Al observar al director técnico de Argentina Alejandro Sabella, curiosamente uno se acuerda del actor Peter Sellers. En la película Desde el Jardín, Sellers interpreta a un simple jardinero que tras una serie de accidentes se convierte en una estrella política de Washington. Sus clichés de jardinería son recibidos como su gran sabiduría. En la última escena del filme, aparece caminando sobre el agua.
La apariencia de inepto que tiene Sabella quizás oculte una mente táctica brillante. Si así fuera, lo disimula bien. Después de que su equipo derrotó a Holanda por penales en una semifinal tremendamente aburrida, repetidas veces explicó en conferencia de prensa que el partido fue un empate pero que Argentina ganó en los penales.
Sin embargo, si el seleccionado argentino derrota a Alemania en la final del domingo, Sabella también podría ser aclamado por caminar sobre el agua. Pero la pregunta entonces sería: ¿quién convirtió a Argentina en campeones mundiales?
Después de años de deliberaciones, Sabella empezó el Mundial con una formación que duró sólo 45 minutos contra Bosnia. Lionel Messi intervino en el entretiempo para mejorar la transición ofensiva del desafortunado equipo. Luego falló un experimento con el lento y poco creativo armador Fernando Gago. Las lesiones también complicaron las cosas. La formación inicial de Argentina contra Holanda difería en cinco posiciones comparado con el equipo que presentó Sabella hace cuatro semanas.
La Argentina del primer encuentro de la Copa tenía un equipo partido y lento, con defensores que se paraban a mirar los ataques y con atacantes que rara vez defendían. Dependían totalmente de la inspiración de Messi para anotar goles.
En los últimos partidos contra Bélgica y Holanda vimos una nueva Argentina: un seleccionado nunca brillante pero compacto que les niega espacio a los adversario. Desde mitad de cancha lleva la conducción el brillante cerebro táctico, Javier Mascherano. Distribuye la pelota porque la mayoría de los defensores argentinos no puede. Esta nueva Argentina como de costumbre necesita sólo un gol. Eso es una suerte, porque Messi no anotó ni creó un gol en los últimos dos partidos. Está agotado y siente como si sus piernas pesaran 100 kilos cada una, aseguró su papá Jorge al diario brasileño Folha de São Paulo. En la mayoría de los partidos Messi caminó en un aparente letargo, dos veces hizo sus intervenciones ganadoras recién en el último minuto, como si hubiera estado a la espera de que otros puedan hacerlo por si solos. Sin embargo, tal como dijo el historiador de tácticas futboleras Jonathan Wilson: La paradoja de Messi: Hace que Argentina sea un mejor equipo porque nadie se atreve a atacarlo. El principal servicio que Messi brinda al seleccionado es mantener a varios adversarios rodeándolo.
Algunos otros jugadores se han destacado como Pablo Zabaleta y Ezequiel Garay en defensa, mientras que la última compañía de Mascherano en mitad de cancha, Lucas Biglia, corrió vertiginosos 15 kilómetros contra Holanda. Adelante, Ezequiel Lavezzi agrega velocidad, aunque tiene problemas para ver más allá de los diez metros. Gonzalo Higuaín fue mejorando durante el campeonato.
Pero varios futbolistas argentinos serían campeones mundiales muy particulares. El arquero suplente del Mónaco Sergio Romero ganó la definición por penales contra Holanda, pero se le caen las pelotas con frecuencia. Maxi Rodríguez es un profesional sólido, si bien a los 33 años claramente está de vuelta. Marcos Rojo es joven, fuerte y rápido aunque algo tonto. Federico Fernández, que jugó cuatro partidos del Mundial, es un defensor extraordinariamente mediocre que, si bien ahora está en el banco, podría terminar con una medalla de ganador de la Copa del Mundo.
Sin embargo, las casas de apuestas dan por favorito a Alemania. Los germanos derrotaron a Argentina 4 a 0 en los cuartos de final de 2010 usando una eficaz estrategia Messi: uno hombre sobre él, y uno siempre directamente atrás a la espera de la segunda pelota. Bayern Munich, principal proveedor de este seleccionado alemán, también dejó afuera al Barcelona de Messi.
Los argentinos probablemente puedan vivir con una derrota. A las decenas de miles de hinchas celebrando en San Pablo el miércoles les preocupaba Brasil. La gente seguía levantando siete dedos para conmemorar el 7 a 1 que sufrieron sus viejos rivales ante Alemania. Para los argentinos, este torneo ya es casi perfecto.
