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Un nuevo hallazgo científico dejó en shock a toda la comunidad de investigadores: tras años de estudios, por fin descubrieron qué le pasa al cerebro cuando una persona muere.
Este órgano aloja en sus 86 mil millones de neuronas toda la experiencia humana como los pensamientos, emociones, conciencia y más. Al utilizar tejidos cerebrales de donantes fallecidos, lograron entender qué le pasa al ARN cuando se deja de respirar.
Cómo cambia el cerebro humano tras la muerte
Un equipo de neurocientíficos del Hospital Monte Sinaí de Nueva York junto a la Escuela Icahn de Medicina demostró que el cerebro cambia de forma significativa tras la muerte.
Según informó la revista National Geographic, los investigdaores tomaron biopsias del córtex prefrontal de casi 300 voluntarios sometidos a cirugía cerebral mediante una técnica segura y escalable que conservaba la integridad molecular de las muestras.
Las investigaciones se enmarcan en el Proyecto Cerebro Vivo encabezado por el Doctor Alexander W. Charney. Al realiar la comparación con un cerebro vivo, descubrieron que más del 60% de las proteínas difieren.
El Dr.Brian Kopell, director del Centro de Neuromodulación del Mount Sinaí, detalló que "el 95% de las transcripciones de ARN analizadas mostraron diferencias en al menos uno de los siguientes aspectos: niveles de ARN primario, tasas de empalme o niveles de ARN maduro".
Además, explicó que "muchos patrones de expresión de proteínas también diferían, e incluso las relaciones entre los niveles de coexpresión de ARN y proteínas se alteraban en el tejido post mortem".
Qué significan los nuevos descubrimientos sobre el cerebro y cómo aportan a la ciencia
Las variaciones en el ARN y proteínas podrían sostener la conclusión de que el cerebro vivo sostiene una dinámica molecular propia que se pierde tras la muerte. Esto pone en cuestión la validez de los modelos convencionales para el estudio de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, el Alzheimer, entre otros.
El equipo de Monte Sinaí busca crear un biobanco de tejido cerebral vivo que funcione como una base de datos para transformar la neurociencia. Este recurso podría brindar la posibilidad a los científicos de examinar cómo las células neuronales responden a estímulos y fármacos.