No cabe duda que la candidatura de Macri a Presidente está en juego y con ella la esperanza de constituirse en una contrafigura del gobierno kirchnerista. Hasta ayer, el Jefe de gobierno porteño tenía, y habrá que ver si mantiene, un posicionamiento competitivo para aspirar a la primera magistratura.
La estrategia del macrismo tiene sus puntos fuertes al pretender constituirse en un candidato del peronismo disidente, además del no peronismo. Sobre la base de la no confrontación y del anuncio de la finalización de las identidades políticas, Mauricio Macri aparece en la escena nacional como un representante de lo que la academia denomina ‘nueva derecha‘. Una de las características principales de este espacio es no hacer alarde de polarización de ideas en aras de un pragmatismo administrativo. Hoy, casi todos huyen de ser identificados con la derecha por el temor de no ser popular. Por más que Macri no lo enfatice, ejerce el rol de oponente antagónico desde lo ideológico ante el kirchnerismo, caracterizado, aunque no sin complejidades y contradicciones, por un peronismo de centro izquierda.
Estimulado por una popularidad inicial sustentada en su condición de ex presidente de Boca Juniors, Macri cumplió largamente la primera etapa de todo aspirante político. El 60% de los porteños lo consagró en el 2007 como titular del ejecutivo de la Ciudad, optando por el perfil gerencial. Desde su gestión intentó proyectarse a la presidencia. Tiene en el propio armado capitalino su pata peronista que remite al menemismo. El Jefe de Gobierno expresa los ´90, a los que testimonia en términos de definiciones económicas, muchas veces con crudeza. Como representante de una neoderecha, conoce la importancia del calor popular y mantiene esa doble faz: pensar en términos de la absolutización del mercado y sostener por otro lado, un discurso reparatorio social.
La actual negativa de Reutemann lo favorece, ya que disputan un mismo espacio electoral, sobre todo en los estratos populares. Una candidatura del ex gobernador santafesino, dividiría los votos. Sin embargo, hizo algunas alianzas débiles en el 2009 con algunos dirigentes peronistas, y siente la condición de no serlo ante los históricos del P.J., entre los que se destaca Eduardo Duhalde. Duhalde está actualmente más preocupado por constituir un pacto de gobernabilidad con la UCR que en considerar a Macri como candidato, ya que prevé que el peronismo se debilitaría en su división y ante esa situación haría probable que el Partido Radical gane la presidencia. No obstante esto dependerá de la dinámica política, ya que nadie sabe en qué van a derivar los diversos factores en juego: la interna del peronismo disidente y su oferta electoral; la situación judicial-política de Macri y quién será el candidato del kirchnerismo.
Si se presenta el Jefe de Gobierno y algún candidato del peronismo no kirchnerista, esto bajará los promedios de los competidores del oficialismo nacional, a lo que hay que agregar las posibilidades de Ricardo Alfonsín y de Cobos. Alfonsín, quiere construir una alianza progresista, pero rescata algunas acciones del Gobierno e intenta diferenciarse por una acentuación republicana. Cobos, en cambio, quiere expresar a ese sector antiperonista que anida en la sociedad nacional y está más corrido hacia lo que identificamos como centro derecha liberal.
El Macri procesado mantiene su afán por establecerse como el principal opositor al Gobierno, al punto de acusarlo de ser el autor de la conspiración judicial. Encuentra ahora que algunos otros opositores y ex aliados toman distancia de él. Ha hecho una jugada atrevida, pero no temeraria. Es difícil suponer que saldrá fortalecido, pero es más difícil suponer que será destituido. La opinión pública, no lo va a desalojar de la candidatura, porque mantiene una vigente incredulidad frente al Poder Judicial; salvo que la justicia llegue a alguna parte que no sea su insustancialidad habitual.