No podemos ganar esta guerra matándolos", Marie Harf, vocera del departamento de estado, declaró a MSNBC, desatando el debate acalorado de esta semana en los medios de Washington sobre el terrorismo. "Debemos ir tras las causas principales que llevan a las personas a unirse a estos grupos, ya sea la falta de oportunidad de conseguir trabajos"
En horas, Fox News sacaba al aire a Rob O'Neill, ex marine de la fuerza especial estadounidense Navy Seal que afirma haber disparado a Osama bin Laden, para explicar que "matándolos" era justamente la forma en que Estados Unidos pensaba derrotar a los yihadistas de ISIS. "No creo que un cambio de orientación profesional vaya a detenerlos", sostuvo. Otras partes de los medios de derecha no fueron tan educados.
Como suele ocurrir, llevar agua para el molino propio en política sirve para oscurecer un problema bipartidista más amplio. Esta semana, el gobierno de Barack Obama celebrará una cumbre de tres días con ministros de 60 países para debatir sobre el extremismo violento, lo cual Harf estaba anticipando. Lo llamativo del evento es que a más de 10 años de los atentados del 11/9, Washington sigue hablando de las "causas principales" del terrorismo.
Después de 13 años de lucha en Afganistán e Irak y la "guerra contra el terrorismo", Estados Unidos vuelve a encontrarse en el mismo lugar donde comenzó, esforzándose por explicar por qué las personas se radicalizan.
Para el presidente George W. Bush, la raíz del problema yace en la represión de Oriente Medio y la falta de democracia. "Los estadounidenses se están preguntando '¿Por qué nos odian?'" reveló poco después del 11/9. "Odian nuestras libertades: nuestra libertad de culto, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad para votar y reunirnos y estar en desacuerdo con los demás."
Pocos observadores dudan que una política estancada, al menos, revelan parte de la historia. Pero Bush llevó la percepción mucho más allá, utilizándola como una de las justificaciones para invadir Irak. Si se logra establecer una democracia sólida en Bagdad -este era el argumento-, se erradicarían las ideas políticas tóxicas en la región. En vez de ello, Itak se transformó en un refugio para los yihadistas.
El gobierno de Obama, en general, se ha aferrado a otra idea. En sus comentarios sobre el desempleo y el extremismo, Harf solo hacía eco de las palabras de su jefe, el secretario de estado John Kerry, que el año pasado afirmó que "la pobreza en muchos casos es la causa principal del terrorismo"
Sin embargo, la pobreza, como la democracia frustrada, es otra teoría aparentemente atractiva del terrorismo que pocas veces encaja con los hechos. Por cierto, el grupo terrorista al-Qaeda siempre ha sido un contraejemplo poderoso, fundado por un príncipe heredero saudí de la construcción, ahora liderado por el médico egipcio Ayman al-Zawahiri y que envió a Mohamed Atta, ingeniero e hijo de padre abogado, a estrellarse con un avión en las Torres Gemelas.
En sus esfuerzos por hallar una explicación al terrorismo, el gobierno de Obama se complicó la vida negando un vínculo entre el Islam y los extremistas que enfrenta. "No estamos en guerra con el Islam. Estamos en guerra con personas que han pervertido al Islam", Obama declaró en la cumbre el miércoles. Haciéndose eco de los pensamientos de Bush, el presidente teme con razón otra simplificación común pero errónea del problema, la idea de que Occidente se enfrenta un "choque de civilizaciones" con el mundo musulmán. Pero al minimizar el papel de la religión en ISIS, el gobierno terminó distorsionando la realidad de su nuevo enemigo. Según un artículo muy leído escrito por Graeme Wood y publicado en The Atlantic: "Hacer de cuenta que [ISIS] no es en verdad un grupo religioso milenario ya ha llevado a Estados Unidos a subestimarlo y apoyar programas tontos para contraatacarlo."
Los académicos que se pasaron los años transcurridos desde los atentados del 11/9 estudiando el terrorismo suelen tener opiniones divergentes: algunos apoyan programas que dan participación a comunidades que más probablemente sean cuna de terroristas, otros quieren un uso más agresivo de las redes sociales para contrarrestar las ideas extremistas. Pero casi todos confiesan que el asunto es difícil. "La dura realidad es que no hay un único camino hacia la radicalización", sostiene el experto Daniel Byman de Brookings Institution.
