganancias. En particular, el límite del BCRA al accionar de las entidades financieras implicaba que sus tasas de ganancia se vieran reducidas, en una época en que la especulación financiera resultaba (y aún resulta) mucho más lucrativa que la mayoría de las inversiones productivas. No es casual que el sector financiero sea el que más creció entre 1993 y 2000 (87,6%, muy por encima del 16,8% de promedio de la economía en ese plazo), sin lograr pese a ello un mercado de capitales de un tamaño significativo; y que haya sido también uno de los puntos focales de la grave crisis desatada en el país entre 1998 y 2002.
El proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo elimina que las Reservas Internacionales deban ante todo cubrir el 100% de la Base Monetaria. Esa exigencia arrastrada de la Convertibilidad era arbitraria: en cualquier país, la cantidad de dinero en la economía (la Oferta Monetaria) es mucho mayor que la Base Monetaria; por esto las RRII jamás alcanzan para respaldar el dinero en circulación ante una eventual corrida cambiaria, como se mostró a fines de 2001 en Argentina. El nivel ideal de RRII debe ser aquel que la población en general crea suficiente para preservar el valor de la moneda nacional. Pero este valor es a su vez fijado en línea con la política macroeconómica, ya que afecta y es afectado por los intercambios comerciales y financieros con el resto del mundo.
Reorientar la legislación que rige el sistema financiero es un primer paso necesario pero aún insuficiente para que pueda aportar positivamente al desarrollo nacional. Queda para el futuro repensar en profundidad cuál es el rol que el sistema financiero juega o puede jugar en el desarrollo socioeconómico. Pero con la aprobación de este proyecto de ley, el BCRA tendrá una mayor flexibilidad en sus facultades regulatorias, para ejecutar la política cambiaria y monetaria con otros objetivos además de meramente respaldar el valor del peso.