Numerosos funcionarios de gobierno y sus esposas han tenido problemas cuando el público puso su mirada en su vestimenta y aspecto general.
Desde el corte de cabello que lucía Hillary Clinton cuando era primera dama, hasta las excesivas compras que hacía Sarah Palin cuando estaba en campaña.
El problema es que los líderes de partidos políticos y sus cónyuges supuestamente representan a sus países lo que, por definición, significa mostrarse prolijos, poderosos y lindos. Pero, al mismo tiempo, no deberían mostrar excesos.
En la aún castigada y tan estudiada comunidad financiera se pueden encontrar mejores datos. Por ejemplo, hay técnicas que se emplean en Wall Street para que la vestimenta transmita sensación de empatía. Hace poco, Jamie Dimon, CEO de JP Morgan Chase, y Lloyd Blankfein, CEO Goldman Sachs, las pusieron en práctica cuando dieron testimonio en el marco de la investigación del Congreso.
Ambos aparecieron en sus versiones del uniforme que utiliza la administración Obama: traje azul marino, camisa blanca, corbata celeste, todo con la dismulada idea de vincularse con la Casa Blanca.
También están quienes sienten que la vestimenta es como una armadura, tal como demostraron las anchas espaldas y las arrugas de los trajes que visten los acusados de delitos de cuello blanco desde Conrad Black hasta Bernard Madoff. Aunque, dado que esos juicios han terminado, quizás la lección acá es cuál es la ropa que no hay que elegir.
Seguramente, a los ojos del público, no ayudó en nada la señora Black cuando llevó una cartera Hermés para acompañar a su marido sentada a su lado en el tribunal.
Totalmente opuesta era la apariencia de angustia que tenía Raj Rajaratanam del hedge fund Galleon. Arrestado durante el último otoño boreal y actualmente a la espera del juicio en el que se lo acusa de insider trading, se lo fotografió varias veces en mangas de camisa.
Está claro que en una crisis personal, es necesario decidir cómo vestirse independientemente del enfoque que uno elija. Porque, aunque sea injusto, la primera impresión es lo que vale.