Cuando hace poco integré un panel de periodistas de publicaciones internacionales, el moderador nos pidió que dijéramos cuál era nuestra gran nota para el próximo año. Uno de los periodistas sugirió las elecciones parlamentarias en el Reino Unido. Otro mencionó las ramificaciones de la crisis financiera. Yo dije Brasil, país que estaba por visitar por primera vez.
Consideren su situación, les dije: Brasil ha salido de la crisis financiera en un estado razonablemente bueno. Está sentado sobre un vasto hallazgo petrolero en aguas profundas. Acaba de ser testigo del mayor debut en bolsa del mundo en 2009 –la salida al mercado de parte de la rama brasileña del Banco Santander por u$s 8.000 millones. Además, será anfitrión de los dos mayores eventos deportivos globales: el Campeonato Mundial de Fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. En este último caso, Río de Janeiro superó a Tokio, Madrid y Chicago.
Sin embargo, mientras volaba a Río no pude evitar sentir cierta inquietud con respecto a su lado negativo: “la violencia y el crimen pueden ocurrir en cualquier lado y a menudo involucra armas de fuego o de otro tipo. Se producen robos de automóviles, a veces con sus ocupantes, quienes son obligados a sacar dinero de sus cuentas en los cajeros automáticos , advierte la oficina de viajes del Foreign Office británico a los que viajan a Brasil.
Un conocedor de Brasil como el escritor Peter Robb no se muestra más tranquilizador. Brasil es “un país de inmensa riqueza natural, que está en paz con sus vecinos y no enfrenta un nivel inusual de turbulencia o inquietud social interna. Sin embargo, su tasa de asesinatos, con decenas de miles de muertes violentas al año, se ubica dentro de los parámetros de la definición que tiene la ONU para una guerra civil de poca intensidad , dice Robb en su libro: Una muerte en Brasil.
Yo no ví nada de esto, pero dos días después de mi partida, una batalla a tiros entre bandas rivales de narcotraficantes de Río terminó con un saldo de 14 muertos, incluyendo a dos policías que murieron cuando su helicóptero fue derribado.
Hay que reconocer que en las charlas y entrevistas que tuve en Río y San Pablo, nadie negó que el problema de violencia sea real y pueda tener un serio impacto sobre su desarrollo, para no decir nada de los dos eventos deportivos futuros.
Y el problema no es sólo el delito. La infraestructura ferroviaria, vial y de aeropuertos de Brasil requiere enormes inversiones. Y la enorme brecha entre ricos y pobres es evidente.
Sin embargo, se trata de un país con un extraordinario potencial, con gente amable, y varias compañías de primer nivel.
Extraer el recientemente descubierto petróleo que está enterrado debajo de miles de metros de agua, roca y sal será un desafío, pero las reservas presentan la intrigante perspectiva de que Brasil se convierta en un importante exportador de crudo mientras deriva la mayor parte de su electricidad de la energía hidráulica y utiliza etanol extraído de caña de azúcar para sus propios vehículos.