El país salió de la sombra de Brasil para convertirse en el favorito de los inversores. No hay ninguna tienda que sea más mexicana que Sanborns. Con su colección bastante inconexa de chocolates, joyas y revistas, y sus cafeterías atendidas por camareras vestidas con faldas folclóricas, la cadena minorista fue durante mucho tiempo un símbolo de la tradición de lo casero.

Pero a pesar de su caótico encanto y su aspecto sobrio, Sanborns, propiedad de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, ahora también está convirtiéndose en un símbolo del recién descubierto dinamismo económico de México.

Este mes, Slim confirmó que haría cotizar a Sanborns en la bolsa para recaudar unos u$s 800 millones. La idea, dijo, era aprovechar el alto valor de las acciones y utilizar el dinero para servir a la creciente prosperidad de la clase media del país.

Los planes de Sanborns de cotizar en la bolsa llegan en un momento en que el país se está convirtiendo en el favorito de los inversores internacionales, emergiendo de la sombra de Brasil, cuya economía perdió su brillo. La economía de México creció un 4 por ciento el año pasado, casi el doble de la tasa promedio de crecimiento anual de este siglo.

Este mes, Larry Fink, jefe de BlackRock, la mayor compañía de gestión de activos del mundo, aludió a México como una 'increíble historia de crecimiento'. Según Lisa Schineller, de la agencia de calificación Standard & Poors, la calificación BBB de la deuda soberana del país podría recibir una mejora si México aprueba reformas estructurales decisivas.

Los inversores extranjeros invirtieron dinero a raudales. Durante los primeros nueve meses de 2012, canalizaron u$s 57 billones en acciones y bonos mexicanos: más de cinco veces la cantidad que invirtieron en Brasil durante el mismo período. No es de extrañar que el índice bursátil IPC del país alcanzara un récord este año.

Esto dista mucho de la oscuridad que se cernía sobre el país hace unos años, cuando algunos comentaristas estadounidenses, decepcionados por un bajo crecimiento y alarmados por la violencia relacionada con las drogas, comenzaron a sugerir que México podría convertirse en un estado fallido. Entonces, ¿qué fue lo que cambió las perspectivas de México? ¿Y es justificado el optimismo del centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI)? Después de todo, la última vez que hubo tanta emoción acerca de las perspectivas económicas de México, durante el gobierno de 1988-1994 de Carlos Salinas, el país terminó en la llamada 'crisis del tequila', con una fuerte devaluación y una severa recesión.

La respuesta más reciente a la primera pregunta es Enrique Peña Nieto. Desde que el ex gobernador estatal de 46 años de edad ganó las elecciones presidenciales de julio por el PRI, los inversores lo vieron como la mejor oportunidad para liberar el estancamiento legislativo que ha bloqueado las reformas estructurales que muchos analistas creen que podrían transformar la economía a menudo lenta de México en un tigre azteca.

El interés internacional en México se centró hasta ahora en la destreza del país como una base de producción desde donde las empresas pueden exportar a EE.UU. Pero las reformas de Peña Nieto se destinan a cultivar un ambiente más sano para una inversión mucho más amplia en toda la economía nacional. Está tratando de introducir más competencia en las telecomunicaciones y la energía, mientras que adopta medidas para sacudir los notoriamente ineficientes sistemas educativo y fiscal.

Gran parte de la esperanza de que él pueda sacar adelante sus reformas se basa en el propio PRI, que gobernó México durante 71 años consecutivos bajo una cuasi-democracia hasta perder la presidencia en 2000. Durante ese período, muchos mexicanos asociaron al PRI con la corrupción y el fraude electoral a medida que el partido utilizaba su múltiple alcance para ahogar el proceso democrático y conservar el poder. Sin embargo, al mismo tiempo, muchos veían al partido como la única fuerza política con la profundidad suficiente de capital humano y experiencia para gobernar con eficacia.

Es mucho más difícil decir eso del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), que nunca ocupó la presidencia, o el conservador Partido Acción Nacional (PAN), que durante los últimos dos gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón promovió reformas estructurales, pero que en última instancia carecía de inteligencia política para trabajar con un Congreso dividido. Tal como Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo, afirma: 'El verdadero problema de México es que durante años no tuvimos un presidente capaz de hacer que las cosas se hagan.'

En la campaña electoral y ahora como presidente, Peña Nieto, presentable y amistoso con los empresarios, trabajó mucho para distanciarse de la pobre relación histórica del PRI con la democracia y la transparencia, en particular durante la gestión de Salinas, a pesar de que las ideas de Salinas son escuchadas por el nuevo gobierno. Peña Nieto trató de asociarse con la reputación de su partido de eficiencia y gobernabilidad eficaz.

Parte de eso es sólo una cuestión de forma. En un reciente desayuno de bienvenida, compuesto de papaya y omelettes de flor de calabaza, José Antonio Meade, secretario de Relaciones Exteriores de México, informó a los periodistas extranjeros sobre los planes comerciales del país. Sin embargo, lo que ofreció fue un mensaje más sutil. Flanqueado por secretarios elegantes y con un vocero presidencial cerca para asegurarse de que todo el mundo estuviese 'en sintonía', la reunión rezumó el profesionalismo y la destreza de la vieja escuela del PRI, distante años luz de la improvisación que caracterizó los últimos dos gobiernos panistas.

La imagen de eficiencia viajó rápidamente. Cuando Peña Nieto conoció a Barack Obama en noviembre, el presidente estadounidense expresó su confianza en que iba a desarrollar una relación más estrecha con el líder mexicano, quien 'tiene una excelente reputación por querer hacer que las cosas se hagan'.

En términos políticos, Peña Nieto ha fomentado la idea de un gobierno inclusivo. Un ejemplo obvio es el propio Meade, quien fue secretario de finanzas en el anterior gobierno de centro-derecha. Otro es la designación de Rosario Robles, ex dirigente del izquierdista PRD, como secretaria de Desarrollo Social, un puesto importante en un país donde casi la mitad de la población vive en la pobreza. Eso contrasta con el gabinete de Calderón, que carecía de figuras de todo el espectro político.

Poco después de que Peña Nieto agitó la bandera blanca a la oposición, y apenas después de 24 horas de su juramento el 1º de diciembre, elaboró el Pacto por México, un documento de 95 propuestas de reforma firmadas por los líderes de los principales partidos políticos. Algunos observadores consideran que el pacto es solo otro pedazo de papel. 'Ha habido docenas de estas cosas en los últimos años', argumenta Carlos Elizondo, profesor del CIDE de la Ciudad de México, una institución de educación superior. 'Y ninguno de ellos ha llegado a nada'.

Pero Duncan Wood, director del Instituto México del Wilson Center, considera que el pacto, a pesar de su redacción imprecisa en algunos temas, muestra la determinación de Peña Nieto de superar el punto muerto político que ha impedido las reformas. 'Es una declaración política', dice Wood. 'Y encaja con la tradición del PRI de tratar de lograr el consenso.'

Bajo ese mismo espíritu, este mes Peña Nieto se convirtió en el primer presidente de México en dos décadas que llega al Senado de la nación y almuerza con un grupo de legisladores.

Por supuesto, los factores económicos también han ayudado. La hábil gestión económica ha producido inflación y tasas de interés en mínimos históricos. El resultado ha sido un récord de reservas internacionales y modestos niveles de deuda pública. Y México está compitiendo eficazmente contra China por la participación de mercado de las importaciones estadounidenses, mientras los altos costos de transporte y los salarios cada vez mayores en Asia hacen que México sea una base de fabricación y exportación más atractiva.

Pero lo que está haciendo latir los corazones de los inversores es la aparente determinación de Peña Nieto de acelerar el crecimiento resultante enfrentándose a intereses creados en México. Esto lo enfrenta a poderosos jefes sindicales como Elba Esther Gordillo, la formidable jefa del influyente sindicato de maestros. Los críticos afirman que tiene una impresionante colección de propiedades, incluyendo una villa de lujo cerca de San Diego. En diciembre, Peña Nieto propuso cambiar radicalmente el sistema, para lo cual redujo significativamente el poder sindical. El Congreso lo aprobó.

Los intereses particulares también se extienden a empresas poderosas, como las de Slim, que dominan sectores importantes, dificultando las cosas para los competidores. Entre otras cosas, el pacto de Peña Nieto propone introducir más competencia en las telecomunicaciones al tiempo que debilita el dominio de Televisa y Azteca, las radiodifusoras privadas, mediante la creación de dos nuevas cadenas de televisión.

Pese a todo el éxito inicial, Peña Nieto tiene trabajo que hacer. Incluso con el pacto, el nuevo presidente de México tiene que sacar adelante las reformas fiscal y energética, tal vez este mismo año. No es una tarea simple. Los legisladores han pasado años debatiendo la necesidad de una reforma fiscal, pero con poco éxito.

Más recientemente, han comenzado a observar el protegido sector energético, controlado por Pemex, la empresa petrolera estatal y un ícono histórico. Desde hace mucho tiempo, México ha sido uno de los principales diez productores petroleros y alrededor de un tercio de los ingresos del gobierno provienen del petróleo. Pero la ausencia de nuevos descubrimientos y los pozos envejecidos han provocado una caída de 24 por ciento en la producción desde 2004. Incluso se ha previsto que México se convierta en un importador neto de petróleo si el gobierno no permite que el sector privado desempeñe un papel más importante pronto.

En una reciente entrevista con el Financial Times, Peña Nieto reconoció las dificultades que estas cuestiones podrían plantear. 'Claramente, hay posiciones ideológicas y partidistas sobre ciertos temas... no se trata de alcanzar la unanimidad, sino de lograr una mayoría'.