Nuevamente el peronismo se agita y genera muchos interrogantes y expectativas. Esta expresión política, la más importante de la Argentina contemporánea, da muestras de reacción ante el vaticinio negativo que Eduardo Duhalde señaló hace tiempo, cuando anticipó una derrota electoral en el 2011. Ahora, parece que el dinosaurio da muestras de vitalidad, dispuesto a no ceder su bien más preciado: el poder.
Sobre la cabeza de los ejecutivos provinciales y municipales y de los correspondientes legislativos, se incrementa la preocupación sobre las elecciones venideras, que definirán la continuidad o no del dominio político-institucional peronista. Cada uno en su átomo local piensa lo mismo: optimizar el veredicto electoral, en un campo subjetivo colectivo en que al peronismo como partido, a diferencia de sus dirigentes, no le va bien. No obstante; la “marca P.J. tiene un 25% del total electoral asegurado, y esto lo convierte en un atractivo para todo aquel que quiera comenzar su carrera en la profesión.
La pregunta es: ¿cuál es el lugar del kirchnerismo en esta movida justicialista? Como hemos dicho muchas veces: la relación entre peronismo y kirchnerismo es compleja, hay un juego de semejanzas y diferencias, de intersecciones y paralelas.
La lógica matemática indica que si el peronismo quiere seguir siendo gobierno, predominando a lo largo y a lo ancho del país, debería unificarse. Cosa probable, dicen los justicialistas no oficialistas, si Néstor Kirchner y la Presidenta dan un paso al costado ante las internas abiertas.
Pero, como todos sabemos, la dirección del kirchnerismo es exclusiva de los dos dirigentes mencionados. Una alternativa diferente a esta supondría poner en peligro al kirchnerismo mismo. Además hay un actor: la CGT de Moyano, que hasta la fecha mantiene su alianza con el Gobierno, y no tiene expectativas por fuera del oficialismo.
Esta unidad que se procura sería una solución para un peronismo federal que no tiene un candidato a presidente competitivo. Un ejemplo: De Narváez en la Provincia de Buenos Aires hoy tiene una intención de voto tres veces superior a la candidatura presidencial de Eduardo Duhalde. Este es un problema serio, ya que las posibilidades para alcanzar la gobernación se verían gravemente afectadas por la tracción descendente desde la cabeza de la boleta. Si la comparación la hacemos con Felipe Solá la relación es más negativa aún.
El peronismo federal no cuenta con un candidato fuerte presidencial. El kirchnerismo quisiera revitalizar las colectoras a pesar de los intendentes, y no alcanza todavía al 40%, si bien cumple con el otro requisito: tiene más de diez puntos respecto del segundo.
En este panorama asoma la intención de unir al peronismo detrás de una candidatura que logre homogeneizar a todos. En las últimas semanas varios medios de comunicación menearon el nombre de Scioli como un candidato del acuerdo. Reutemann, saldría de su letargo y acompañaría esta intentona.
Es indudable que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires tiene la voluntad suficiente para la misión, pero hay muchas cosas por resolver y no resulta creíble un kirchnerismo en retirada, contraviniendo a los transversales y a los progresistas que entienden que la garantía del proyecto tiene dos nombres excluyentes: Néstor y Cristina. Entre los adversarios de este proyecto, también se encuentran algunos de los miembros más prominentes del Consejo Directivo de la CGT.
Como puede verse, es una puja desde las impotencias de cada uno, frente a una elección con final abierto. Eso sí; los factores de poder tienen una cosa clara: el peronismo debería continuar, porque cualquier otra alternativa no garantiza gobernabilidad. En este sentido; la mejor opción es su articulación y control desde el Gobierno.
Las elecciones en tiempo objetivo están cada vez más cerca, pero en tiempo subjetivo más lejos, debido a las situaciones que se desatan y requieren solución previa a la votación de los ciudadanos en las internas partidarias.