En una planta de Siemens a dos horas de Ciudad de México, los trabajadores ensamblan y testean componentes de disyuntores. Hace hace unos meses, esos 160 componentes se ensamblaban en India o China. Y para marzo del año próximo, la mayoría de esas partes, que actualmente provienen de Alemania y Asia, también se producirán en el país azteca. Y Siemens eligió México como lugar para un nuevo proyecto en vez de invertir para ampliar su producción en China.
El traslado de producción que está haciendo Siemens forma parte de una revolución industrial que está teniendo lugar en una serie de industrias mexicanas, que abarcan desde autos y aviones hasta heladeras y computadoras. Por primera vez en una década, la segunda economía más grande de Latinoamérica se convirtió en un competidor creíble de China.
Durante la primera mitad de este año, México representó 14,2% de las importaciones de manufacturas de Estados Unidos, el mayor importador del mundo. En 2005, la participación del país azteca era de 11%. Sorprendentemente, China, que durante tantos años captó enormes porciones del mercado de importaciones norteamericano, empezó a perder terreno. Del pico de 29,3% del total a fines de 2009, se redujo a 26,4%.
Si bien está quedándose con una mayor porción del mercado estadounidense, México diversificó a sus clientes. hace una década, cerca de 90% de las exportaciones del país iban hacia Estados Unidos. El año pasado, esa cifra cayó a menos de 80%.
Repentinamente, parece que se hubiera convertido en el lugar favorito para las compañías multinacionales industriales que buscan abastecer a Latinoamérica y más allá también. Hoy, México exporta más productos manufacturados que el resto de todo América latina.
Chrysler está usando México como base para abastecer algunos de sus Fiat 500 al mercado chino.
Pero la automotriz estadounidense no es la única. La alemana Audi está decidiendo si fabricar en una planta de México los kits para los autos Q5 que se ensamblan en China para abastecer al mercado local.
Si uno se retrotrae a principios de siglo, esta nueva competitividad azteca era impensable. Para gran parte de Latinoamérica, China era un voraz consumidor de commodities agrícolas y mineros. Por el contrario, México veía al gigante oriental como un competidor imparable que producía exactamente los mismos tipos de mercaderías baratas.
Desde entonces, México abrazó el comercio y la apertura como pocos países en el mundo. Sus acuerdos de libre comercio con 44 países le dieron a las compañías locales la posibilidad de comprar componentes e insumos en una gran variedad de naciones, y sin pagar impuestos.
