Mientras los esfuerzos orgánicos por renovar el sistema político languidecen por falta de esfuerzo o de eficacia, dos proyectos nacidos en el PJ intentan tomar un atajo: si, como parece, es imposible reformar las viejas prácticas, forcemos la renovación por decreto y fecha de nacimiento, parecen decir.
Por un lado, Eduardo Duhalde ya les ha dicho a sus hombres en el Congreso y en el Gran Buenos Aires que en las listas para las elecciones partidarias de fin de año y para las legislativas de 2005, el 50% de los candidatos deberá tener menos de 40 años. Duhalde, siempre muy crítico con su generación, hace tiempo que viene impulsando la llegada de nuevos dirigentes al PJ (quizás por eso le permitió a su yerno, Gustavo Ferri, nacido en 1972, integrar las listas del PJ el año pasado y obtener una banca de diputado).
La otra iniciativa es un proyecto de ley de la justicialista correntina Cecilia Lugo de González Cabañas, según el cual el 20% de las listas deberán ser integradas por candidatos, también, menores de 40 años. Actualmente, sólo 16 diputados, de los que nueve son justicialistas, cumplen el requisito proyectado. De los legisladores en funciones, 32 de ellos fueron elegidos por primera vez antes de cumplir los 40.
Más allá de las preguntas teóricas (¿son necesariamente mejores los jóvenes que los viejos?), la implementación de un nuevo cupo en el sistema electoral –que se sumaría al 30% de presencia femenina instaurado en la década pasada– presenta, según los analistas, no pocos problemas prácticos. Uno es, precisamente, la articulación con el cupo femenino (una mujer menor de 40, ¿vale para los dos cupos?). Otro, más grave, es que si ya el cupo femenino hacía muy complicados los esfuerzos por terminar con las listas sábana, agregar otro cupo lo haría directamente imposible. El proyecto de Reforma Política del Gobierno –anunciado el mismo día que el Plan Integral de Seguridad, prometido para mayo pasado y que estará listo, según fuentes de Interior, “para dentro de 10 o 15 días – prevé que algunos diputados se elijan directamente, uno a uno, en cada circunscripción, por lo que es muy difícil mantener el porcentaje de mujeres o jóvenes si el electorado persiste en elegir varones y viejos. En mayor o menor medida, casi todos los 83 proyectos de Reforma Política que descansan en la Comisión de Asuntos Constitucionales de Diputados prevén una reforma de la lista sábana: un triunfo del Cupo Generacional significaría, en los hechos, la continuidad al infinito de las listas cerradas y bloqueadas.
Hace diez días, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, recibió a un grupo de legisladores bonaerenses del PJ preocupados por el ímpetu de renovación generacional mostrado por Duhalde. Camaño no les dio esperanzas: aparentemente, el ex presidente está muy entusiasmado con la idea, y no da ninguna señal, por el momento, de estar pensando en no aplicarla. La última lista de Diputados conformada por Duhalde, el año pasado, podía calificarse de mil maneras, pero nunca como renovadora.
La reforma política, que hace no mucho parecía inminente –con dirigentes eufóricos clamando por su necesidad–, ha entrado en el pantano de la burocracia política, ese lugar donde las soluciones parciales y los parches empiezan a sonar cada vez más tentadores.