

Es posible pero no seguro que una disminución del precio de la carne reduzca la pobreza. Esta fue la conclusión de mi anterior artículo en esta misma columna. Como un ejemplo, señalaba que en caso de una disminución del precio de 10%, el número de personas que efectivamente sale de la pobreza como consecuencia del menor costo de la canasta básica, es solo una fracción (aproximadamente 15%) del número de personas empleadas por la cadena de la carne que potencialmente pueden ver sus ingresos disminuidos como consecuencia de este hecho.
Debido a que esta cadena emplea personas con niveles relativamente bajos de calificación tanto en el sector de producción como en el de la faena, una disminución de sus ingresos ya sea por cesantías como las que se están produciendo, o de disminución de salarios reales como consecuencia de la menor rentabilidad, podría crear tanto o más pobreza que el número de personas que efectivamente salen de esta situación como consecuencia de la disminución señalada.
La incertidumbre que rodea los impactos de la política de carnes es muy elevada por lo cual también es posible que librando su precio a la oferta y la demanda, la pobreza disminuya. Esto ocurriría como consecuencia de mayores inversiones y producción en una cadena que como se dijo, es intensiva en empleo de bajos niveles de calificación. ¿De qué lado se ha puesto, históricamente, la política económica? Sin duda la respuesta es que en promedio durante más de cinco décadas, las políticas han sido intensamente anti ganaderas. Entre los ‘60 y fines de los ‘80, a través de políticas comerciales, el sector de la carne tuvo un nivel de imposición que disminuyó los precios recibidos entre casi un 30%, y un 50% por debajo de los precios internacionales. Durante este período, este nivel de imposición estuvo entre los más elevados.
Las políticas comerciales no han sido el único origen de la discriminación. Es relevante recordar que por su fracaso histórico en erradicar la aftosa, la Argentina no puede exportar a destinos como Japón y Corea del Sur, que en valor representan más del 60% de las importaciones mundiales. Estos países solo compran de orígenes libres de aftosa sin vacunación mientras que Argentina es un exportador que normalmente esta calificado como libre con vacunación. Como consecuencia de esto, según datos de la FAO, en 2004 nuestro precio unitario de exportación se ubicó en u$s 1.738 la tonelada mientras que el de Australia -que es un país libre de aftosa sin vacunación- se ubicó en u$s 2.733 por tonelada es decir, un 57% más alto.
Para el sector ganadero, desde 2000 ha sido “sobre llovido, mojado . Como es sabido, en este año la Argentina sufrió un brote de aftosa que intentó ocultar a la comunidad internacional. Como consecuencia del brote, los mercados se cerraron y como consecuencia del intento de ocultamiento, el país perdió credibilidad internacional. Cuan relevante es el tema de credibilidad? Veamos.
Además de la Argentina, el brote de 2000 afectó a Brasil y Uruguay pero posteriormente, el trato de la comunidad internacional no fue igual para todos. Por ejemplo, mientras que en 2003 Estados Unidos y Canadá, que son importadores importantes de carnes, reabrieron sus compras desde Uruguay, lo mismo todavía no ha ocurrido con Argentina. El gráfico adjunto muestra el precio del kilo vivo de novillo para el período 1998-2006. Se aprecia claramente como hasta el brote de aftosa, en una mayoría de años el precio que se pagaba por la carne de Argentina era superior al de Uruguay hecho que estaba asociado con la reputación internacional de nuestras carnes. Si es así, a partir de 2000, esa reputación quedó truncada ya que desde entonces, el diferencial de precios se ha movido en favor de Uruguay. En promedio desde que se reabrieron los mercados citados, el precio pagado por la carne de Uruguay ha sido un 32% más elevado.
Para resumir, como consecuencia de las políticas comerciales y de su status sanitario, entre los países eficientes, Argentina tiene el precio más bajo de la carne vacuna. Es posible que esto haya disminuido la pobreza pero también, es posible que la haya aumentado. La segunda conclusión es que a diferencia de las políticas comerciales que se deciden con una simple firma -por lo cual hoy pueden estar y mañana no- la pérdida de credibilidad tiene consecuencias económicas negativas de largo plazo.










