Vladimir Putin entró en el clima electoral y dijo que duplicará los sueldos de los policías y el presupuesto militar; los médicos recibirán mejor paga y el cuidado de la salud será más barato para todos. De cara a las elecciones presidenciales y enfrentado a las crecientes protestas, el primer ministro de Rusia parece confiar en la muy utilizada estrategia de gastar mucho para salir de la crisis.
Sus promesas de esta semana favorecen a 1 millón de policías y empleados del Ministerio del Interior esto cubre a aquellos a los que el Kremlin no les ha duplicado ya el salario por decreto. Mientras tanto, según un artículo que escribió sobre la reforma militar, si Putin es elegido presidente las mejoras para el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina le costarán al Estado ruso 23 billones de rublos (u$s 777.000 millones) a lo largo de una década.
Estas iniciativas siguieron a lo prometido la semana pasada, cuando dijo que incrementará los ingresos de los maestros y los médicos empleados por el Estado. Al mismo tiempo, los servicios de salud para la nación serán mejores, y todo a expensas del gobierno.
Todas estas promesas han ayudado a apuntalar las debilitadas perspectivas de Putin. A mediados de diciembre, una encuesta de opinión indicaba que ganaría las elecciones del 4 de marzo por 42% de los votos, lo que lo llevaría a un ballottage. Pero ahora, según Vtsiom, una encuestadora de Moscú, cuenta con el apoyo de 58% de los votantes, lo que implica un margen cómodo que le permitirá ganar en primera ronda.
Sin embargo, en el más largo plazo la estrategia de Putin para permanecer en el poder que implica gastar, o prometer que gastará, los ingresos por el petróleo ruso podría tener el efecto contrario. Si no puede cumplir sus promesas corre riesgo de sufrir la suerte de Alexander Lukashenko, el autoritario gobernante de la vecina Bielorrusia, que tuvo índices de aprobación en las encuestas de entre 50 y 60% durante casi toda la década pasada pero, tras ganar las elecciones en diciembre de 2010, ha visto caer su aprobación a 20%.
Lo mismo podría pasarle fácilmente a Putin, dijo Mikhail Dmitriev, titular del Centro para Investigaciones Estratégicas, un think-tank vinculado al gobierno, quien agregó que mucho depende de los precios del petróleo; si caen por debajo de u$s 80 el barril, este sistema puede recibir un golpe del que le resultaría difícil sobrevivir.
Pero no está claro que, incluso con el nivel actual de precios que supera los u$s 120 el barril de crudo Brent pueda sentirse seguro. Para que Putin tenga realmente un buen margen de maniobra necesita el petróleo a u$s 150 o u$s 200 el barril. Lo que tenemos ahora no es suficiente, comentó Vladimir Milov, un ex viceministro de Energía que ahora es un líder opositor.
Esta correlación entre la vida política rusa y el precio del petróleo se hizo aparente desde que la Unión Soviética invadió Afganistán en medio de la crisis petrolera de 1979. Las reformas de la perestroika y la glasnost se produjeron con el telón de fondo de los precios más bajos del crudo en décadas y las caídas subsiguientes en los precios, como las de la década del 90, han tendido a anunciar reformas políticas y cambios en el poder, como el traspaso orquestado del gobierno de Boris Yeltsin a Putin, en 1999.
De la misma manera, los picos en los precios, que caracterizaron la era de Putin, suelen estar acompañados por brotes de autoritarismo, ultimátums beligerantes y conquistas militares. El veto de Rusia a la resolución sobre Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU fue el último ejemplo de la decisión del Kremlin de defender lo que considera sus intereses soberanos, pese a las críticas de Occidente.
