Gritos de "patria socialista" resuenan durante las maniobras militares en todo el país, y abundan los graffitis que dicen "¡Gringo, respeta!", o que muestran a un Tío Sam estrangulado del que brota la palabra "imperialismo". Pero esto no es ni Moscú ni La Habana en la década de 1960. Es la Caracas actual bajo el gobierno de Nicolás Maduro, el asediado presidente venezolano.

El sábado, 80.000 militares y 20.000 civiles iniciaron un ejercicio militar de dos semanas, desplegando armamento de fabricación china y rusa.

El despliegue de fuerza, días después de que EE.UU. impuso sanciones a un grupo de funcionarios del gobierno venezolano acusados de abusos contra los derechos humanos, le dio matices de guerra fría a una crisis económica en medio de actos de represión del gobierno contra políticos de la oposición, que fueron acusados de ser lacayos de EE.UU.

"Estados Unidos ha declarado que Venezuela es una amenaza", dijo el general Vladimir Padrino, ministro de defensa. "Y eso representa un peligro inminente para nosotros".

La semana pasada el presidente estadounidense, Barack Obama, describió al país caribeño como una amenaza para la seguridad nacional, restringió los viajes y congeló los activos de algunos venezolanos, días después de que Caracas le ordenara a Washington reducir su personal diplomático local.

Antes de las importantísimas elecciones parlamentarias de este año, Maduro aprovecha la ocasión para despertar el sentimiento patriótico en un intento por fortalecer los menguantes niveles de aprobación que se vieron perjudicados por una escasez generalizada de productos. Afirma que Washington asumió la tarea de "intervenir en Venezuela".

Para Carlos Romero, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Central de Venezuela, la postura de Washington "ha funcionado muy bien para el gobierno venezolano", que según él la utiliza para "generar apoyo" a través de "una reacción exagerada" a las sanciones.

EE.UU., el mayor mercado de exportación de petróleo para Venezuela, niega las acusaciones de que apoya los intentos de remover a Maduro. Ésta es una acusación que el gobierno de Caracas hace regularmente, y señala el golpe de estado de 2002, que contó con el apoyo tácito de EE.UU., y que derrocó brevemente al fallecido Hugo Chávez, su mentor y carismático predecesor.

Los funcionarios estadounidenses insisten en que las sanciones estadounidenses no están dirigidas a Venezuela o su pueblo. Pero Delcy Rodríguez, ministra de relaciones exteriores de Venezuela, aseguró que Washington está "considerando un bloqueo económico", y que las sanciones representan una gran amenaza para "todos los venezolanos".

Los simpatizantes del gobierno concuerdan con ella y señalan las intervenciones militares estadounidenses del pasado o los golpes de estado instigados por EE.UU. en América Latina Guatemala en 1954, Chile en 1973 y Panamá en 1989 como prueba de que la amenaza "yankee" es real.

Luis Vicente León, de la encuestadora Datanálisis, dice que el 44% de los venezolanos cree que las sanciones estadounidenses son "una excusa para preparar un golpe de estado" y controlar las vastas reservas de petróleo de Venezuela. Él cree que en el actual clima, Maduro podría subir su popularidad.

Henrique Capriles, el líder de la oposición, dice que la retórica antiestadounidense del gobierno es una cortina de humo. "Buscan que nuestro pueblo se distraiga".

Carl Meacham, director del Programa de las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, dice que el gobierno de Obama estaba al tanto de que el gobierno de Maduro usaría el anuncio de las sanciones para desviar la atención de los problemas económicos en el país.

Sin embargo, agregó, uno de los objetivos de las sanciones era explotar las fracturas dentro de la coalición que respalda a Maduro, incluyendo a los funcionarios y oficiales militares, cuyo apoyo depende del acceso ininterrumpido a todo tipo de beneficios, ya que muchos de sus ministros son soldados jubilados o en activo.

No está claro si esa estrategia funcionará. La semana pasada, Maduro designó a uno de los oficiales militares nombrados en las sanciones estadounidenses como su nuevo ministro del interior.