Una de las reglas básicas de la física es la famosa ley de la unipresencia existencial. Según esta ley un objeto no puede estar en dos lugares simultáneamente. Todos sabemos que este enunciado se cumple en todo el universo menos en el maravilloso mundo de la televisión. Ahí si las cosas pueden estar al mismo tiempo en muchos sitios.

¿Nunca les pasó que cambian de canal y ven una misma película en dos señales al unísono? ¿Nunca sintieron, empezando a ver un film en la tele, que ya lo habían visto hace no tanto tiempo?

No es una fantasía, ni un delirio: hay largometrajes que parecen desfilar por las pantallas como una cinta sin fin, repitiéndose hasta pasado el hartazgo durante periodos muy cortos. Es una suerte de deja vu cinematográfico inevitable a la hora de ver televisión en el cono Sur. Busquemos ejemplos que sirvan para ilustrar esta situación. ‘Rápido y Furioso’ (The Fast and the Furious, 2001) fue emitida entre agosto y noviembre 23 veces en ocho señales diferentes. A su secuela no le fue mejor: en el mismo periodo ‘Rápido y Furioso 2’ (2 Fast 2 Furious, 2003) se vio 29 veces también en ocho canales distintos.

Si sos un fan de las películas familiares, probablemente no pudiste evitar ver ‘La Guardería de Papá‘ (Daddy Day Care, 2003). ¿Cómo evadirse de este film, si finalmente estuvo en cuatro pantallas a lo largo de las 14 ocasiones en que salió al aire?

A esta altura, los espectadores deben conocer los diálogos de memoria. Es más, es probable que la audiencia ya no pueda distinguir quien emitió que. Para entender por qué un largometraje puede estar en tantos sitios a la vez, hay que revisar que camino hacen los films desde Hollywood hasta nuestros livings. Lo primero que no hay que olvidar es que estas películas masivas suelen ser propiedad de los estudios que las producen y no de quienes las emiten. Los canales solo adquieren los derechos por un periodo de tiempo determinado o una cantidad de de emisiones prefijadas. Muchos de estos estudios establecen sistemas para que su patrimonio –los films– no estén sobrexpuestos, pero otros no. ¿Por qué entonces las productoras venden los largometrajes a muchas señales al mismo tiempo, generando que exista la posibilidad de que sean emitidas en paralelo? La respuesta es la misma de siempre: dinero. El sistema de producción de cine más célebre del planeta, el que mayores presupuestos y más penetración global tiene está en rojo. Aproximadamente el 60% de todas las películas producidas en Estados Unidos pierde plata.

Un film de rango medio norteamericano y de distribución masiva tiene un costo de producción de unos 65 millones de dólares. A eso hay que sumarle la inversión en publicidad y copias para Estados Unidos y Canadá, que normalmente promedia unos 34,4 millones. Un caso testigo: ‘Si Señor’ (Yes, Man, 2008), la comedia protagonizada por Jim Carrey. Presupuesto: 70 millones de dólares, 40 aproximadamente de P&A (copias y publicidad). Recaudación final en USA: 97 millones. ¿Es un fracaso? Lo sería si solo se estrenara en el hemisferio norte, pero su recaudación en el resto del mundo fue de 131 millones. Sin embargo, su P&A en los otros territorios también se multiplica y no es menos de 60 millones. Es decir, el costo total de estrenar en todo el planeta ‘Si Señor’ probablemente no sea menos de 170 millones y su ganancia neta por venta de entradas cercana a 228. Tampoco es una diferencia gigante para el esfuerzo involucrado: 58 millones. A esa cifra hay que restarle todo lo que los estudios no hacen público, como los porcentajes de taquilla que se llevan las estrellas y los eventuales coproductores.

Esta es una simplificación extrema de cómo funciona el sistema. ¿Ustedes se preguntaran entonces cual es el negocio de Hollywood? ¿Por qué los grandes estudios (la 20th Century Fox, Disney, Paramount, Sony, Universal y Warner Bros) siguen generando entre 100 y 135 títulos anuales si al final las cuentas no les cierran?

Es que el camino de explotación comercial de una película no se detiene en el estreno en las salas, eso que ocurre en el ciclo de sus primeros seis meses de vida. Continúa con lo que normalmente se llama diferentes ventanas: Pay-per-View, DVD para alquiler, DVD para venta directa, cable Premium (codificado), TV de aire y cable básico. Es decir que a lo largo de tres años los contenidos pegan una vuelta enorme y terminan siendo siempre rentables. Aún así, el cálculo de la industria es que el 90% de los costos recién se cubren al final del segundo año. Por eso hasta ahora los estudios no bajaron la cortina. Ahí surgen otros inconvenientes: la piratería, la fluctuación natural de los espectadores al cine y la imprevisibilidad de los contenidos artísticos. La piratería disminuye las fuentes de ingreso para las compañías por razones más que claras. La fluctuación natural hace que nadie pueda saber si un día, de golpe, la audiencia decide quedarse en sus casas porque hay algo mejor para ver en la tele. Y la imprevisibilidad implica que nadie sabe claramente que película va a funcionar o no. El cine es, por su naturaleza, una inversión de riesgo.

Como el sistema tiene que absorber sus costos (por ejemplo, el sueldo desmedido de los ejecutivos) y licuar sus pérdidas (todas las películas que son un fracaso), tratan de explotar al máximo cada ventana. Por eso una película termina siendo vendida a la televisión (tanto en aire como en cable) sin exclusividad. Y así, Rápido y Furioso 2’ se emite 29 veces en tantos canales. La próxima vez que digan ‘esta ya la vi’, piensen que el problema está en una oficina de Los Angeles donde un señor no se da cuenta que pagarle a Jim Carrey más de lo que merece tiene como eco que al final del recorrido sus películas tengan menos vida útil en el tiempo porque estamos hartos de verlas siempre en todos lados.