Janet Yellen era la favorita para encabezar la Reserva Federal de Estados Unidos desde que una rebelión legislativa en el Partido Demócrata obligó a Lawrence Summers a dar un paso al costado. Ella es la persona más calificada para dirigir la Fed en este crítico momento de su historia.
Durante la conducción de Ben Bernanke, la Fed se embarcó en un programa de estímulo monetario sin precedentes, combinando tasas de interés súper bajas y compras de activos a gran escala. Fue una decisión acertada haber recurrido a armas no convencionales para enfrentar la crisis financiera. Estados Unidos se recuperó de la caída financiera tras la quiebra de Lehman con mayor fuerza que la mayoría de otros países ricos.
Sin embargo, la Fed está pagando el precio político de su intervención. Muchos en Wall Street y en el partido republicano acusaron al banco central de avivar al inflación. Yellen apoyaba convencida la estrategia de Bernanke. Por lo tanto, volverán a surgir esas acusaciones durante las audiencias de confirmación en el Senado. Yellen debe enfrentarlas diplomáticamente sin ceder terreno. El apoyo de los demócratas implica que probablemente supere el momento. Pero dado el clima cada vez más polarizado en Washington, no hay que dar por supuesta ninguna confirmación.
Si son hábiles, los senadores dejarán de lado la ideología y se concentrarán en los atributos que empleará Yellen en su nueva misión. Y son notables. Ella no solo tiene antecedentes académicos excepcionales; cuenta con 12 años de experiencia en el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), organismo que fija las tasas de interés. Es criteriosa. Si bien no predijo la crisis, advirtió sobre una burbuja inmobiliaria a inicio de 2005.
La designación de Yellen como la primera mujer que presidirá la Fed también daría un poderoso mensaje al club de presidentes de bancos centrales, aún tan dominado por el sexo masculino. De los 177 bancos centrales del mundo, menos de 10% están conducidos por mujeres.
Suponiendo que su nominación sigue adelante, Yellen enfrenta cuatro desafíos en su nueva función. Primero, junto con sus colegas del FOMC, debe decidir cuándo comenzar a reducir las compras de activos del banco central, que actualmente son de u$s 85.000 millones. Yellen, una feroz defensora del mandato doble de la Fed que apunta a la inflación y el desempleo, debería seguir con sus instintos no agresivos. Los precios están bajo control, pero la recuperación se tambalea. El cierre del gobierno federal y la batalla por el tope de la deuda amenazan con enfriar más el crecimiento. No hay necesidad de correr hacia una salida monetaria.
Segundo, Yellen necesita ser más cuidadosa que su predecesor en cuanto a la comunicación con los inversores. El manejo de las expectativas es esencial para el éxito de una salida monetaria. El estilo de liderazgo consensual de Bernanke le impidió ofrecer sus propias opiniones sobre el futuro curso de la política monetaria, mientras que sus colegas mostraban menos moderación. Eso confundió a los mercados. Yellen haría bien si se conduce con un poco más de firmeza.
Tercero, la nueva presidente debería usar las facultades que la Ley Dodd-Frank otorgó a la Fed para garantizar una mayor seguridad al sector bancario. Aquí, las opiniones de Yellen son acertadas. Ella quiere bancos grandes que tengan más capital y que, por lo tanto, serán más resistentes a los shocks. También quiere elevar los requisitos de margen inicial para las operaciones con derivados. Con esto, el sistema debería ser menos vulnerable al contagio en el caso de que quiebre una entidad.
Por último, la Fed debe ejercer su liderazgo entre los bancos centrales del mundo. Aquí, Yellen tendrá que rápidamente demostrar su temple, porque los bancos centrales de mercados emergentes ya se están quejando del impacto que tendría una reducción en la compra de activos sobre sus economías.
