La inflación está tan lejos de las prioridades económicas de los países desarrollados que ha sido fácil subestimar las preocupaciones por los precios en las economías emergentes. Pero una brusca venta de acciones de los mercados emergentes –desencadenada por el dato de inflación de China de la semana pasada– fue un recordatorio de que hay que observar los precios, y que en algunos países se necesita actuar urgentemente.

El aumento de 4,4% interanual en los precios minoristas anunciado por Beijing es el más alto en dos años, y excede el nivel de comodidad de las autoridades de 3%. En los otros países del grupo BRIC la inflación es aún más alta: 8,6% en India, 7,5% en Rusia y 5,2% en Brasil.

Como sucede a menudo con la inflación, son los pobres, que gastan una gran parte de sus ingresos en alimentos, los más golpeados. La inflación alimentaria es 10,1% en China, 15,7% en India y 16,1% en Turquía.

Un gran factor que influye en la inflación, particularmente de los alimentos, es el auge de los precios de los commodities. Pese a que esto se ha agravado por las inversiones especulativas, el responsable ha sido el interés por los recursos globales, que sólo se puede cubrir expandiendo la producción.

Y desafortunadamente, es poco probable que pronto se liberalice el comercio de productos agrícolas.

Pero hay otras acciones que los mercados emergentes pueden tomar: pueden apegarse firmemente a las políticas fiscales prudentes.

También, deben controlar el crecimiento del crédito, pero no tanto como para ahogar el crecimiento. Y ese es el dilema de China. Habiendo impulsado la economía en la crisis de 2008 y 2009 a través de un gran aumento en los préstamos, ahora lucha para revertir la tendencia.

El desafío de política monetaria se exacerbó por el dinero barato generado para estimular a las debilitadas economías desarrolladas, sin olvidar la última ronda de emisión monetaria de Washington, por u$s 600.000 millones.

Se multiplican las advertencias de burbujas en los mercados emergentes, incluyendo una la semana pasada del Nobel de economía, Joseph Stiglitz.

Brasil, Tailandia y Taiwán están entre los países que intentan detener los flujos de ingreso potencialmente inflacionarios mediante controles de capitales. Otras naciones, encabezadas por China e India, han tardado más en liberalizar sus cuentas externas. Incluso el FMI ahora acepta de mala gana que los controles de capitales son un arma necesaria en el arsenal de políticas.

Pero eso deja a las economías abiertas y atractivas como el destino principal de todo ese dinero de la emisión monetaria.

Los gobiernos están aumentando las tasas para reducir las presiones inflacionarias, pero a regañadientes por temor a dañar el crecimiento económico y empeorar las cosas al atraer más dinero especulativo.

Una respuesta está en acelerar apreciación cambiaria. En el corto plazo, los países no quieren que sus monedas se aprecien por temor a dañar las exportaciones. Ese es el meollo de la disputa cambiaria entre EE.UU. y China. Pero en el largo plazo, las monedas de los mercados emergentes deben subir para reflejar la creciente productividad de estos países.