La reforma a la Ley Federal de Trabajo (LFT) para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales en México ya está en marcha. El pasado 7 de julio finalizaron los foros públicos de debate donde se definió la implementación gradual de la normativa hacia el 2030; sin embargo, empresarios del gremio gastronómico aún se oponen y han advertido sus consecuencias.
De acuerdo a lo confirmado por la presidenta Claudia Sheinbaum, la reducción de la jornada laboral comenzará a implementarse a partir de 2026 con la disminución de dos horas por año sobre el turno de trabajo. Pero el sector gastronómico advierte que esta medida podría tener graves consecuencias operativas y económicas.
El rubro de la gastronomía generan más de 2 millones de empleos en el país, con más de 730,000 establecimientos a nivel nacional, es un pilar fundamental de la economía mexicana. No obstante, enfrenta problemas estructurales crónicos como una alta rotación de personal, escasez de mano de obra y una fuerte dependencia de las propinas como parte esencial del ingreso de los trabajadores.
La advertencia de empresarios en contra de la reducción de la jornada laboral
Los empresarios temen que la propuesta de reducir la jornada laboral, sin un análisis específico para su modelo de negocio, agudice aún más la fragilidad que ya experimentan.
Jack Sourasky, presidente de la Canirac en la Ciudad de México, critica la falta de comprensión del modelo operativo de los restaurantes. "Hoy por hoy, no hay gente que quiera trabajar en restaurantes. Si encima les reduces las horas, tendrás que contratar más personas para cubrir turnos", afirma.
Sourasky enfatiza que muchos trabajadores del sector prefieren extender sus jornadas para incrementar sus ingresos, especialmente a través de las propinas. "La gente quiere trabajar más para ganar más. Si les quitas horas, no los estás ayudando; estás afectando su ingreso real", advierte.
Por qué quieren reducir la jornada laboral en México
Por su parte, el secretario del Trabajo, Marath Bolaños, defiende la reforma como un paso necesario para mejorar la calidad de vida de los trabajadores. "Estamos en un momento propicio para mejorar las condiciones laborales [...] La propuesta ya es una realidad y estamos totalmente seguros", declara.
Por su parte, Eduardo Mercado Peña, socio director de CONGAHIN Consultoría Gastronómica, coincide en que la reforma llega en un momento crítico. Explica que la estructura de costos ya se ha visto impactada por el aumento al salario mínimo y las vacaciones.
"En promedio, el costo de la mano de obra aumentó entre un 30% y 35% en los últimos años", señala. El experto subraya que esta situación ha reducido drásticamente los márgenes de utilidad de los restaurantes, que ahora se verán obligados a contratar más personal en un mercado con escasez de trabajadores.
Mercado Peña argumenta que los restaurantes no pueden trasladar todos los aumentos de costos a los clientes sin perder competitividad. "No puedes subir precios indefinidamente. Absorbes una parte del golpe, pero otra te pega directamente en la rentabilidad. La reforma, como está planteada, nos deja sin margen de maniobra", advierte.
Cuáles serían las peores consecuencias para el sector gastronómico
El consultor coincide con Sourasky al señalar que la lógica de los trabajadores es ganar más, y muchos prefieren trabajar más horas para aumentar sus propinas: "Muchos no quieren menos horas ni más descanso. Quieren estar más tiempo en piso para ganar más propinas. Hay quienes dicen: 'no me importa que no me pagues horas extra, déjame quedarme porque esa mesa me da propina'. Esa es la lógica real del trabajador de restaurante".
Tanto Sourasky como Mercado coinciden en que la propuesta gubernamental carece de un análisis profundo sobre la realidad del sector restaurantero. Ambos advierten que una implementación generalista podría llevar a consecuencias negativas como aumentos de precios, despidos e incluso el cierre de negocios.