Las presidenciales francesas impactarán de manera decisiva en Europa, sea cual fuere el resultado. Lo singular de estas elecciones es que François Hollande, del Partido Socialista (PS) y el mandatario saliente Nicolas Sarkozy, de la Unión para un Movimiento Popular (UMP, neoconservadora),que representan a las dos corrientes políticas que gobernaron el país en los últimos treinta años, obtendrán en total menos de 60% de los votos. Más de 40% de los franceses se apresta a rechazar a las dos opciones de gobierno para el quinquenio 2012-2017. Y la mayoría de estos votantes antisistema se pronunciará en favor de propuestas de ruptura con el liberalismo económico, la globalización y la construcción europea, apoyando a Marine Le Pen (Frente Nacional) o a Jean-Luc Mélenchon (Frente de Izquierda), dos populistas, de signo opuesto, que aglutinarán a 30% del electorado.
Que cuatro de cada diez electores rechace el consenso que une tradicionalmente a las elites gobernantes es una señal que revela la desesperanza de muchos franceses ante la crisis. Pero que tres de esos cuatro voten a Mélenchon o a Le Pen, es más que una amenaza para el futuro presidente.
Entre la primera y la segunda vuelta, ambos candidatos deberán radicalizar sus posiciones, Hollande en busca del apoyo de los simpatizantes del Frente de Izquierda, Sarkozy, a la caza del voto del Frente Nacional. La tarea será más fácil para el socialista, ya que el electorado de Mélenchon no deja de ser republicano, mientras que para el mandatario saliente, ganar el corazón de los electores de Le Pen podría obligarlo a renunciamientos que le harían perder la confianza de sus seguidores centristas. Además, el candidato del PS nunca ha ocupado cargos de gobierno, por lo cual sus propuestas de cambio son más creíbles que las de un presidente que muchos franceses quieren castigar por haber incumplido sus promesas de 2007 o por las actuales dificultades económicas del país. De todas maneras, con Hollande (hipótesis más probable) o con Sarkozy como presidente, después del 6 de mayo el eje franco-alemán dejará de ser el cimiento de la Unión Europea.