
La semana pasada, los mercados parecían anticipar la caída de Occidente, mientras Standard & Poors degradaba la calificación crediticia de Estados Unidos, China se burlaba desde un costado y el mercado de bonos de la eurozona caía en la desesperanza. Luego, con la poca ayuda que brindó el martes la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de mantener casi en cero la tasa de fondos federales hasta mediados de 2013, los mercados sintieron que el apocalipsis podía esperar.
Ahora volvió la idea del Apocalipsis. Lo que está claro es que se produjo un marcado cambio de percepción sobre cuáles son los países que implican un verdadero riesgo. Bob Prince, codirector de inversiones de la administradora de fondos Bridgewater Associates, comentó: Los países acreedores emergentes están cotizando más como blue chips (acciones líderes), Estados Unidos está cotizando más como un país en descenso y los países desarrollados que son deudores y que carecen de la capacidad de emitir dinero están cotizando peor que todos.
Eso es totalmente diferente al derrumbe del mercado provocado por la quiebra de Lehman Brothers en 2008. En aquel entonces, las acciones del mercado emergente cotizaban mayormente en línea con el mercado global, las acciones estadounidenses caían menos que la norma global e Italia cotizaba en línea con el Reino Unido, pese a sus muy distintas posiciones dentro y fuera de la Unión Monetaria Europea.
Durante el período en el que los bancos centrales estaban ocupados comprando títulos valores, los mercados estaban tan distorsionados que empezaron a alejarse cada vez más de los fundamentals. Desde que terminó el segundo programa de emisión monetaria de la Fed (conocido como QE2) a fines de junio, la neblina comenzó a disiparse y los fundamentals que resurgieron son menos tranquilizadores.
Los últimos datos de la economía global señalan un deterioro de las perspectivas de crecimiento, mientras que las recientes revisiones de las estadísticas norteamericanas indican que la recuperación desde 2008 ha sido más anémica de lo previsto, pese a la enorme intervención.
Las perspectivas de crecimiento más débiles, a su vez, implican que las enormes deudas en Estados Unidos y gran parte de Europa serán más difíciles de pagar. Si bien la rebaja de S&P no tiene importancia dados los malos antecedentes de las agencias calificadoras de riesgo, a los mercados les sorprendió profundamente que a muchos legisladores norteamericanos les importara poco, durante el debate sobre el techo de la deuda, si el país caía en default.
En Europa, el último acuerdo para inyectar más dinero todavía no fue aprobado por el parlamento. Estamos nuevamente frente al escenario en el que las autoridades de la eurozona compran más tiempo a costa del balance del Banco Central Europeo, mientras éste absorbe miles de millones de bonos de gobiernos del sur de Europa.
En EE.UU., después del fracaso por el techo de la deuda, la administración Obama no ofreció una estrategia fiscal de medio plazo creíble. Y no hay nada que aumente la confianza de las empresas.
Mientras tanto, los mercados emergentes que dependen de las exportaciones y que son muy atractivas para los inversores occidentales también tienen un panorama más complicado.
Lo que captaron los mercados es que las estrategias que tienen las autoridades para manejar estos inmensos desafíos económicos y financieros todavía son débiles. El reciente pánico fue, por lo tanto, totalmente entendible. Sea una recesión tras otra o no, los problemas que enfrentará la economía global en 2012 parecen ser aún más complicados.










