Para la Argentina, 2005 concluirá con una situación caracterizada por oportunidades de integración económica mundial, en un mínimo histórico. Hemos rechazado el ALCA, las negociaciones con la UE han entrado en vía muerta, y el multilateralismo está en clara declinación. Quiero aprovechar esta nota para ofrecer un breve resumen de dónde estamos parados, y sobre esta base, ofrecer algunas sugerencias.
Como es bien sabido, las claras ventajas comparativas de la Argentina en productos agrícolas, chocan con el inflexible proteccionismo de un grupo de países industriales, incluyendo Francia. Es paradójico que estas naciones ricas no puedan lograr un acuerdo político para financiar el ajuste de sus sectores agropecuarios cuya ponderación en sus PBI es de un 3%. La historia seguramente determinará que un fracaso de las negociaciones multilaterales y las consecuencias negativas que esto ocasionará sobre la economía mundial, recaerá sobre este grupo de países altamente proteccionistas. En estas negociaciones, he apoyado nuestro protagonismo en el G-20, y el Mercosur pero ahora, las decisiones importantes están en manos de otros.
A pesar de los efectos económicos y sociales mucho más negativos sobre la Argentina que emergen como consecuencia de los fracasos de las negociaciones multilaterales y con la UE, es el ALCA donde los líderes han centrado sus críticas y rechazos políticos. A diferencia de las otras negociaciones, estas han sufrido un movimiento pendular primero de apoyo durante los gobiernos de Menem, De la Rúa, Duhalde y la etapa inicial de Kirchner, a la situación actual de fuerte rechazo. ¿En qué se basa este rechazo? No quiero especular con los motivos políticos subyacentes, sino señalar que el mismo no se basa en un análisis completo de las ventajas y desventajas de este acuerdo.
Por ejemplo, la información publicada por el Ministerio de Relaciones Exteriores muestra que en materia de comercio de bienes, el ALCA arrojaría importantes beneficios para Argentina. El problema con éste y otros documentos similares no radica en su calidad que es muy respetable, sino en el hecho de que no analizan los temas nuevos que son centrales en éstas y otras negociaciones. Hay un elevado desconocimiento sobre los impactos de negociar temas como propiedad intelectual, compras públicas, comercio de servicios e inversiones, y movimiento de personas. En este sentido, tanto los que rechazan el ALCA como los que lo apoyan con pasión, basan sus conclusiones en un conocimiento muy parcial e incompleto de sus posibles efectos.
Salvo en las negociaciones multilaterales, el resto de las que encare la Argentina deben ser negociadas desde el Mercosur, pero acá la experiencia tampoco ha sido exitosa. En materia del propio Mercosur, Brasil ha determinado que prefiere el status quo a una mayor profundización del mismo. Por ejemplo, no hemos avanzado en el establecimiento de normas técnicas ni fitosanitarias comunes, ni en salvaguardias regionales, etcétera, etcétera. Hasta el presente, la Argentina podía aceptar esta posición porque estaban en juego otras negociaciones que eran superadoras del Mercosur. Sin embargo, estas oportunidades se han ido desvaneciendo y debemos preguntarnos nuevamente si el status quo del Mercosur beneficia o perjudica los intereses económicos y sociales de la Argentina.
En base a lo expresado, sugiero tres temas para el nuevo ministro de Relaciones Exteriores. Primero, completar el análisis iniciado por su Ministerio respecto a los beneficios y costos de negociar los temas nuevos mencionados más arriba. Un mayor conocimiento en estos temas aumentará la transparencia de las negociaciones y le permitirá al Gobierno y otros actores evaluar con más cuidado las negociaciones en curso y evitar posturas extremistas basadas en información parcial.
Segundo, en ausencia de progresos claros en las negociaciones multilaterales, hay que avanzar de una manera mucho más agresiva respecto a la defensa de los intereses de Argentina en el Sistema de Solución de Controversias de la OMC. Acá nuestra actuación empalidece frente a la de otros países como Brasil.
Tercero, en un mundo donde el multilateralismo pierde protagonismo en beneficio del regionalismo, los países industriales han desarrollado una estrategia exitosa basada en acuerdos bilaterales. La UE lo está haciendo con frica, con el Maghreb, y con los países del centro y este europeo, mientras que EE.UU. lo está practicando con varios países pero principalmente en las Américas. Un número creciente de países en desarrollo también han adoptado esta estrategia. Si queremos continuar profundizando nuestra integración con los flujos de comercio mundial, tenemos que debatir sobre la utilidad del Mercosur como instrumento de negociación: ¿Continuaremos aceptando el status quo y las inflexibilidades negociadoras que éste impone, o debemos movernos a una posición de mayor flexibilidad?