Cuatro fuerzas políticas pueden acceder al gobierno en el 2011; el oficialismo con el PJ, más los transversales políticos y las organizaciones sociales afines; el peronismo federal; el PRO y una alianza de centro izquierda con el radicalismo como eje y el Partido Socialista. Proyecto Sur queda como una quinta fuerza con presencia testimonial y con pocas posibilidades de romper el bipartidismo. Habría que ver que significa esto del bipartidismo en la actualidad.
Cada una de estas fuerzas, menos el oficialismo, puede presentar cambios a futuro. Si al peronismo federal se le suma la candidatura de Mauricio Macri, dicha alianza sería competitiva. Y si el radicalismo lleva a Cobos, tendría un perfil más conservador que el que puede presentar Ricardo Alfonsín, y entonces Carrió se ubicaría lejos.
Ahora, la oposición en su dinámica fragmentada muestra su mayor eficacia en el Congreso pero no en la calle. Por su parte; el gobierno repite este quehacer constante de mirarse a sí mismo y seguir su marcha. El kirchnerismo renueva su esperanza de continuidad en el 2011, al calor de la evolución que muestran las encuestas, mientras los adversarios observan que aquello que parecía accesible hace un año, hoy requiere de un redoblado esfuerzo de unidad y coherencia.
El gobierno transmite seguridad en su accionar y obtiene resultados. La opinión pública, que observa poco el detalle de la labor del Congreso, está más atenta a lo que el ejecutivo haga y registra un cambio en el estilo. Ve a la Presidenta menos confrontativa, jerarquizándose, sobre todo ante los sectores medios, más afectos a las formas.
La oposición son islotes que mantienen una lucha intestina. La ruptura de Carrió con el Acuerdo Cívico y Social ha convencido al radicalismo -convicción histórica a la resistencia a las grandes alianzas-contar con el socialismo como furgón de cola, y avanzar por su propio camino. La decisión de la líder de la CC ha generado muchos suspiros de tranquilidad entre aquellos radicales que ven que un entente con la dirigente los hace caminar por la cornisa. Una excepción es Ricardo Alfonsín, que sabe que si Carrió va por su cuenta le saca algunos puntos que pueden ser decisivos para ir a balotage.
Un amague de acercamiento con la CC. puso a Pino Solanas primero ante la contradicción y luego la huida. Carrió es una dirigente solitaria, de gran dificultad para sostener sus construcciones y proclive a desandar los caminos tomados. Por ahora, su partido la sigue mientras se aleja de la posibilidad del poder. El papel de fiscal que ella asume lo hace integralmente: contra el oficialismo y, a veces, contra sus propios aliados.
Con la candidatura presidencial de Solanas, Proyecto Sur declina su probabilidad de conquistar el gobierno porteño y deja un lugar para que las fuerzas kirchneristas locales puedan acceder al balotage.
Los peronistas federales construyeron una esperanza alrededor de Reutemann, cuyo reiterado silencio pone a ese sector huérfano de un candidato peronista competitivo.
La combinación estadísticamente significativa es la que reúne al peronismo no kirchnerista con Macri, pero esto está vetado por Duhalde. Este cálculo es a la fecha, porque nadie conoce el futuro de Macri ante el doble juicio: el judicial y el de la comisión investigadora.
Eduardo Duhalde atraviesa la coyuntura política con su doble función: ser candidato y elector. Su negativa a Macri confirma este último rol. La relación entre ambos no es simétrica, mientras se lo tacha al Jefe de Gobierno de no peronista; Macri sabe que por abajo tiene muchos más votos, de ese origen, que Duhalde.
La real valía de la oposición será considerada cuando esta logre ordenarse y podamos observar la diversidad de la oferta peronista no oficialista. Entonces, sabremos el peso electoral de cada uno en forma más precisa que ahora, en que el ciudadano todavía no logra armar los escenarios de la oposición.