Si ya ha empezado a pensar en unas vacaciones después de Navidad, Hanukkah o Año Nuevo, no es el único. Cerca de uno de cada cinco viajeros ya está pensando en reservar sus vacaciones con más de tres meses de antelación, según el buscador de viajes Skyscanner. Sin embargo, viva donde viva, le costará. Los pasajes aéreos se están disparando desde Nueva Zelanda y Brasil hasta Europa e India. Los datos sobre la inflación en Estados Unidos publicados la semana pasada mostraban que el promedio de las tarifas aéreas en ese país habían subido un 43% en el último año. Por supuesto, grandes partes del mundo seguían en confinamiento por Covid el año pasado y una industria aérea desesperada habría incluso estado dispuesta a regalar asientos si hubiera podido. Así que quizás un aumento del 43% no sea tan sorprendente. Pero es significativo que las tarifas promedio en Estados Unidos para el mes de septiembre han sido las más altas desde 2014. Y, sin embargo, la gente sigue volando. En las últimas semanas, aerolíneas como Delta y United, Ryanair, easyJet e IAG, han dado testimonio de la fuerza del interés de la gente por viajar, ahora y en los próximos meses. "La demanda no está ni cerca de estar satisfecha", dijo la semana pasada Ed Bastian, directivo de Delta, al mejorar las expectativas de beneficios para el cuarto trimestre. Las aerolíneas argumentan que las altas tarifas reflejan el aumento de costos tras el incremento del precio del combustible, la suba del dólar y los acuerdos salariales más elevados con los pilotos, la tripulación y el resto del personal. La escasez de personal, en particular, ha animado a la mayoría de las aerolíneas tradicionales a adoptar un enfoque cauteloso a la hora de reconstruir la capacidad. Cualquiera que recuerde el caos del verano boreal pasado entenderá su cautela a la hora de programar vuelos que pueden no llegar a despegar. Pero también puede existir la tentación de mantener un tope de capacidad para hacer caja tras dos años de pérdidas por la pandemia. No hay más que ver los extraordinarios beneficios trimestrales anunciados por compañías como IAG, Lufthansa y otras, que admiten libremente que el aumento de las tarifas es un factor importante. Incluso el archienemigo de las tarifas, Michael O'Leary, director general de Ryanair, ha afirmado que los precios de los pasajes tendrán que subir durante varios años más -y más rápido de lo que él mismo esperaba hace unos meses. Pero en algún momento la paciencia de los pasajeros con los precios récord de los pasajes se agotará. Los datos históricos de Ascend by Cirium, la empresa de análisis de la aviación, sugieren que existe "una relación inversa entre la demanda y el cambio de tarifas", según Rob Morris, ejecutivo de Cirium. La relación fue más clara en el último ciclo de expansión, dice, cuando las low cost de rápido crecimiento fueron capaces de reducir significativamente el costo de los viajes y estimular la demanda por encima de la trayectoria de crecimiento a largo plazo. Esta vez, la tendencia va en la dirección contraria: la capacidad limitada mantiene las tarifas aéreas altas y la cuestión es si eso repercute en la demanda o cuándo. Aunque la demanda es mejor de lo que el sector esperaba a estas alturas después de la pandemia, sigue siendo frágil y todavía no es excepcional en comparación con los patrones previos al coronavirus. Según los datos de ForwardKeys, el proveedor de datos de viajes, los pasajes emitidos para vuelos en Europa en el cuarto trimestre se habían recuperado hasta el 76% de los niveles de 2019 en la semana hasta el 12 de octubre, mientras que la capacidad de las aerolíneas era superior, del 88%. Y en Estados Unidos, donde la demanda parece más alentadora, todavía había menos pasajeros que en 2019. No obstante, hay indicios de que el comportamiento de los pasajeros se está normalizando. Menos viajeros están dejando las reservas para el último minuto, dicen tanto Skyscanner como Forwardkeys. Pero si el comportamiento de los pasajeros está volviendo a la normalidad, cabe esperar que la tolerancia a las tarifas altas se vaya agotando a medida que la gente sienta cada vez más los efectos de la creciente inflación y del deterioro de la economía mundial. Es absolutamente normal que los viajeros quieran ver a la familia y a los amigos durante el periodo festivo después de dos años de ausencia. Incluso puede que no tengan en cuenta el costo financiero por el hecho de volver a pasar tiempo con sus seres queridos. Pero una vez pasada la temporada, los nubarrones económicos serán mucho más oscuros. Es posible que las compañías aéreas estén encantadas con una temporada mejor de la esperada y con las recompensas que conlleva. Pero sería prematuro declarar una victoria definitiva antes de que los turistas empiecen a tomar sus decisiones de viaje en el contexto de lo que promete ser un largo y duro invierno boreal.