Mi consejo superficial a los aspirantes a empresarios solía ser el siguiente: inviertan en salones de borrado de tatuajes.
En 2015, casi la mitad de los millennials estadounidenses admitían tener un tatuaje, al igual que el 30% de los británicos de edad similar. Esas cifras casi con seguridad aumentaron desde entonces, a decir por la cantidad de tatuajes que salieron a la luz pública durante la reciente ola de calor en el Reino Unido.
Yo no me visto igual, ni escucho o creo en las mismas cosas que cuando tenía veinte y pico de años, así es que me cuesta bastante creer que cuando los millennials lleguen a los 50 querrán ser juzgados por la Minnie Mouse que tse tatuaron en el bicep cuando eran estudiantes. De ahí mi respaldo a la eliminación de tatuajes, un sector que se pronostica moverá u$s $2850 millones en el año 2021.
Pero esperan antes de usar los lápices láser que borran tatuajes. Parece que está aumentando la evidencia de que el arte corporal no es un obstáculo tan significativo en el ámbito laboral como se pensaba, y ésta es una buena noticia tanto para los que están tatuados como para los que no lo están.
Un sinnúmero de colegas a quienes consulté dijeron que gradualmente están mostrando los tatuajes en su lugar de trabajo e incluso sus perforaciones corporales decorativas, si es que antes las escondían. Una compañera me dijo que había ocultado tatuajes durante casi una década con gasas, pantalones o medias gruesas hasta que se dio cuenta de que no tenía sentido, sobre todo porque su trabajo incluía recomendar a las personas que muestren su "verdadera naturaleza" en el trabajo. Otro me comentó: "Si a alguien le importa tanto ver un tatuaje en mi muñeca hasta el punto de afectar su opinión sobre mi identidad personal o profesional, entonces probablemente no sea alguien a quien yo respetaría, o cuyo respeto yo intentaría ganarme de todos modos".
El arte corporal es más que una simple elección en asuntos de moda. La gente elige los tatuajes para marcar momentos cruciales, para que les recuerden sus valores fundamentales o para reforzar su identidad: yo me tatúo, luego existo.
Adam Peaty, la estrella de natación del Reino Unido, tiene un león tatuado en el bíceps de su brazo izquierdo, visible cada vez que su cuerpo sale de la piscina mientras se dirige hacia otra medalla. Jill Abramson, la ex editora de The New York Times (NYT), tenía una T tatuada en la espalda en la misma fuente que el nombre del diario. El científico británico Matt Taylor optó por tatuarse el robot Philae sobre su muslo derecho para mostrar su dedicación al proyecto espacial Rosetta.
La mayoría de los tatuajes no se alinean tan precisamente con la misión o con la marca de un empleador. Pero la investigación hace poco publicada en la revista Human Relations sugiere que, a pesar de las percepciones, las personas con tatuajes ya no se enfrentan a ninguna discriminación real salarial o laboral en EE.UU. Los hombres tatuados puede que incluso tengan más probabilidades de encontrar un trabajo. El coautor Andrew Timming, de la escuela de negocios de la Universidad de Australia Occidental, ha comentado que le sorprende la rapidez con la que las actitudes están cambiando. La tolerancia, señaló, está aumentando junto con la creciente prevalencia del arte corporal.
Esto es positivo no sólo para quienes secretamente llevan tatuajes, sino también para cualquiera que desee expresarse en el trabajo; indica que, a medida que las generaciones más jóvenes avancen hacia los cargos gerenciales, tendrán el poder de cambiar el comportamiento no prestándole atención a cosas que hicieron que sus predecesores actuaran con desaprobación. Esto se aplica a otras formas de diferencia. El uso del reclutamiento "ciego", el cual se concentra primero en los conocimientos para el empleo en lugar de en la apariencia física, debería acelerar el cambio hacia un lugar de trabajo más diverso.
La cultura corporativa es frustrantemente inerte, por supuesto. Las asociaciones negativas en relación con los tatuajes pueden persistir. En la asamblea anual de la Academia de Administración, los académicos presentaron los resultados de un experimento a menor escala que reveló que a las candidatas con tatuajes o con perforaciones decorativas extremas se les ofrecía un salario inicial más bajo que a aquellas sin arte corporal. A las que tenían tatuajes extremos se les consideraba menos competentes.
También es posible que una forma de discriminación simplemente reemplace a otra. El mismo estudio indica que los gerentes sin tatuajes, o con pocos, tienen menos probabilidades de contratar a solicitantes que exhiban arte corporal extremo, como tatuajes en el cuello o anillos en la nariz. Aquellos con más perforaciones tienen más probabilidades de rechazar a candidatos sin arte corporal.
La mayoría de las personas a quienes consulté me dijo que todavía cubrirían sus tatuajes durante una primera entrevista. Una de ellas, que lleva un anillo en la nariz y que tiene tatuajes, me comentó que le preocupa que "tal vez tenga la mala suerte de que la persona que me entreviste sea una que me juzgue, y preferiría que no me juzgaran por eso".
La prudencia aconseja reservar los tatuajes para las partes del cuerpo que puedan cubrirse, en caso de que se decida solicitar un puesto de juez o de general. Y, como lo demuestra la experiencia de Abramson cuando fue despedida, hay que tener cuidado de no "grabarse" la marca de la compañía en la piel. Los tatuajes duran mucho más que la mayoría de los trabajos.
Aun así, yo quiero cubrir mi recomendada inversión en salones de borrado de tatuajes con una apuesta adicional a una cadena de lujo que discretamente ofrezca tatuajes y perforaciones corporales decorativas a clientes conservadores y mayores. Esto tal vez represente un insulto para aquellos que una vez se hicieron de los tatuajes y las perforaciones un señal de rebelión, pero puede que un día todo el mundo desee tener una pieza de arte corporal que ostentar durante una entrevista.
